A Clavijo, desde el terrero
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
En unas semanas, usted, señor Clavijo, don Fernando, volverá a ser el presidente de todos los canarios. Como director de un pequeño medio de comunicación canario que soy, y casi 40 años de ejercicio profesional, podría aprovechar esta misiva para hacerle llegar los innumerables e irremplazables retos que tiene Canarias pendientes y que hay que afrontar con prontitud, eficiencia y entusiasmo. Pero estoy convencido de que mis colegas, responsables de medios mayores que el mío, con más difusión y con mayores inversiones publicitarias de dinero público, y con mayor predicamento entre ustedes, la clase política, se esforzarán en hacerle llegar, editorializando incluso, con detalle y de forma exhaustiva, una relación pormenorizada de todas esos deberes que están por hacer en esta tierra nuestra. En cambio, sé también que ninguno de ellos pondrá el mínimo interés en llamar su atención para afrontar con iguales garantías el andamiaje identitario de esta tierra, nuestra tierra.
Se nos avisa una y otra vez de los riesgos del crecimiento poblacional que sufren las islas, poniendo cifras realmente escandalosas de más gente y su impacto en una estructura poblacional que pierde raíces para hablar de una multiculturalidad que acoge todo de todos pero no irriga nada con la cultura suya propia. Una comunidad sin valores culturales e identitarios no es un pueblo, es una simple congregación de personas a la que le cuesta identificarse con el territorio más allá de sus reducidas vivencias personales.
Sé que ustedes se definen como nacionalistas canarios y sus primos hermanos como canaristas, pero más allá del descuento de residencia para volar y alguna especificidad económica, no se les ve más canariedad palpable. Hasta el punto de que el mismo Día de Canarias invitan a los canarios/as a disfrutar, en el salón de su casa, de la retransmisión de una luchada del deporte más emblemático de las islas, con muchos y muchas de sus mejores deportistas en el terrero, y la suspenden a la mitad del encuentro con peregrinas excusas. La magua y la impotencia de todos los espectadores fue canalizada como ciudadanos de tercera, acostumbrados al abuso del poder y al ninguneo de nuestra cultura tradicional. En cambio, horas después, nos emitían al completo, con los políticos de turno muertos de risa y consumiendo pantalla como si fueran las chocolatinas de Binter, la entrega de los Premios Canarias, sin límites de tiempo. Para los miembros de la autoridad canaria parece que lo único que merece respeto son ellos mismos. Que lo institucional son ellos y no el realce del pueblo que representan y que dicen defender.
Estimado Clavijo, perdone que le muestre la desconfianza que me inspira la clase política canaria en general, pero muy especialmente en lo que se refiere a la divulgación y defensa de nuestra cultura popular. Son ya muchos años los que llevo oyendo promesas y sufriendo sus incumplimientos. Aun así, como puede ver, no quiero cerrarme en banda y mandar al fondo del mar la saca de los viejos sueños. Usted habló en campaña electoral de apostar por la divulgación y promoción de nuestros deportes canarios entre nuestra propia población y espero que sea con la pretensión de convertirlos en vínculo identitario entre los que están y los que vienen. Pero hay mucho trabajo por hacer. Por eso es imprescindible que cumpla su compromiso de poner un instrumento institucional, con recursos, presupuesto y personal al servicio de ese rico patrimonio cultural y deportivo que se desangra delante de nuestros propios ojos sin hacer nada. No se puede ser nacionalista, ni canarista, ni canario y pasar de lado ante esta histórica injusticia.
Me gustaría poder darle las gracias dentro de cuatro años por el trabajo que ha hecho en este sentido. No aspiro a que haga todo lo que está por hacer desde hace lustros y más lustros. Me conformo con que nos deje un instrumento bien armado para empujar a consejerías de cultura. educación y deportes, a asociaciones, clubes, federaciones, estudiosos y todos los que se quieran embarcar en este proyecto colectivo, tan ilusionante como olvidado, en la buena dirección. Estas cosas puede que no den de comer, ni acaben con la pobreza, pero ayudan a sobrellevar con orgullo los retos de cada uno en esta tierra. Puede que así nos cueste menos sentirnos más canarios que cualquier otra cosa.
Perdone el latazo, porque me temo que no está usted en estos momentos para leer estas pequeñeces de un casi viejo que no se olvida de lo que ha disfrutado en esta tierra desde niño.