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Reflexiones de Urgencias

                                       

“Aquí cada uno tiene su dolor”, “nadie está por gusto” o “la mejor hora para venir es no hacerlo nunca”, son apenas tres de las muchas expresiones de cabreo, publicables, que escuché y observé de primera mano, porque cada una  iba acompañada de gesticulación, en mi visita de esta semana de tres días a Urgencias del Hospital de Lanzarote Dr. José Molina Orosa. Y cabreado también estaba yo por soportar cerca de 20 horas en total para conseguir por fin un diagnóstico principal.

La primera tarde fui remitido con informe médico a Urgencias del Hospital por mi centro de salud de referencia en vista de la necesidad de hacerme una exploración complementaria por la sensación de cuerpo extraño en la garganta después de almorzar.  A pesar de la molestia, ese día solo aguanté tres horas en la sala de espera de Urgencias. Me fui, como lo hicieron varios pacientes, por irritación y  por solidaridad con enfermos que llegaban doblados de dolor. “Paciencia que esta noche la cosa está fatal”, salió a decirnos un enfermero mientras no cesaban de llegar ambulancias.

Me fui para no ver más imágenes tan dantescas y surrealistas en la misma sala de espera como las de un señor que sangraba sin parar por la nariz acumulando los metros de papel higiénico que le traía su mujer del baño. En un momento de la noche, el hombre pegó un  grito de indignación, pero cuando salí, igual se mantenía en espera.

El segundo día regresé por la tarde, esperé unas cuatro horas, me atendió por fin una médica, me ordenó una radiografía de cuello y tórax, y tras comprobar que las imágenes no mostraban cuerpo extraño y que se mantenía la sintomatología, contactó con el especialista en aparato digestivo de guardia determinando la realización de un estudio endoscópico la mañana siguiente.

Salí casi a media noche y volví el tercer día antes de las siete de la mañana, por Urgencias, tal y como habíamos acordado, para la práctica de la endoscopia, prueba que me hicieron pasada la una de la tarde. Al despertar de la sedación, la facultativa me confirmó que no tenía obstrucción alguna, me explicó la causa de esa sensación de no poder tragar, recomendándome dieta blanda, y pendiente de evolución.

Como en muchas situaciones de la vida, cada uno cuenta su historia según le haya ido en el baile, y en mi caso lo que puedo decir es que el trato recibido de médicas y enfermeras fue muy bueno. Parece una contradicción después del suplicio de tantas horas en Urgencias, pero creo que aquí y en cualquier parte debemos saber diferenciar entre las carencias del sistema, sea por escasez de recursos humanos y/o técnicos o deficiencias organizativas, y la atención profesional de los sanitarios. Que también sabemos que en todas las profesiones se cuecen habas y en el mismo sistema público sanitario por desgracia también me he encontrado con gente, que solo por el trato, no merecería estar en él.

Por mucha Oficina de Atención al Paciente que exista, donde podemos expresar por escrito nuestras quejas, en un área como el de Urgencias, entendiendo que hay prioridades, es normal que los “palos” se los lleven directamente personal administrativo, médicos y enfermeros. Son ellos los que reciben a pacientes adoloridos que reclaman atención inmediata o al menos diligente. “Aquí cada uno tiene su dolor”, vuelvo a la primera reflexión de Urgencias. Por eso estaría bien que políticos responsables de Sanidad se pasaran una nochecita por allí para ver si todo marcha como ellos pregonan.

Y que conste que muy a pesar de mi cabreo, valoro la cobertura universal del sistema nacional de salud, un sistema que solo excluye la atención dental y los artículos ópticos como gafas. Valoro que pueda presentarme a un centro hospitalario y que me atiendan enseñando mi tarjeta sanitaria, sin la exigencia de una  tarjeta de crédito, cheque en blanco u otro tipo de respaldo económico como lo padecen ciudadanos de otros países con la sanidad y educación totalmente privatizada.

El sistema no es idílico y claro que necesita mejoras, y es cuando surge el debate si para implementar las mismas solo queda el camino de subir impuestos, optimizar la gestión o apostar por ambos extremos. La sanidad pública española se alimenta de las transferencias a las comunidades autónomas que hace el Estado a través de los Presupuestos Generales y de impuestos especiales que van directamente a las propias comunidades autónomas, en todo caso, su financiación procede de impuestos, así que es natural, y eso lo deben entender muy bien los políticos, que la población sea cada día más exigente con los servicios sanitarios, primero porque es un servicio esencial, segundo porque se supone que avanzan los niveles de desarrollo económico y  el bienestar y tercero, que tampoco es baladí, porque es una forma palpable que tiene el ciudadano de fiscalizar la inversión del dinero de sus impuestos, y hay comunidades autónomas donde los servicios sanitarios funcionan mucho mejor que en otras. No en vano en las reflexiones de Urgencias también escuché que “para eso pagamos impuestos”.

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