PUBLICIDAD

Mis amigos mayores (I)

Una de las cuestiones que más define nuestra forma de hacer y entender el mundo es nuestra experiencia relacional. Desde que nacemos y muy especialmente cuando nos abrimos al mundo y sentimos curiosidad por lo que pasa a nuestro alrededor. Eso determina, en gran medida, nuestra forma de ser, ancla valores y acumula conocimientos. Al margen de la familia y la constancia académica, es un factor determinante con quién nos relacionemos en esos primeros años en los que empezamos a interactuar con terceros en un ámbito profesional, intelectual o social.

El hecho de que, a principios de los años ochenta, comenzara mi actividad periodística ha marcado mi forma de ser profesional y mi visión de Lanzarote. En aquella época, primero en Lancelot y luego, y durante mucho más tiempo y con mucha más responsabilidad, madurez y conocimiento, en La Voz de Lanzarote, descubrí a un montón de personas, la gran mayoría mayor, mucho mayor que yo, con las que tuve la paciencia de aprender y el acierto de relacionarme. No es fácil romper la barrera de edad, que personas, fundamentalmente hombres, que era lo que había en la calle mayoritariamente en esa época, tengan interés en departir sobre temas importantes con un debutante veinteañero. Pero descubrí rápido que a la gente lista le gusta que la escuchen. Que se les repregunte con dosis equilibradas de curiosidad, inteligencia, respeto y admiración. Y yo, aunque quede feo escribirlo, no era tonto del todo. Ni para repreguntar, ni para darme cuenta de cuál era el juego, ni para obviar los beneficios que me proporcionaría relacionarme con humildad con aquellos enseñoreados representantes de la clase dominante de la isla. También ayudaba que viniera de Tías a la capital para entender el escenario como algo nuevo a conquistar y, si se terciaba, a colonizar.

En primer lugar, aunque ya había estado en Radio Lanzarote haciendo programas deportivos, debutando como un “teenager” que no solo sabía de lucha canaria sino que, además, era capaz de explicarla, con los referentes del momento como Jesús Lasso, Pedro Farray y Juan José Viera, la incorporación a la redacción de Lancelot de aquellos años era como estar en la vanguardia de algo nuevo y progresista de Lanzarote. Una semilla de algo bueno que no se sabía bien cómo iba a germinar pero que era necesario estar allí para, si fuera necesario, cambiar de maceta incluso en el futuro. Allí había gente con inquietudes, con capacidades, con voluntad de aportar una publicación al erial de Lanzarote en ese terreno. Allí conocí a los hermanos Coll, a Antonio y a Jorge, a Mario Alberto Perdomo, Andrés Pallarés, cuyo hijo homónimo era compañero de clase mío y ayudó a que entrara a formar parte de ese equipo tan prematuramente, a Puri Rodríguez Borges, a Andrés Fuentes, a Salvador Hernández, a Pedro César Quintana e, incluso, a Larry y Liz Yazquiel. También estaban en fotocomposición María Alcántara y Erasmo García, entre otros. Además, por allí aparecía un día el escritor historiador Agustín de la Hoz u otro el escritor Leandro Perdomo y gente así, que iba a conocer por haber estado en ese momento ahí, porque ellos ya eran demasiado mayores para esperarme para encuentros futuros.

En los años que estuve en Lancelot, por el que pasaba también con cierta asiduidad, incluso colaboraban, Alfredo Díaz, Polo Díaz o el propio LLeó, con sus reportajes de Educación, viví la creación ilusionada de una publicación. Fue una experiencia ilusionante, una forma de salirme de mi entorno generacional y compatibilizar mi formación, rodeado por gente de mi edad, con otra experiencia donde el aprendizaje era de forma entusiasta, metido en un grupo donde yo era el benjamín, pero en el que me consideraba uno más en la tarea de posicionar aquellas 32 paginitas de reparto semanal en la sociedad lanzaroteña. Fue el principio, pero imprescindible para después empezar a conocer a todas esas personas que eran protagonistas de la realidad lanzaroteña cuando yo era un niño, o no había nacido, o lo eran en ese momento, con las que me relacioné después. Pero de eso, ya hablaremos mañana.

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar