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Políticos como el vino, pero en malo

 

Nos esperan batallas electorales reñidas (XV)

   A los políticos de Lanzarote les pasa lo mismo que a los enólogos de la isla. Se copian tanto unos de otros, que acaban haciendo lo mismo, diciendo lo mismo y aburriendo de la misma diferencia. Lo que diferencia a los enólogos de la isla de los asesores políticos es que ellos han conseguido hacer vinos parecidos pero muy buenos todos. En cambio, los asesores políticos han conseguido que, cada vez, se parezcan más los políticos los unos con los otros, al margen de ideologías, pero han hecho malos políticos. Gente sin empatía, personajes sin futuro fuera del mercadeo vergonzante en el que han convertido la cosa pública, que se rodea de otros iguales que ellos que les enseñan a robar sin que note, a no hacer nada pareciendo que están haciendo un montón o hablar como si fueran catedráticos de la lengua cuando apenas son expertos del trincar y trinchar. Cuando tendríamos que estar intentando que los asesores políticos aprendieran de los enólogos, lo que estamos haciendo es poniendo en manos de los políticos la ordenación de los espacios fundamentales para cultivar uva, vender vino y conservar los paisajes. Dicho así, parecería cosa de locos. Pero lo verdaderamente demencial es que es la pura realidad. Y si no, miren lo que pasa con el Plan Especial de La Geria. Se lo toman bajo sus tres premisas básicas: no vamos a hacer nada, vamos a aparentar que estamos haciendo mucho y no vamos a dejar que nadie haga nada. ¡Y así va!

Los aspirantes a políticos que veo, que han estado merodeando por los partidos y despachos de políticos, están convencidos de que lo que tienen que aprender para ser políticos y a mentir sin que se note, a tener una agenda llena con entierros, bodas y fiestas para saludar a todo el mundo y regalar el dinero a aquellos que atesoran nichos de votos desequilibrantes. Cuándo les pregunto qué quieren hacer por Lanzarote, todos me miran como si el que se hubiera vuelto bobo fui yo. Y no estoy exagerando. No tienen ni idea de qué hay que hacer, ni tienen un propósito de enmienda a lo que hay. Es decepcionante. Ni saben qué hacer, ni quieren hacer nada especialmente. Lo único que les atrae es la erótica del poder. Que ya no es el sexo fácil (y que me perdone el Tito Berni, su sobrino y toda su vergonzante panda por llevarles implícitamente la contraria) sino el poder por el poder, el ejercerlo sin límites ni censura, de la vagancia más rampante y la ignorancia más desconcertante. Leo listas completas de nombres desconocidos, oigo a falsos líderes, candidatos a ayuntamientos, cabildo y parlamento, que en la misma frase dicen una cosa y la contraria. Sin salirse del párrafo, sin mostrar extrañeza, sin pestañear pero sin parar de sonreír, como si en el kit de campaña hubieran incluido el último modelo de satisfyer.

Otra cualidad que tienen estos políticos salidos de la cosecha de la mediocridad es que, al igual que el vino, al rato, me provocan un dolor de cabeza inaguantable. Así que, perdonen, que me voy por mi pócima mágica llegado este momento. Solo un enantyum me libera de estos padecimientos. En las elecciones, me da, que solo se podrá elegir entre ellos cuál es el que quieres que te defraude, cuál es que quieres que te produzca la cefalea. No dan para más, pero mañana seguiré rebuscando por ver si encuentro algo distinto.

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