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¡Luchen, mujeres!

 

Las mujeres no han sido unos seres extraños en lucha canaria. Ni tampoco pasivos. A lo largo de siglos de historia, la leyenda y los recuerdos de los mayores nos han revelado circunstancias en las que las mujeres saltaban al terreno y salían victoriosas ante puntales de considerable fortaleza. En otras ocasiones, nos traen recuerdos de los tiempos del beñesmen, el periodo de la recolección, en el que dos mujeres, de ida y venida de un montón de cebollas a otro, para descabezarlas y meterlas en el saco, acababan agarradas e intercambiaban mañas hasta que una de ellas caía, muerta de risa, sobre el rofe picón.

Sin ir muy lejos, el escritor Isaac Viera rememora en uno de sus libros una luchada en Tías, a la luz de las hogueras, en la que el gigantón José Manuel Fajardo, vecino del pueblo, daba en tierra con todos los luchadores que se le ponían delante. Esa suerte acabó cuando se escarranchó ante él un luchador de las mismas dimensiones físicas y fortaleza que resultó ser su mujer y le alivió el ego con un pencazo de escándalo. Luisa, la buena y corpulenta mujer, confesó más tarde que se disfrazó de luchador y aprovechó la poca iluminación para derribar a su marido porque, en caso de que hubiera salido invicto, se hubiese pegado toda una semana de fiesta sin aparecer por la casa.

Con Tías tiene que ver otra anécdota que se cuenta también de finales del siglo XIX. En esa ocasión, se recuerda, Santiago Rodríguez el Majorero, que vivía en el municipio, se fue a Los Valles en busca de Mamerto Pérez, uno de los mejores luchadores de la época, para desafiarlo y pegar con él. Tuvo la mala fortuna de llegar allá y que no se encontrase Mamerto por los alrededores. Entonces, el padre de Mamerto le recomendó a Santiago que, para que no perdiera del todo el viaje, pegara con su hija, Dolores, que sabía luchar. Santiago, aunque receloso al principio, acabó agarrado a la mujer, que le demostró sus habilidades llevándole al suelo. Cómo debió sorprender a Santiago, que acabaron de novios y después casados. De ahí, salió una de las sagas de la lucha canaria más gloriosas de Tías, con primeros exponentes como Ulpiano, el terrero de Tías le honra con su nombre, y su hermano Mamerto Rodríguez Pérez y, más tarde, con el  nieto Manuel Cabrera Rodríguez Pollo de Tías, recientemente fallecido.

Las mujeres sí que han estado también en primera línea en la lucha canaria, desde tiempos inmemoriales. Y, en los años 80, Lanzarote tenía equipos de mujeres, como el de Arrecife o el de Mozaga, luchadas de las que recuerdo, sin alejarme mucho de la familia, a la madre de Rayco y Ángel García, Dulce González, que era hermana de los luchadores Paco, Monzo II y Chago, echando unas “burras” más espectaculares que las que hacía quien acabó siendo su marido, Ángel García. Ambos, de talla grande y estatura muy superior a la media, son hoy día padre no solo de dos buenos luchadores sino también de dos buenas jugadoras de baloncesto, Yaiza, una de las mejores  jugadores lanzaroteñas de todos los tiempos, junto con Verónica Matoso, y Natalia. También tuve yo la oportunidad de llevar la lucha canaria al instituto de Lanzarote. En el Blas Cabrera Felipe de aquellos años hubo chicas que querían aprender, y yo les enseñé lo que pude.    

  Hoy, a las 12:00 horas, en el terrero Emilio Machín de León, de Uga, se celebra una gran luchada entre dos combinados donde estará lo mejor de la lucha canaria femenina del mundo. Del mundo, sí. La lucha canaria es nuestra, no tiene otro mundo más que el que nosotros queramos darle. Y hoy esas mujeres canarias nos demostrarán que las técnicas o mañas de nuestro vernáculo deporte no son exclusivas de hombres, si no que ellas, si me apuran, son más estilistas que muchos de esos luchadores machos que en un alarde testosterónico cambian los campos de entreno por los gimnasios esculturales.

La mujeres luchan hoy en medio de los actos del Día Internacional de la Mujer como escenificación de lo que las féminas hacen todos los días para conquistar un mundo mejor para ellas. Y para todos. Para acabar con las etiquetas de “solo para hombres” o “solo para mujeres” y dejar que las personas triunfen por sus habilidades, conocimiento, sacrificio y capacidad y no por tener uno u otro sexo. Es lo justo y así debe ser.

Lanzarote apenas tiene un equipo de lucha canaria femenino, el Unión Sur Yaiza. A pesar de que no tienen apoyo municipal y que el Cabildo les trata como un equipo de cualquier otro deporte, sobreviven con éxito en la competición regional. En cambio, el Tinajo, que tenía equipo el pasado año, ha renunciado a seguir, dejando al Yaiza como único exponente. Está claro que la lucha canaria femenina está a años luz de donde debería estar. Pero tampoco la masculina está donde se le esperaba a estas alturas de la película. Hay muchas cosas por hacer. Hace falta más compromiso y una modernización integral de las estructuras que sostienen la lucha canaria. Es un deporte nuestro, donde nuestra gente se ha vinculado y disfrutado a lo largo de la historia. Es una seña de identidad potente y un deporte de gran plasticidad, lleno de valores, donde la fuerza no es sino un elemento más donde manda la inteligencia, astucia y habilidad.

Faltan muchísimas cosas. Y hay una ristra de reproches que hacer a nuestras autoridades por su comportamiento sibilino y poco respetuoso con nuestra gente y sus costumbres. Pero, aun así, los que se acerquen hoy a Uga disfrutarán de lo lindo con lo que estas chicas pueden y quieren mostrarnos que pueden hacer en un terrero. Yo no me lo pierdo. Pero tampoco olvido que se puede hacer mucho más para que tanto las chicas como los chicos, desde que son chinijas y chinijos, puedan disfrutar con más garantías de convertirse en pollos y puntales de nuestro querido deporte.   

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