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El gran milagro de los Centros Turísticos

Tras la rueda de prensa sobre los supuestos beneficios de los CACT en plena pandemia, solo cabe concluir que ha obrado un milagro con un nombre propio y una culpable: Benjamín Perdomo y Loly Corujo, respectivamente, que son los artífices del mentiroso milagro para tapar el gravísimo error económico —que pagamos todos, por cierto, de no aplicar un ERTE de libro en la empresa pública.

Para quienes tenemos un mínimo conocimiento básico sobre contabilidad (ni siquiera pido una profunda formación contable como requeriría el cargo de gerente de los CACT), supone un gran esfuerzo evitar ruborizarse, más allá incluso de los límites de la vergüenza ajena, al tener que escuchar las ridículas explicaciones ofrecidas por Benjamín Perdomo, consejero delegado de los CACT, a cuenta de la situación económica de la empresa pública.

Lógico por otra parte, al tratarse de una persona sin más mérito ni formación para el cargo que bailar el agua a la presidenta del Cabildo, sin aportar un solo proyecto, e intentando ejecutar, de momento con escaso éxito, la única misión que tiene encomendada al frente de los CACT: intentar destruir a cualquier precio a los adversarios políticos que tanto teme la jefa.

En qué cabeza cabría, de otro modo, “vendernos” que los Centros Turísticos puedan dar beneficios tras pasar tantísimos meses prácticamente sin ingresos y, lo que es peor, sin haber reducido un solo céntimo del capítulo de Personal; el mayor de los costes fijos de la empresa pública. Un beneficio de imposible explicación,  cuando lo más sencillo habría sido, tal y como propusimos desde CC-PNC, acogerse a un ERTE, que habría permitido a los trabajadores seguir cobrando el 100% de su salario y liberar fondos para destinar ayudas económicas a pymes y autónomos.

Seguro que no les darán la receta del milagro a los miles de trabajadores y empresarios del sector, que están siendo gravemente afectados y saben que no existe más milagro que la competencia desleal que supone soportar con cuantiosos fondos públicos las terribles pérdidas en que incurrirán los CACT, por la cabezonería de la señora presidenta, mientras muchos de ellos  inevitablemente tendrán que cerrar sus negocios.

Ahora va a resultar que con menos turistas —cero en varios tramos de los últimos meses—, es decir, con un brutal desplome del los ingresos y sin ahorrar un céntimo en personal como hace todo el país, hemos obtenido beneficios porque ahorramos mucho en proveedores de género. Lo dicho, la personificación de la incapacidad.

Como toda empresa, los CACT tiene costes fijos y variables. En este caso, los más elevados son los fijos, correspondientes al Capítulo I de Personal; unos 13 millones de euros anuales que, antes de la pandemia, suponían un 50% de los ingresos y ahora, como poco, el 70%. Pues bien, es precisamente en ese tremendo gasto fijo, por cuya contención ha clamado todo el país exigiendo los ERTE, donde por orden de Loly Corujo hemos gastado millones de euros de más que, de haberlos ahorrado, sí que habrían disparado los beneficios de los CACT ahorrando a su consejero delegado el trago de hacer el ridículo públicamente.

A todo esto, el falso pretexto ha sido que, según sus inexistentes informes, las empresas públicas no pueden acogerse a este tipo de medidas de protección o el igualmente falaz argumento de que lo prohíben los estatutos. Por ello, vuelvo a pedir a la presidenta que haga públicos esos informes o, de lo contrario, admita su enésima mentira.

Por otro lado, tenemos los costes variables y entre ellos el principal es el de proveedores, que en el caso de los CACT proveen básicamente de género para las tiendas y restaurantes y su facturación depende, obviamente, del volumen de negocio. Es decir, desde el origen de los tiempos, se trata de género que se compra a un precio y se vende a otro superior para obtener beneficio. Al menos era así hasta que llegó el consejero de la presidenta a los CACT y reeditó el milagro de los panes y los peces.

La realidad es que los milagros no existen y los CACT no han ahorrado un céntimo de euro en proveedores. Lo que lamentablemente ha ocurrido es que el volumen de negocio, es decir las ventas de restaurantes y tiendas, se ha desplomado por falta de clientes y obviamente se han reducido los pagos a proveedores. Sencillo de entender. Para casi todos.

A todas estas, tras catorce meses, seguimos sin tener acceso a las cuentas de los CACT a que tenemos derecho como miembros del Consejo de Administración, y seguimos sin conocer desde marzo, y por primera vez en décadas, las estadísticas de recaudación que esconden. Todo para que este gobierno pueda continuar con esta huida hacia adelante, esta embustera puesta en escena para que nos olvidemos del ERTE, pero sin aportar nada, ni un balance o una cuenta de resultados, sin facilitar nada de la información que están obligados a llevar al Consejo de Administración. Nada más que humo y un cuento que ya ni siquiera se tragan los más crédulos.

¿Qué pensarán los cientos de propietarios de restaurantes y tiendas cerradas en Lanzarote? Negocios que nada compran y nada venden y, por tanto, nada pagan a sus proveedores. Se deben echar las manos a la cabeza cuando escuchan, nada menos que a todo un gerente de los CACT, asegurar, en la antología del disparate, que la caída de facturación de proveedores supone un gran ahorro. Pequeñas y medianas empresas que tienen a su personal en ERTE y aun así algunas apenas resisten y otras tienen que cerrar, mientras los Centros Turísticos mantienen el 100% de la plantilla con millones de euros de todos los lanzaroteños que el Gobierno insular bien podría destinar a ayudas para pymes y autónomos como hace el resto de cabildos, y sin perjudicar en nada —más bien todo lo contrario— a la plantilla de los CACT.

A pesar de todo, las pymes y autónomos de Lanzarote pueden estar tranquilos ya que la presidenta también anunció —sin ponerse colorada— que “en los presupuestos del próximo año 2021”, cuando muchos ya no existan, también se acordará de ustedes.

 

 

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