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No somos La Gomera

Lanzarote se ha convertido en el punto neurálgico de la inmigración irregular con el norte de África. A nadie sorprende ya que lleguen una o más embarcaciones llenas de personas, ya sean hombres y mujeres adultos o menores. A nadie sorprende ya lo que va camino de convertirse en algo normal. Y nadie hace nada tampoco para mejorar las condiciones de quienes se juegan la vida en este tráfico ilegal de personas a manos de mafias que comercian con la miseria y la vida de muchísima gente que, buscándose una vida mejor, ponen en peligro su existencia en travesías penosas que acaban a veces devoradas por el propio Atlántico.

 Ya no sorprende nada. Y lo menos que sorprende ya es que todo el mundo mire para otro lado como si Lanzarote fuera tierra extraña. Tierra de nadie. Un lugar donde sus habitantes e instituciones tienen que afrontar el problema sin ayuda ni apoyo. Los recursos humanos, donde se incluyen voluntarios de protecciones civiles, fuerzas de seguridad y servicios sanitarios, se desgastan, día tras día, haciendo el trabajo que debería afrontarse con muchos más efectivos y de forma más solidaria por instituciones canarias, españolas y europeas.

 La angustia de los lanzaroteños es cada día mayor. No solo porque sus servicios empeoran ante las nuevas funciones acometidas por unos recursos que se resienten, sino también por la enorme orfandad con la que viven estos acontecimientos. Echan de menos un liderazgo insular que coloque sus problemas en las instancias adecuadas. Algunos ya se preguntan si pasaría lo mismo si en lugar de Lanzarote fuéramos La Gomera. ¿Respondería igual el Gobierno de Canarias ante el mismo problema si en lugar de esta isla fuera La Gomera la más afectada? Todo apunta a que no. Y no es cuestión de que el partido del presidente de La Gomera forme parte del Gobierno de Canarias. También el partido de la presidenta del Cabildo de Lanzarote está en ese gobierno. Es más, el presidente del gobierno es miembro de su partido y ambos son diputados por sus correspondientes organizaciones e islas. La diferencia radica en tener o no liderazgo para afrontar con éxito un propósito. La Gomera está claro que lo tiene y a los datos me remito.

 La intensificación del fenómeno migratorio no nos ha cogido de sorpresa. De hecho, con meses de antelación pedimos que se reforzaran los sistemas de vigilancia y los recursos destinados, porque todo apuntaba a que así sería. Pero nos ha cogido sin apoyos ni el liderazgo necesario para conseguirlos.

 No somos La Gomera.

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