En nombre de la sostenibilidad
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
En una ocasión, tuve la oportunidad de estudiar con un político una encuesta sobre los temas que más preocupaban a sus vecinos.
En uno de los apartados, casi el 90% de los encuestados en un barrio concreto criticaban la falta de seguridad en la zona. Entonces, le recomiendo al político que hay que trabajar ese tema, buscar la empatía con los afectados, que entiendan que ese tema también le preocupa a él. Que hable de ese problema públicamente. Durante la semana siguiente, el político en cuestión apareció en todas las emisoras de radio y televisión de la isla e hizo mención al problema de seguridad en ese barrio. En todas y cada una de las emisoras dijo exactamente lo mismo: “El barrio en cuestión tiene un problema de seguridad que preocupa a los vecinos, los vecinos quieren que se les solucione. Ya lo sabemos”. No dijo nada más.
Dos semanas más tarde coincido con el político y le pregunto qué está haciendo con ese problemita del barrio, si se ha puesto en lo que le dije. Sonriente y más satisfecho que qué sé yo, me soltó que sí, que lleva dos semanas hablando de ello en todos los medios. Para él, trabajar el tema se limitaba exclusivamente en transmitirle a toda la isla lo que decía la encuesta. Ni por un momento pensó en la posibilidad de intentar solucionarlo, de hacer un estudio de la realidad del barrio, debatirlo en el partido y con los técnicos, y proponer y desarrollar un plan. En absoluto. Tanto fue así que, cuando se lo digo, me mira como si lo estuviera traicionando, como si fuera yo el que estaba cambiando el discurso, como si aquello no fuera con él. Como si su función acabara donde empieza la del gestor público y se redujera a ser el bufón de politólogos y encuestadores de cabecera, pagados, eso sí, con dinero público, con artimañas que algún día también contaré aquí.
Ese político, desgraciadamente, no es una excepción en Lanzarote. ¡Qué va! Es el fiel reflejo de una clase política insular más propia de recreo de trileros que de gestores de aula pública. Y la palabra “sostenibilidad” es hoy la gran manoseada en una isla donde el político y su coro parecen tener como referentes a los “Piratas del Caribe” en lugar de los dirigentes europeos. Da vergüenza verles vestidos de gala, en actos millonarios, hablando de sostenibilidad y grandes proyectos cuando no son capaces ni de ponerse de acuerdo para arreglar la minúscula Plaza de Las Palmas, delante de la Iglesia de San Ginés. Y los ves, con ritmo de la “motomami”, cantando excelencias, cuando su realidad diaria se limita a enchufar amigos, subirse sus propios sueldos y dejar en mano de empresarios amigos la concepción global de la isla. ¿Qué es eso de que La Cámara nos representa a todos? ¿Qué es eso de que los empresarios aspiran a diseñar una isla donde ya tienen a los empleados con sueldos basura mientras ellos se enriquecen más y más? ¿Qué es eso de que hay que construir más casas para que vengan más trabajadores, para que se les pueda seguir pagando sueldos basura y los empresarios hacerse más ricos? ¿Eso es sostenibilidad? No, pues eso es lo que tenemos en Lanzarote.
Sorprende enormemente, aunque no tanto si conocemos el “andar de la perrita” de todos los que se esconden detrás, que esta sea la concepción de una isla gobernada por la hipotética izquierda, con el apoyo aéreo de un gobierno canario y español también de izquierdas. Es tan evidente el desequilibrio social, con todos metidos en el barco de los empresarios mientras las chalanas de los trabajadores van completamente desguarecidas. En los momentos en el que los empresarios y políticos insulares están viviendo como reyes, los trabajadores tienen más dificultades que nunca. Y de lo único que hablan los empresarios y los políticos es de traer más trabajadores de fuera, que hacen falta más trabajadores, que necesitábamos abaratar las viviendas y demás para que puedan venir más trabajadores a Lanzarote y servir a los empresarios con un sueldo de subsistencia. De eso es de lo que se está hablando en Lanzarote en los tiempos de la sostenibilidad. Así es, de nada más.
Pregunta usted por la movilidad y los políticos te sueltan un rollo que te tiran para detrás. Les dices que como es posible que en Lanzarote el transporte público, el de guaguas, sea tan malo y te mandan a hablar bajito “por si acaso nos oiga el concesionario del servicio y se enfade”. O se molesten los de las casas de coches de alquiler. Y te dicen rápido, tanto empresarios como políticos, que mejor no ponemos de acuerdo para criticar a los taxistas. Que les hablas de carriles bicis, de mejores aceras, de espacios seguros para patinetas y demás movilidad individual no contaminante y se te atufan. Ellos prefieren hablar de subvenciones para grupos de carnaval, deportivos, sociales y de amigos varios, que se ve el resultado electoral más rápido y crean más amigos. De enchufar, de darles privilegios a algunos trabajadores para que remen a favor y esas cosas. Y nada más.
Y después de un rato batallando con el político o empresario en cuestión, le dices, completamente aturdido, pero es que así nos vamos al carajo todos, eso no tiene nada que ver con la sostenibilidad. Y te contesta, con su mejor sonrisa de hipócrita redomado: “Quizás tú no te puedas sostener así, pero seguro que yo sí”. Y así va la cosa. Y seguro que en mayo me demuestra que es él el que tiene razón.
¡Son insostenibles e inaguantables!