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¿Óscar versus Jonathan?

Todo apuntaba a que en el grupo de gobierno de Yaiza se estaban viviendo momentos tensos.

La suma de municipalistas y de nacionalistas no fue fácil. De hecho, Unidos por Yaiza (UPY) nace en el 2015 en un escenario donde el rival a batir era Coalición Canaria, que tenía varios años de experiencia de gobierno en el municipio. Pero cuatro años, los primeros de existencia de UPY bajo la dirección de su líder natural, Gladys Acuña, fueron suficientes para que el proyecto de “salvación municipal” se distanciara electoralmente de los nacionalistas, con unos resultados de 8 a 4 en el 2019, ya con Oscar Noda de candidato pero todavía con  Gladys Acuña de líder.

Grandilocuentes y emotivas fueron las palabras de Oscar de agradecimiento a Gladys ante casi quinientas personas en el mitin principal de la campaña. El resultado había dejado dos cosas claras: UPY  ya se ve como un proyecto político más allá de su líder y CC tendrá que aceptar que el futuro pasa por estrechar vínculos de supervivencia con el proyecto que ideó y desarrolló una política que se crió en el PIL, pero que no quería ataduras para mejorar Yaiza. Y así nació el pacto entre dos partidos rivales que empezaban a soñar juntos.

Cuatro años fueron suficientes para entender que tenían que unirse. En los años del mandato 2015-2019 se pusieron las bases del nuevo Yaiza y se afrontaron los grandes problemas que tenía el municipio, solucionando algunos problemas y encaminando el resto por una senda de lógica administrativa. Valía con seguir la hoja de ruta, sacar las adjudicaciones de obras y servicios y administrar la rutina con cierto sentido para poder culminar el grueso del proyecto. La idea es que se hiciera en armonía entre los 12 concejales, una mayoría cualificada que dejaba a la oposición, con solo cinco concejales repartidos en cuatro partidos, como mero decorado democrático de lo que ellos quisieran hacer juntos. Pero, paradójicamente, llegan a las elecciones de 2023, no solo enfrentados sino, además, rotos ambos partidos por su convivencia en el gobierno. Y no solo con problemas con el otro partido sino, peor aún, con enfrentamientos internos en cada organización.

La situación de CC en Yaiza es conocida. La elección por goleada de Emilio Machín de candidato a las próximas elecciones frente al que lo fuera en las anteriores elecciones y ejerce de teniente de alcalde ahora, Ángel Domínguez, demuestra la desafección que tiene el partido con quien defiende más al alcalde que a la organización que le presentó. Los dos concejales liberados por el alcalde son más del alcalde, y no será solo por el sueldo, que de CC. Y eso se demostraría desde que CC decida salirse del gobierno. Eso se veía venir. Además, UPY siempre ha recibido muy bien, en su corto periodo de vida, a los que quisieran sumarse al proyecto para restarle a los rivales. Lo que no se veía venir tan fácil eran los derroteros que estaba tomando el propio UPY.

La última vez que hablé en persona con el concejal de Obras Públicas del Ayuntamiento de Yaiza, Jonathan Lemes de Ganzo, estaba sentado a la derecha de su recién elegido alcalde, Oscar Noda González, en un restaurante de su municipio. Sabía que eran los dos hombres, jóvenes ambos, en los que Gladys sustentaba su gobierno municipal mientras ella era diputada. Uno, Óscar, llevaba la parte administrativa, las cuentas y la organización interna. El otro, Jonathan, daba la cara en la calle y llevaba obras y servicios. Vistos así, parecía que estaban  llamados a sustituir a Gladys, manteniendo esa unidad, ese tándem. Y se hizo así. Y los dos estaban contentos con el resultado, a pesar de que el nuevo alcalde tuviera más perfil de número dos y el número dos más perfil de alcalde. Pero como iban a trabajar en comandita, qué más daba. Además, en su renuncia,  por sentencia judicial, Gladys no quiso variar nada y dejó que su número dos fuera el número uno. Y el número dos subió al uno. Gladys, al revés que Alexis Tejera, cuando se le presentó el dilema, por razones completamente distintas, propuso la persona al grupo. Decidió quién iba a ser su sustituto. No se iba a hacer por sustitución casual,  que se corriera la lista y se apoyaba al siguiente. No, ni mucho menos. Se fue hasta el número siete de su lista para señalar con su dedo a su amigo Isidro. Y todo apunta a que no se equivocó. En cambio, Gladys no eligió, no quiso interferir, permitió que las cosas sucedieran de forma espontánea. Se cae el uno, sube el dos. Así fue y nadie dijo nada. Menos aún, Jonathan, que apostó por salvar el proyecto por encima de cualquier otra cosa.

Hablé con ellos, con los dos. Estaban pletóricos con el éxito electoral y con el pacto con CC. Me gustaban porque eran de los políticos lanzaroteños con los que quedabas y te hablaban más de obras, servicios, necesidades y proyectos del municipio que de especulaciones políticas, cargos e intereses personales. Era yo el que les tenía que explicar cómo iba una u otra cosa por el resto de la isla. Se les veía compenetrados, contentos ambos con sus nuevas obligaciones y animados frente al reto de gobernar con los que eran sus rivales nacionalistas y sin Gladys cerca, al decidir ella quedarse al margen de toda decisión y acción municipal.

Hasta hace muy poco creía que la cosa en UPY seguía igual: todos trabajando para el municipio como un equipo donde no había jefes sino todos compañeros. Pero comencé a sospechar que no todo iba tan bien en una conversación con el alcalde después de una entrevista en “Café de periodistas”, en la que apareció acompañado por su nuevo asesor, Joel Delgado, militante díscolo del PP. Me dejó entrever que tenía problemas, que algún concejal podría estar en desacuerdo con su forma de liderar el grupo. Se me encendió la bombillita y le pregunté por Jonatham.

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  • “¿Y qué fue de tu superconconcejal?”
  • “¿Superconcejal? ¿Jonathan? Yo nunca dije que fuera un superconcejal”. Y capté rápidamente dónde creía que tenía el problema.

Y no es un problema baladí. Muchos menos cuando se lee la carta que ha presentando al partido, firmada por quince afiliados más, en plena organización del congreso. Si Óscar se ha saltado los estatutos, exige para votar que se inscriban previamente los afiliados y ha dado de baja a unos 300 afiliados sin dirigirse a ellos, esto se parece más al PP que al UPY que ellos mismos crearon hace apenas ocho años y que ha permanecido cuatro en hibernación orgánica. Y los que conocemos a Óscar tendríamos que estar convencidos de que esa actitud, tan propia de reaccionarios, no se debe tanto a que Honorio García Bravo fuera su padrino de bautizo como a nuevas influencias externas a la organización que ya han creado problemas similares en otros partidos.

Oscar y Jonathan deberían tener una conversación a solas, sin testigos ni asesores, antes de firmar la ruptura del UPY que conocemos y cuya existencia entendimos en un municipio con la experiencia política y municipal que ha tenido Yaiza. Todavía están a tiempo de evitarlo. ¿O no?

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