Un deporte de caballeros (en plural)
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Estamos a punto de cumplir los cuarenta años de la constitución de la Federación de Lucha Canaria como máximo órgano de nuestro vernáculo. Precisamente este año se cumplirán 40 de la publicación en el Boletín Oficial de Canarias del DECRETO 433/1983 de 2 de Diciembre por el que se regula la Federación de Lucha Canaria. Tuve la oportunidad, en el 1985 y siguientes de vivir muy de cerca, mientras estudiaba en La Laguna, todo el proceso de puesta en marcha de aquella federación y las controversias que se vivieron entre unos y otros para superar las diferencias que había entre los poderes provinciales, las diferencias insulares y las expectativas personales.
Fueron unos momentos duros, pero inevitables. La unión y la conformación de un cuerpo común para gobernar la lucha canaria y promocionarla exigían hacer esfuerzos y renuncias. No fue nada fácil. Pero, día a día, se veían pequeños avances y grandes logros. Las competiciones regionales, la lucha televisada, el reglamento unificado, los intercambios culturales con otras luchas del mundo, el campeonato por pesos. Con muchas trabas, pero se avanzaba. Se trataba de una negociación permanente, de luchas y discusiones intestinas hasta largas horas de la noche en las asambleas generales, en la juntas de gobierno, en los bares, en las propias luchadas. Había diferencias, sí, pero también había unas enormes ganas por parte de todos de hacer cosas, aunque no siempre coincidieran en qué cosas.
Recuerdo con nostalgia y pena mis visitas semanales a la sede de la Federación de Lucha Canaria, en la calle Capitán Brotons, 7, en la parte vieja de La Laguna (la Insular estaba cerca, en la calle San Juan, pero fui menos veces, aunque también conocí bien a su buena gente). Allí oía conversaciones prohibidas, a veces gritos que venían de la sala de reuniones, mientras yo charlaba amigamente con el secretario de la Federación, Moncho, un herreño, historiador de formación, que era tan nervioso como fumador empedernido y una excelente persona. Cuando salían de las reuniones, Plácido Mejías Benítez, otra persona encantadora, que irradiaba optimismo por donde pisaba, que fue antes de primer presidente gran luchador, me trataba como a uno más en las conversaciones que manteníamos allí. Con Antonio Bermúdez, a mi lado, que era miembro de esa Junta, intercambiamos opiniones con Pepe, Eduardo y otros miembros. Recuerdo todo aquello con enorme placer por la experiencia vivida cuando era todavía demasiado joven. Pero me da mucha pena ver en qué situación estamos 40 años después.
Estaba convencido en aquellos tiempos que cuarenta años después tendríamos una lucha canaria situada en el centro de las actividades deportivas de Canarias. Con canchas llenas de hombres y mujeres henchidos de orgullo, aplaudiendo y alabando las virtudes de los canarios en la práctica de un deportes que ellos crearon y que, ahora, mostraban al mundo orgullosos. Estaba convencido de que en una comunidad con más de dos millones de habitantes se podría mantener un alto nivel competitivo, de público y de reconocimiento a los luchadores. Que con todo lo que se había conseguido en los primeros años de la Federación de Lucha Canaria, a pesar de las enormes adversidades, en cuarenta años nos comeríamos el mundo. Que no solo seriamos grandes aquí sino que la estaríamos exportando por el mundo entero. Todos los que venían de fuera, con conocimientos de luchas y otros deportes, alababan la vistosidad, plasticidad y diversidad de recursos de nuestra lucha canaria. No me cabía la menor duda que en los años 20 del siglo XXI iría a unos terreros llenos de público, a ver un espectáculo muy bien armado, con unos luchadores muy técnicos y bien cuidados, deportiva, económica y médicamente. ¡Viviendo aquellos inicios, cuarenta años era tanto tiempo para progresar adecuadamente!
Pero, ahora, cuarenta años después, vivo esta realidad como si me hubiera despertado de un mal sueño. Como si aquellos primeros años de ilusión, de poner unos cimientos fuertes no hubiesen servido de nada. Como si volviéramos a los años anteriores a la creación del brazo más poderoso de la lucha canaria: su propia federación, separada de la FEL, e independiente para gestionar el futuro de este deporte autóctono. No hay nada. Las cosas apenas han avanzado. La Comunidad Autónoma cada vez que mete mano es para destrozar, nunca para construir. Ahora, desde hace casi un año, todo ese aparataje, que debería estar en permanente funcionamiento al servicio de la lucha canaria, está al ralentí con una Junta Gestora, fruto de discusiones bizantinas, de pleitos intestinos, de lucha de egos que nada aportan a nuestro vernáculo deporte.
No se puede tener toda una federación paralizada, con una junta de gobierno que se vanagloria por alcanzar los mínimos, organizar las competiciones, y que renuncia a poner en manos de toda su gente el futuro de este deporte. La lucha canaria es un deporte de caballeros, en plural. Ningún Caballero, por muy caballero que sea, es suficiente. Hace falta dimensionar la lucha canaria, devolverla cuanto antes a su pluralidad y popularidad innata. Es la única manera de que gane la lucha canaria. ¡Cuarenta años y así! ¡Qué pena!