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Señor presidente Sánchez:

Aunque sé que esta misiva me puede provocar algún problemilla familiar, ya sabe usted que mi hija Adriana es una devota seguidora suya y de sus políticas, la situación de la inmigración en Canarias no me deja escapatoria posible. Así que lea usted estas letras (¡cómo si no tuviera usted cosas más importantes que hacer!) con el mismo amor que esperanza pongo yo en que usted se comprometa con este problema que es irresoluble en su escala mundial pero mejorable en lo que a nosotros nos afecta. Perdóname usted, como yo perdono a mi hija sus gustos y disgustos, mi atrevimiento, pero es que no me fio nada del relato que le ha podido hacer de la realidad lanzaroteña su querido diputado regional Marcos Hernández, mientras conocía barrancos, montañas y volcanes de este territorio insular en sus merecidísimas vacaciones.

Ya sabe que aquí conocemos a Marcos como el “bastón presidencial” porque socialista de renombre que conoce ya no se le despega en la vida. Y él, el pobre, lo rentabiliza muy bien. Aunque solo se le conocen derrotas en la esfera insular, cuando ha medido su apoyo interno a otros socialistas, recuérdese primarias para ser candidato al Cabildo, que perdió contra Pepe Juan Cruz en el 2015 o su intentona de liderar el partido a nivel insular, donde la todopoderosa María Dolores Corujo le torció el brazo sin perder la sonrisa ni la frasecita “compañeras y compañeras aquí gana el PSOE de Lanzarote”, en un reconocible alarde del “aquí gana la lucha canaria” con la que el amigo Pitti cerraba las noches de los viernes de finales de los ochenta y  principios de los noventa, con la popular retransmisión de “La luchada”. Ahora bien, señor Sánchez, por debajo de la mesa, con sus contactos y su paseos por el monte y la playa, el Hernández Guillén es todo un lince. Fue capaz, incluso, de dejar fuera de brega al mismísimo Manuel Fajardo Palarea, actual secretario de la Mesa del Senado, cuando competieron por colarse en la lista al Parlamento de Canarias. En aquella ocasión, Marcos se valió de haber compartido amistad y piso con la que era secretaria general de los socialistas canarios, Patricia Hernández, en sus tiempos de senador por tierras españolas, que le ha valido, mire usted qué premio más grande para esta isla nuestra,  ser el único político lanzaroteño que ya tiene asegurada, haga lo que haga ahora y en el futuro, la máxima pensión cuando se jubile. Cómo es Marcos, señor presidente, siempre pensando en Lanzarote y su gente. Gracias a su arduo trabajo, ya hay un lanzaroteño con pensión máxima asegurada. Ya solo quedamos unos 150.000 más y todo arreglado en la isla con la dichosa remuneración de los viejitos.

Bueno, dejemos lo accesorio, señor presidente Sánchez. Vayamos al grano, que me pierdo cuando veo lo bien que se lo montan algunos en la cosa pública. Y lo mucho y bien que progresan. Ya lo decía Felipe González en sus tiempos gloriosos: “El PSOE es progreso”. Vale, me centro.

Estimado señor presidente de toda España, incluidas sus islas e islotes, quiero que sepa que desde que le escribió usted esa carta, a escondidas, al monarca aluita de Marruecos aquí la cosa no ha hecho sino empeorar en el tema de la inmigración. Hemos pasado de encontrarnos, de vez en cuando, con alguna patera cargada hasta las orejas de pobres y asustados inmigrantes, niños y mujeres incluidos, a que no haya día que no lleguen decenas o  cientos de personas del continente africano a nuestras costas. La noticia en Lanzarote ya no es que llegue una o varias pateras. La noticia, ahora, señor Sánchez, es que haya un día sin que tenga que ponerse en marcha el operativo por aire, tierra y mar para recuperar a estos desheredados del mundo que sólo buscan mejor calidad de vida para ellos y los suyos. Ya sabe, Progreso, como Marcos. Para ellos y los suyos.

Yo no sé lo que usted le puso en esa carta al Rey de Marruecos ni bajo qué presiones o recomendaciones lo hizo, para que abandonara la tradicional política del estado español con el conflicto Saharaui- marroquí e hincara la rodilla delante del hijo del recordado, y no bien, Hassan II. Sé que tanto Felipe González como el propio Zapatero, sus predecesores socialistas en el cargo que ahora ocupa usted, aunque al parecer ya se oyen ráfagas del próximo cambio de tercio,  son muy amigos de los dirigentes de Marruecos, incluido su monarca. Que ellos apuestan por tener un vecino amigo frente a un Marruecos revirado, que ya sabemos cómo se las gasta cuando se pone en marcha, ya sea verde o perejil. Eso es comprensible pero aquí no se ha explicado nada. Se ha hecho todo a espaldas del país y del Congreso de los Diputados, que representa la soberanía nacional, y se ha olvidado completamente que el Sahara, más que otro amigo menor, era un damnificado de las aventuras colonialistas españolas, que se merecen un respeto y una ayuda para sobrevivir a los años de expolio y dominio español. Pero que me lío y me voy otra vez por peteneras. Tampoco es eso lo que yo quiero reclamarle.

Perdone usted, señor presidente. Pero es que me emociono y me embalo. Y es que yo tengo la fea costumbre de escribir las cartas como si, al mismo tiempo que escribo, las estuviera leyendo el destinatario. Y esa emoción de verle a usted, haciendo muecas, mientras lee estas letras recién llegadas de su escondite de vacaciones me enternece y aboba. Y así me salen esos altibajos narrativos que se fugan del problema y su solución y se amarran a mis sentimientos para con el jefe del gobierno de todas las Españas que quedan y que se siempre están en peligro de reducirse por una u otra cuestión de vecinos y alzamientos.

Y el problema, señor presidente, es sencillo de describir. Usted con sus amaños con el mayor de los marroquíes consiguió sellar el estrecho pero la ruta del Atlántico se ha desbocado de mala manera y nos coge a nosotros en medio. Si usted fuera de Lanzarote, aunque quizás ya lo ha aprendido en sus vacaciones en la isla, sabría que si usted tiene una tubería con dos agujeritos y cierra uno, la salida del agua se intensifica por el otro. Esto lo sé porque en Lanzarote somos récord mundial en pérdida de agua en las tuberías, más de la mitad de agua que se produce, ahora en manos de la filial de la empresa madrileña Canal Isabel II, se pierde en las tuberías y no llega a su destino. Y aquí estamos como locos para que cierren esas roturas para que salga el agua a mayor presión en nuestros grifos y baje el precio, si es posible. Porque ahora, con el agua, tenemos la misma impresión que con los inmigrantes, que nos estamos comiendo el marrón pagando lo nuestro y lo del vecino. En definitiva, señor Sánchez, que aquí lejos de solucionar el problema se ha intensificado y no sabemos hasta dónde va a llegar ni hasta cuándo tendremos que convivir con esta realidad.

Pero usted nos conoce, señor presidente. Y sabe que nosotros somos solidarios. Que nos volcamos en ayudar a los inmigrantes. Pero una cosa es ser solidario y otra muy distinta es hacernos responsables de lo que no nos toca. Ni mucho menos hacernos responsables de los costes de decisiones geopolíticas que son ajenas a nuestros intereses. Usted sabe que hasta ahora, cuando la derrama era pequeña, afrontábamos el problema con lo que teníamos aquí para nosotros. Pero ante la dimensión que tiene ya el problema, eso no es posible. Ya no es una cuestión de solidaridad sino de responsabilidad institucional de la Unión Europea y España con su frontera sur. Aquí o somos todos europeos o habrá que romper la baraja.

Estimado presidente, querido Sánchez, luz política de la izquierda y objetivo irrenunciable de la derecha, disponga el operativo necesario para que gestionen esta crisis sin poner en riesgo nuestras sostenibilidad.  Evalúen y dispongan de forma que los lanzaroteños, y canarios en general, podamos conservar nuestra solidaridad, nuestro profundo respeto por la vida ajena, sin confundirnos con mezquindades impropias de nuestra cultura y educación.

Disponga, señor presidente. En Lanzarote hemos respetado sus vacaciones, nos alegra que comparta con nosotros su tiempo libre y hasta hemos puesto a su servicio al voluntarioso Marcos, que no hay cicerone en la isla más entregado a estas causas. Pero ahora, en su trabajo diario en la Moncloa, exigimos que contemple esta realidad con la seriedad que se merece. Por respeto a sus ideales, a las vidas humanas en juego y a nuestra propia calidad de vida. Pero también porque es una obligación irrenunciable del estado español y la Unión Europea. Aunque la famosa canción diga que somos siete peñascos en el mar, en la realidad, somos ocho y habitados con más de dos millones de personas que también aspiran a vivir mejor y que hasta el otro día bloqueaban la quilla de sus barcos para que las corrientes los llevaran a América y o la propia África para calmar su pertinaz hambre.

Señor Sánchez, no espero respuesta escrita, me basta con que actúe de acuerdo con los principios socialdemócratas que compartimos. De todas formas, le reconozco que voy a usar la misma táctica que tanto éxito ha dado al Rey marroquí. No se enfade, pero yo también la voy a publicar. Vamos a ver si consigo que usted nos represente y así remendamos el problema, que lo dos sabemos que no hay soluciones quiméricas pero sí que se puede hacer mucho más de lo que se está haciendo.

Estimado señor presidente, perdóname usted el atrevimiento. Pero creo que hay que hacer algo y usted es la persona indicada para afrontar el problema.

P.D.: Si me arregla usted este problemita, prometo darle a Marcos una ruta preciosa para que usted y él paseen y disfruten de una mañana placentera en esta tierra nuestra que también es suya. Gracias a usted.

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