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Pregón de las fiestas en honor a San José Obrero, en Titerroy

 

Buenas noches.- Estimados Vecinas y vecinos del Barrio de Titerroy.

- Amigas y amigos.

-Familiares.

-Miembros de la asociación y comisión de fiestas san José Obrero de Titerroy.

- Autoridades presentes.

-Muchas gracias por su asistencia a este acto.

 

El diccionario de la Academia de la Lengua Española refiere que el significado de PREGON, es:

-Anunciar en voz alta y en sitios públicos algo que conviene que sepan.

 Y sobre PREGONERO, dice que es aquel que divulga algo que es más o menos ignorado.

Por tanto;-Sepan todos que hoy arrancan oficialmente las fiestas patronales de san José Obrero 2023 de Titerroy.

-Respecto a lo segundo, mi propósito de esta noche es contarles y hacerles partícipes de un recorrido personal por la historia y la memoria de mis recuerdos. Por los efluvios de mis tiempos vividos y las experiencias propias con la ciudad de Arrecife, con el barrio de Titerroy.

 Insisto, por ello, en agradecer a la asociación la invitación a este acto como pregonero de las fiestas patronales de san José Obrero 2023 y sobre todo, a su presidente don Ismael Montero, por su capacidad de gestión y labor desinteresada durante tantos años al frente de la misma.

 -Menciona don Agustín de la Hoz, en su obra literaria sobre la Ciudad de Arrecife que:

“Preceden al Puerto ásperas llanuras, solas y desoladas que tienen nombre cruel”

 Originariamente, solo era el Puerto del Arrecife y poco más.

 -Como muchos de ustedes saben, nací en Arrecife, en la calle Tenerife, que hoy es centro de la ciudad, y en antaño confluía en la periferia.

En tiempos de mi padre, Pepe, y según me contaba él que a su vez otros más viejos que le precedieron le contaron, esa zona de Arrecife, la llamaban el barrio de la Florida (parece ser que los primeros que se asentaron procedían del lugar de la Florida de San Bartolomé)

En ese extrarradio del Puerto del Arrecife, habían enclavadas una serie de casitas agrupadas que formaban unas pequeñas ciudadelas sin orden ni concierto y separadas entre sí por terrenos ásperos y desolados.

El plan municipal para reorganizar la ciudad, formó y denominó a partir de 1931, la calle Tenerife y la Coronel Bens, esta última ocupó el lugar originario de la calle la Florida.

En este lugar, donde nací, fue inicialmente habitado por familias que se trasladaron desde el interior de la isla al son del crecimiento comercial del Puerto, principalmente de Tías, Yaiza y san Bartolomé.

Se afincaron los Díaz, también los González, los Hernández, los Rodríguez, los Rosa, los Camacho, los Martín, los Camejo o los Fajardo.

Y otras tantas familias que buscaban mejorar su vida.

Los descendientes de estos, que muchos se entrelazaron entre sí, y junto a otras familias del Charco, la Pescadería o la Destila, gente de la mar, fueron los primeros que habitaron el barrio de Titerroy, al ser adjudicatarios de las distintas viviendas construidas en la diferentes promociones o barriadas.

 Y en esas ásperas llanuras, solas y desoladas que rodeaban la pequeña urbe del puerto y que llamaban el diseminado de la Vega. Abarcaba todo el espacio intermedio entre Argana-hoy Argana Alta- y Corral de Guirres- hoy Argana Baja. Era toda una superficie vacua que abrazaba unas pocas viviendas dispersas, algunos campos de cultivos y unas cuantas, quizá más que los propios hogares existentes, aljibes y maretas.

Por momentos, Imagino el silencio que debía reinar en esos tiempos de penurias, de cielo seco y a veces terroso, solo abatido por el rugir del viento. Nuestro alisio particular.

 La afluencia no cesaba y la población hacía crecer a la ciudad con nuevas construcciones hacia arriba alejándose del mar. Y en esa zona alta de Arrecife, en medio de aquellos terrenos por los que corría la escasa agua de lluvia hasta las alcogidas que desde tiempos inmemoriales llamaban Maneje; se construye el Cuartel Militar en el año 1944 y las casas para los militares en la calle García Escámez, hoy Dr. Juan Negrín.

 Mi madre, Lucía, natural de la Vega, por donde hoy es la calle Ortega y Gasset, me cuenta que a finales de los años 40 era alumna de la escuela de doña Mercedes Medina.

Se llamaba; escuela de niñas Sanjurjo y estaba ubicada en lo que hoy es el centro de salud de Titerroy.

La memoria de mi niñez me lleva a la imagen del primer consultorio médico instalado en esas dependencias de las aulas escolares antes de las sucesivas reformas que han llevado al inmueble a lo que es hoy el actual edificio sanitario.

 Titerroy, había surgido, por tanto, antes y la construcción a finales de 1957 de las primeras 120 viviendas sociales que supone en la actualidad el casco histórico del barrio, vino a darle su nombre actual. Posteriormente, en 1961, se expansionó con la construcción de nuevas barriadas, con viviendas unifamiliares;

Unas; de dos plantas.

Otras; las de mayor número, casitas terreras con porche, estar-comedor, tres dormitorios y aseo, en una superficie de escasos 48 m2, más aljibe y patio trasero para huerto.

-Titerroy, fue el nexo de confluencia de múltiples familias procedentes de diversos puntos de Arrecife y del resto de la isla que convergieron armoniosamente en este populoso y extraordinario barrio.

 

-Uno de los primeros recuerdos que permanece imborrable de mi infancia data de cuando tenía apenas 6 ó 7 años. (quizás algo menos. No estoy seguro) Con esa edad ya recorría con los amigos y primos todos los rincones del Puerto sin ningún tipo de problemas y sin que tus padres ¡te dijeran nada!

Por aquel entonces, la abuela de mi primo Carmelo, doña Rosario y algunos de sus tíos vivían en Titerroy, precisamente en esta calle. Y mi tía Nieves, la nuera de doña Rosario, que debía considerarnos mayorcitos con esa edad, nos mandó con un encargo familiar al barrio.

-Era sábado por la mañana, salí andando con tres primos y dos hermanos desde la calle Tenerife. Anduvimos por Dr. Fleming hasta la academia de don Valeriano Trancho, que fue mi maestro de primeras letras. Ascendimos por la calle Porto Alegre que en ese entonces no tenía nombre y le llamábamos “callejón de don Valeriano”. Cruzamos García Escámez (Dr. Juan Negrin) que no era calle sino carretera y a partir de ahí nos encontramos ante una llanura descampada en la que se divisaba;

Al fondo el campo de futbol Avendaño Porrúa, -hoy ciudad deportiva de Lanzarote.-

 A la derecha del recinto deportivo, lo que hoy es calle Antonio Armas esquina con Brasilia y que en aquella época era la desembocadura de la calle El Norte. Se distinguía una casita junto a un aljibe de piedra y barro que fue de mis bisabuelos Pedro de León y Margarita Morin y que habitaba mi tía Manuela.

Arriba a la izquierda, el bar Tin-Tan, de mi tío Agapito y una hilera de casas bajas en calle Lebrillo.

Frente al campo de fútbol, se edificaba la escuela de artes y oficios, Pacho Lasso, y más arriba el instituto Blas Cabrera.

-Llenos de tierra hasta las rodillas y desoyendo, como no iba a ser de otra manera, el mandato que mi tía Nieves nos dio antes de salir:

¡vayan derechitos por la vereda y no se enterreguen con el polvillo!

 

Recuerdo, la gran cantidad de barro suelto y seco que se acumulaba en toda aquella explanada.

-parecía como que nos tragaba la tierra-

 

Alcanzamos el alto de la última pendiente y apareció de golpe ante mis ojos la inmensidad de la barriada de Titerroy.

Me pareció enorme, infinita, casas por doquier idénticas unas a las otras, uniformes todas ellas, en calles rectilíneas, eso sí, sin asfaltar.

Todo era simétrico allí. Con mucho jubilo y actividad puesto que los vecinos se afanaban en tareas de limpieza de ventanas y puertas en fachada y barrían la tierra de la calle con la escoba.

Guardo esa imagen intacta en mi memoria del barrio de Titerroy.

 

Algún tiempo después al barrio comenzaron a llamarle Santa Coloma.

Tengo que reconocer que nunca me gustó ese nombre, me evocaba a una ciudad de la península y no me cuadraba tal encaje de bolillos.

Recuerdo, que por ese entonces pregunté a mi padre si conocía el motivo del cambio y tampoco él lo tenía muy claro.

Eran diversas las versiones que recorrían los mentideros de la isla;

-Que, si era porque realmente no tenía nombre. Decían que Titerroy era el de una de sus barriadas y no de todo el barrio.

-Que, había gente que no le gustaba ese nombre.

-Que, otra barriada se llamaba santa Coloma.

-Que, los terrenos donde se construyó se los compraron a la marquesa, etc. etc. etc.

Lo cierto, es que yo me resistí a llamarle santa Coloma todo lo que pude, hasta que me envolvió la evolución sin remedio. Fueron muy pocos los que hasta casi el final aguantaron estoicamente definiendo al barrio como tal.

Aun hoy, cuando escucho a mis cuñados, Pedro Luis y Pepote referirse al barrio como santa Coloma me enerva de verdad.

 

-Como decía, con el transcurrir del tiempo por las idas y venidas, y por realizar muchas veces el mismo recorrido ya me andaba con mis primos y hermanos todas las calles del barrio, incluso nos adentrábamos en lo que nos parecía más lejos; hacia donde estaba el almacén del seven up y por donde Pedro Cáceres empaquetaba batatas para la exportación.

Pero paraba más, por Tinamala, Timbayba, Tinache, Tisalaya, Tilama y, de paso, haciendo alguna que otra ruindad mientras danzábamos desde la plaza Pio XII a José Pereyra donde mi tío Juan Hernández-Juanito-tenía una pequeña tienda de ultramarinos. Un local con dos puertas y tejas rojas en el dintel, en lo que, me parecía, era el final de la barriada y que en el año 74 fue demolida por inicio de las obras de lo que hoy es el edificio del supermercado Cruz Díaz. Junto a la tiendita de mi tío recuerdo la zapatería de Juanele, del que me escondía para que no me viera porque era un hombre muy bromista y siempre nos estaba gastando bromas.

 

Unos años más tarde, venía también a recibir clases de matemáticas en la academia de doña María de los Angeles, que estaba al final de la calle Tinache. Esta buena mujer hizo que aprobara la asignatura a pesar de que las matemáticas no eran de lo que más me emocionara.

En esas calles, al salir de clases, me relacionaba con otros chicos o chicas del barrio que desde luego me parecía más atractivo e interesante que las enseñanzas de cálculo o aritmética.

Era lo que suponía estar dos o tres veces a la semana por aquí y con algunos quedábamos para jugar al balón.

 

Les cuento una anécdota de esta época.

Organizábamos partidillos de futbol entre los chicos de distintos barrios de Arrecife y nos íbamos a jugar en unos casos a las salinas que estaban por la zona de los Cuartes. Hoy viene siendo un poco más arriba de donde está ubicado el Centro Cívico de Arrecife.

Y en otros, a un campito que había por lo que en la actualidad es la casa de la Juventud y que le llamábamos el campo de Matías porque si este no lo autorizaba, no se jugaba.

Quedábamos por allí y nos pasábamos el día jugando a la pelota unos con otros. Esto de ir ataviados con equipajes no existía. Nos recreábamos con la ropa de andar por casa.

Más tarde, resultó que -en el Avendaño Porrúa- se podía jugar siempre y cuando no hubieran programados partidos o entrenamientos oficiales y nos arbitraría Román Cabrera.

La cosa empezó bien, quedaban los capitanes de los equipos, acordaban la fecha para jugar, se la comunicaban a don Román Cabrera y este nos confirmaba el día.

Los primeros partidos todo fue perfecto, se presentaron los equipos, y se celebró el encuentro en la cancha de arena negra del polideportivo.

El día que nos tocaba jugar con los chicos de Titerroy, no aparecieron. Después de estar esperando más de una hora por ellos, se acerca don Román y nos pregunta:

¿Quién es el Capitán del otro equipo?  Al darle su nombre nos invitó a irnos y riéndose a carcajadas, decía:

-Esos no van a venir, porque últimamente están empecinados con el  balonmano-

 

-Titerroy, ha sido siempre muy prolífera y creativa en su actividad social y cultural, pero es destacable como la cuna del balonmano conejero. Esta modalidad deportiva germinó en este barrio y se expandió con notoriedad y acierto al resto de la isla.

 

-Estando en la escuela de la Marina cursando 6º de EGB.

(Era el año que trasladaron la secundaria al antiguo Parador Nacional, que por desuso turístico convirtieron en Colegio)

Fue el primer curso en que las materias las impartían distintos maestros con especialidad.  Nuestro profesor de deporte fue Joaquín Ruiz.

Nunca antes, había tenido como asignatura el deporte.

El Parador no tenía cancha deportiva, bueno, no tenía ni patio para el recreo, solamente disponía de un pequeño espacio a la entrada del vetusto edificio que anteriormente había servido de aparcamiento para los vehículos de alquiler de los turistas.

Con don Joaquín, se instauró el espíritu competitivo en todos los deportes pero principalmente en el balonmano y se crearon los primeros equipos en las aulas para competir con otros colegios.

-Fue por las fiestas de san José Obrero de ese año.

Se iban a celebrar las 24 horas de balonmano en Titerroy organizadas por el club san José Obrero.

Nuestro equipo de la clase lo denominamos - Dakota Louis- (Lo de Louis, se debía a que don Antonio Arencibia nos regaló las camisetas de esa marca)

Ahí estaban; José Carlos Dorta, el pulmón del equipo, Antonio Arencibia -hijo- o Miguel Angel Fernández, entre otros. A mí me pusieron de portero.

La cancha; la del Sanjurjo Maneje-hoy CEIP Titerroy-, comenzamos por la tarde y jugamos hasta el amanecer porque ganamos varias rondas y nos plantamos ya de mañana en la siguiente eliminatoria pero perdimos en la semifinal.

-El resto de los equipos, en el entorno, aplaudiendo y animando a los que jugaban con mucha familiaridad y camaradería.

Fue emociónate.

¡Me encantó jugar a ese deporte!

Esos fueron los primeros años, el comienzo de un espectacular auge deportivo surgido en la calle Eugenio Rijo que se cerraba al tráfico y se trazaban los terrenos de juego. En las canchas del Sanjurjo Maneje y del Benito Méndez, en la del Poli, que estaba descubierta y que detrás de la portería del lado noreste estaba lleno de piedras y había que ir saltando entre ellas para recoger la pelota. Y, como no, también la cancha del Instituto Viejo-Agustín Espinosa- que en alguna ocasión tuvimos que saltar el muro para entrar.

Fue ahí, donde empecé a conocer y empatizar con gente, como Lorenzo Lemaur, Jesús Casanova, con el que luego coincidí en el Torrelavega al que me llevo Joaquín Ruiz, Juan Carlos Fuentes, José Domingo Morera, Erasmo, Agapito de León, Alexis, Luis, Cesar Curbelo, o Pancho del que recibí unos cuantos rebencazos. Y tantos y tantos otros deportistas.

Después, llegaron las competiciones, las fichas federativas en las que estuve desde juvenil a regional en el Torre. Pero sobre todo me quedo con una cosa clara, el espíritu deportivo y la sana rivalidad existente entre Torrelavega-y el San José Obrero, que llevó este deporte en la isla a cuotas de esplendor a nivel nacional como nunca antes alcanzadas y con un seguimiento sin paragón tanto en disciplina femenina como masculina.

Fue un éxito rotundo del balonmano Lanzaroteño, pero sin lugar a dudas, lo fue principalmente por el club de balonmano san José Obrero y aquellos primeros atrevidos del barrio de Titerroy que se empeñaron en encumbrar esa disciplina deportiva y lo consiguieron.

 

Pasaba el tiempo y ya, en mi primer año de instituto.

El Agustín Espinosa estaba en reformas y desde el inicio hasta navidades lo hicimos en el Blas Cabrera. Se compartía Instituto, unos en horario matinal otros en horarios vespertino.

Fue en esa etapa cuando conocí a compañeras de clase como Luisa Cáceres, Cristina Barreto o Eva Borges, que eran amigas y nativas del barrio.

Eva, que terminaría siendo mi esposa, fue de las primeras generaciones de nacimientos acontecidas en los siguientes años tras las entregas de las viviendas de la barriada en la que le adjudicaron la de sus padres, aunque no fue tan precoz como su prima, ya que la tía Luz, también en la calle Fray Mendo, recibió la casa en mayo y tres meses después, en agosto de 1961, nació Baby.

Ese primer trimestre en el Blas Cabrera, fue fugaz, aunque volvería tres cursos después para realizar el examen de la prueba de selectividad tras finalizar COU-.

No me puedo olvidar de esa etapa inicial en el Blas Cabrera, de los dulces de crema-las famosas pachangas fritas con azúcar- que me comía durante los recreos en la dulcería de Pino, en la calle Carlos III, que sabían a puro manjar.

 

-Después, cuando comencé el noviazgo, me pasaba todo el tiempo del mundo en Titerroy.

Como anécdota,

siempre cuento que cuando iba a casa de Eva lo hacía andando desde la calle Tenerife.

Mi forma de entretenimiento mientras llegaba a la calle Fray Mendo, consistía en ir contando los pasos que iba dando en todo el recorrido. Casi siempre me salía la misma cifra, aunque lo hiciera más rápido o algo más lento y que paso arriba, paso abajo traducido a metros, estaba en torno a un kilómetro y medio aproximadamente.

Tampoco era para tanto, -me decía a mí mismo-,

Aunque pareciera a simple vista mucho más lejos, esa apreciación de lejanía se debía a una simple cuestión de visión del terreno descampado más que por la verdadera distancia física existente entre ambos puntos.

 

De esa época permanece en mi recuerdo:

La tienda de comestibles de Valentín Lemes y que regentaban las hermanas Luci y María Isabel en frente donde se ubica el hiperdino. En ese espacio se llegaron a realizar algunas verbenas con ocasión de estas fiestas de san José Obrero, de la mano de Gines Hernández que era el presidente del Club de Futbol santa Coloma y quien las organizaba.

Recuerdo también, La dulcería de Felisa y a su madre Magdalena, o la dulcería la Tarta de José Miguel y María de los Angeles, en la calle Eugenio Rijo Rocha, que antes había sido la tienda de Manuela, donde despachaba también Sergio. Y, como no, la tienda de Pepe Fernández que la rememoro incluso desde que iba de niño con mi padre a llevar alguna que otra compra. La de Zenón donde había trabajado como dependienta mi cuñada Carolina. La dulcería de Toña que antes había sido la barbería de Rodri, donde aprendió el oficio mi cuñado Toño y la Frutería de María Dolores junto a la casa del tío Polo.

Avanzaba el tiempo y

Después del periodo de estudios universitarios en la Laguna y de regreso de nuevo a la isla, contraje matrimonio en la iglesia de san José Obrero siendo párroco don Santiago González y nos fuimos a vivir de forma permanente a la calle Fray Mendo, a la casa de Angela, mi suegra.

-Eran los años en los que solo había dos canales de televisión.

Años en los que, los días de partido retumbaba toda la casa cuando la UD Lanzarote marcaba gol.

y en los que una virgen en una cajita de madera, que se velaba, iba pasando de casa en casa.

Viviendo e integrado en la vida social y cultural del barrio es menester también recordar los domingos haciendo la interminable cola en la churrería de Casimiro para comprar unos churritos para desayunar. A los vendedores ambulantes que llegaban en sus coches tocando la pita, anunciando la venta de pescado, de pan y dulces. Los mantecados y mimos de “seña” Clementina, Los vendedores de papas y verduras, de ropa de vestir y otros artículos para el hogar, e incluso hasta libros. Y a todos terminábamos comprando algo.

Como no voy a recordar la carnicería de José María, la tapicería de Guillermo Duarte, a Momi el fotógrafo, la cafetería Sport que abrió Mariano y Ricardo Tavio y que después continuó Fran. -Richard aún se enorgullece que fuera la primera del barrio donde se hizo el sandwich mixto.- Eso no se olvida.

También, cuando abrió las puertas Ampate, La ferretería en la calle Carlos III que abría los domingos, La panadería de Machín, cuando empezó a vender el pan caliente por la tarde, el videoclub en la calle Alcalde Lorenzo Cabrera, la farmacia de don Juan Armas en la calle Luis de Guadarfía, la hamburguesería el Amanecer, el asadero de pollos, deportes Arco Iris, el estudio de fotografía de Rafael Hernández que antes había sido una librería, la caja de ahorros o las sesiones de cine en el Hollywood que otrora fue el de don Paco.

 

Fue en la calle Fray Mendo, donde comenzamos a dar nuestros primeros pasos profesionales para ganarnos la vida, mi mujer, impartía clases particulares a los niñ@ y yo haciendo declaraciones de la renta y otros trámites a los vecinos.

Es imposible de olvidar, las verbenas en una engalanada plaza Pio XII, con su Kiosko. Tampoco a los gigantes y cabezudos que danzaban por las calles del barrio y anunciaban estas fiestas.

Y, como no, fui testigo directo de la recogida de firmas que devolvió al barrio el nombre original de Titerroy que nunca debió perder y que aconteció justo nueve días después del nacimiento de nuestro hijo, Alejandro.

Fue el 6 de febrero de 1990, cuando se aprobó en pleno municipal.

Me apunta Lorenzo Lemaur, que la movilización vecinal recogió 2.365 firmas que hizo posible el cambio.

Durante todo ese tiempo pude apreciar que vivir en Titerroy era diferente.

Primero, porque la cuesta del estadio ahora era hacia abajo y segundo, porque cuando la gente bajaba decían que se iban para Arrecife.

Los propios vecinos se sentían que no eran parte del Arrecife marítimo. Esa separación física durante tantos años había imbuido una autoexclusión y su sentimiento de pertenencia era sólo a Titerroy como ciudad separada.

El barrio era otra ciudad ajena, otra realidad diferente dispuesta a competir en el mismo nivel y sin ningún grado de sumisión.

Con el transcurrir del tiempo, poco a poco, se unieron las dos realidades físicas y se construyó todo aquel gran espacio vacío de antaño. Se fue edificando el margen derecho de la calle García Escamez, (Dr Juan Negrin) hasta la calle Castillo de las Coloradas y calle Lebrillo. Se edificó la casa de la Juventud, luego los viales de la medular, la Biblioteca Insular, el TEAC y la Escuela de Idiomas, la Cruz Roja que se instaló en dependencias que iban a ser inicialmente para la guardería municipal, los edificios institucionales de Asuntos Sociales, la sede de la UD Lanzarote, el pabellón municipal de Titerroy. Se edificó Cocelan, el Centro Comercial de Arrecife y la Estación de Guaguas. El Registro de la Propiedad, el Palacio de Justicia y recientemente las oficinas de la Red Tributaria de Lanzarote y las de la Agencia Tributaria Canaria.

 No podemos negar la vorágine diaria de la sociedad que nos ha tocado vivir. Todo va cambiando paulatinamente, los mismos medios técnológicos que tenemos a nuestro alcance nos ha hecho cambiar y Titerroy no es una excepción, también ha cambiado y sigue evolucionando, pero no podemos obviar a aquellos que fueron los primeros que llegaron al barrio y cuyas primeras viviendas construidas necesitan ayuda de habitabilidad. La administración no puede abandonarles.

 Nosotros, ahora vivimos en Guime, y miramos con nostalgia nuestro pasado. A veces venimos a desayunar, los sábados o domingos a la cafetería Fontanales y no es como antes, desde luego que no lo es, pero es nuestro barrio y recordamos con cariño y agradecimiento a todos aquellos amigos, vecinos humildes y sencillos con los que convivíamos y singularmente a los que nos ayudaron en los inicios de nuestra vida.

Titerroy, es una ciudad ilustre y donde han nacido y vivido personas ilustres, con don Ginés de la Hoz a la cabeza.

Pero no quiero terminar si resaltar a todas aquellas personas que contribuyeron con su trabajo y esfuerzo a la dinamización de la vida social, cultural y económica del barrio; y aunque algunos no les conocí personalmente, es como si asi fuera porque en casa siempre se habló mucho y bien.

A los maestros doña Pura, doña Tita, doña Emilia, don Cesar, don Ambrosio, don Rogelio y don Juan Valenciano, a los practicantes don Valentín y doña Rafaela, a los vendedores de lotería y la once, Isidro, Pino, Leoncio y Pepe. A Chano el carnicero y a Chano del del bazar. A Manuel el de los futbolines. A Julián de León, a los guardias municipales, a esta asociación y a todas sus juntas directivas y a todos, a todos, aunque no los haya nombrado porque si no la lista sería interminable.

 

Muchas gracias. ¡Felices Fiestas! ¡que viva san José Obrero! ¡Que viva Titerroy

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