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“No importa lo que hagamos, solo cuenta lo que decimos”

 

Se acabaron las fiestas, el verano y los días de gracia después de las elecciones del pasado 28 de mayo. Toca ya arremangarse y ponerse a trabajar con decisión y entusiasmo cada uno en lo suyo. Viene un trimestre clave para afrontar este mandato. Es el momento de armar un equipo y ponerle a trabajar, arrastrando a los miles de trabajadores públicos a implicarse en la tarea. Unas elecciones pueden ganarse en seis meses o en un año de campaña gubernamental, pero un mandato solo se rentabiliza social y económicamente si se organiza desde el principio respetando los tiempos y las formas. Los dos primeros años son tan importantes como los dos últimos. Tan importantes, pero completamente distintos. No se pueden tomar las decisiones de los dos últimos años en el periodo inicial pero menos aún los políticos se atreverán afrontar en el final las que deben tomar desde ya.

Todos los políticos saben lo que es un mandato. Algunos incluso saben diferenciar entre un periodo expansivo y otro intensivo, pero la mayoría se han acostumbrado ya a no hacer nada los dos primeros años del mandato (“¡Todavía queda mucho para las elecciones!”, suelen decir), y a rematar los dos últimos, al llegar sin nada vendible de alto valor público, a base de subvenciones exageradas y premios cuestionables pero muy populares, que ayudan de manera perniciosa a quebrar más las posibilidades de actuación de la propia administración. Han trastocado aquello de “dos años de trabajo y dos de marketing” para quedarse con aquello otro de “dos años sin hacer nada y otros tanto aparentando que hemos hecho algo”.

En este inicio de curso tenemos la desgracia que uno de los principales políticos de Lanzarote, su presidente insular, es un reputado ejemplo de esa forma viciada de hacer política. Con el hándicap añadido de que está convencido de que gana las elecciones por su cara bonita y sus peliculeras actuaciones, no exentas de minutos sobre el escenario haciendo de telonero de cualquier estrella de la canción que llega a Lanzarote. Si hay una reunión con el representante de Canal Isabel II, para ver qué hacemos con Canal Gestión Lanzarote y la penosa situación del imaginario ciclo del agua de Lanzarote, puede que mande encantado a cualquier consejero en su nombre. No importa a quién, ni su formación, ni su capacidad, ni sus antecedentes de mirar más para su bolsillo que para las arcas públicas. Ahora bien, si se trata de ponerse delante de miles de jóvenes o no tan jóvenes, haciendo de telonero de Sayko o cualquier otro, allí estará él, encantado de conocerse, haciendo promesas, incluso, de que si se portan bien, la próxima vez en lugar de 300.000 euros por espectáculo se gasta 100.000 más en nombre de todos, a cargo de las cuentas del Cabildo de Lanzarote. ¡Qué generoso se es con dinero ajeno!

Nadie conseguirá convencer a Oswaldo de que las elecciones no las ganó él. Sino que las perdió María Dolores Corujo, por agarrarse su asesor personal Carlos Espino al librito gordo de las modas electorales. “No importa lo que hagamos, solo cuenta lo que decimos”, es el lema de todos los cuentistas. Y Oswaldo podría ser un noble patrón de esa causa. ¡Miren a Teguise y vean! En el último mandato ni tan siquiera se atrevió a venderles a sus vecinos la mala gestión que hizo. Dejó allí a Olivia desde que se dio cuenta de que no ganaría ni repartiendo tarros de leche condensada para endulzar la cosa. Y abrió sus ilusiones al Cabildo, sabedor de que en unas elecciones sin más candidatos de talla, concentraría en sí a todos los críticos de la mala gestión de Dolores Corujo y del rechazo que sigue provocando Carlos Espino, al que puso en el centro de su gobierno, fuera de las líneas del propio PSOE.

Dolores Corujo se equivocó poniendo a Carlos Espino de jefe de Gabinete, como se equivoca Oswaldo poniendo a su amiga inhabilitada, a la que en pleno programa de televisión, después de ganar las elecciones por 69 votos de diferencia, le dijo públicamente que cogiera el cargo que quisiera, que le daba lo que ella quisiera.  Y ella cogió el que creyó que era el más alto y estratégico para influir en él sin despertar sospechas y malos rollo con la oposición, por su condición de inhabilitada para cargo público, al haber sido condenada en 2018 por delitos vinculados a la corrupción en su etapa de alcaldesa de Yaiza. Por supuesto, no pasaría nadie que fuera consejera no electa, que tiene las mismas responsabilidades de gestión que los electos, una persona que la justicia impide presentarse para optar a ese cargo.

Por supuesto,  Gladys Acuña no le va a decir a Oswaldo que se ponga a trabajar que las elecciones se ganaron más por las debilidades del gobierno socialista que por sus invencibles fuerzas electorales. Ella prefiere decirle que las ganó gracias a ella. Que las elecciones se ganaron gracias a que ella hizo Yaiza Siempre para, incluso en contra de la voluntad de algunos candidatos de la única lista al Ayuntamiento, votarles a él. Nadie sabe exactamente cuántos votos reales aportó Yaiza Siempre a Oswaldo, muchos menos que al Ayuntamiento y menos que la propia CC liderada allí por su primo Emilio Machín y Mateo Ramón de la Cruz.

Pero sí hay algunos que sabemos todo lo que hizo Gladys para provocar el enfrentamiento entre Oswaldo y Oscar Noda, para impedir que UPY y CC pudieran ir juntos a las elecciones al Cabildo. Esa operación les hubiera dado casi mayoría absoluta. Pero Gladys, durante casi tres años de aplicación total y exclusiva a ello, desde su puesto de asesora de Oswaldo, rompió todos los puentes. Solo había que ver las risas que provocaba en Gladys los cabreos de Oscar, cuando ella “mandaba” a Oswaldo a hacerse fotos en Yaiza sin quedar con el alcalde, para saber de qué iba la cosa. Y aun así le costó, porque Oswaldo hasta el último momento estuvo tentado a llegar a un acuerdo con Noda. Él quiere mucho a Gladys y a su familia, mantienen una relación casi filial. Pero sacrificar su carrera política, su sueño, por ella ya le pesaba mucho. Por eso me extraña que confíe de nuevo en sus manejos intencionados (más caprichosos que profesionales) su futuro y se vaya él de nuevo de correrías para el Parlamento, dejando la “casa amarilla” en sus manos.

El equipo que ha ido creando Oswaldo desde que tomó posesión es un ejemplo claro de que no estamos ante un político nuevo, que va aprovechar el “sagrado 69” para reinventarse y convertirse en un político de referencia en Lanzarote. Se dedicará al parcheo que le permita fotos a diestro y siniestro e intentará sobrevivir siguiendo con su engañoso marketing y con la complicidad millonaria de los medios de comunicación que a cambio de millones convierten las piedras en relucientes melones. Para solucionar el transporte público, por ejemplo, en lugar de ir a un pliego generoso que acoja las bases para darle una respuesta real, posiblemente se reúna con la concesionara actual para ver qué se puede hacer para que no cambie nada. Lo de siempre.

Si nos atenemos al personal de confianza que ha nombrado, Oswaldo se cree más que está dirigiendo una productora que un Cabildo. Personal para protocolo, personal para prensa, personal para marketing y la inhabilitada. Y ya está. Eso es todo, por el momento. Lo demás puede esperar. Y así se empieza el curso. Con la mochila llena de juguetes pero sin ningún manual o ensayo que llevarse al pupitre.

 Y un consejo final: si están interesados en ver a Oswaldo, no pierdan el tiempo buscando por ahí: lo encontrarán en cualquier red social, haciendo de “showman” de cualquier acto. Da igual que sea un concierto, una feria o un encuentro de mayores. Allí estará él, con todos sus asesores alrededor, grabándole, como si fuera una estrella. Lo que siempre le ha gustado ser. Ya solo nos falta que le dé por cantar. ¿Se imaginan a Oswaldo cantando folclore? “Dices que te vas, dices que vas para La Gomera, dices que te vas, pero no me llevas, pero no me llevas…”.           

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