PUBLICIDAD

Los Sangineles de Echedey

 

El pasado sábado noche, aburrido de pasar calor, me atreví a dar una vuelta por las calles de Arrecife ante la amenaza ya cierta de que venían fiestas. El día antes, el mejor árbitro que hemos tenido en esta ínsula nuestra, Alejandro Hernández, pitó el inicio de los Sangineles con un toque personal en un espacio distinto a otros años. Es un claro reconocimiento a un hombre de Arrecife que triunfa en el mundo vestido de negro, corriendo sobre el césped que nunca conoció con ese verdor en Lanzarote y repartiendo tarjetas y justicia entre 22 deportistas que parece que no tienen más pelotas que aquella que se disputan con tanto ingenio como brutalidad. Su elección ha sido un acierto. No solo por lo qué es y por quién es sino también porque ha permitido darle otra escenografía al pregón, en la línea de abrir la fiesta a todo el mundo y reinventarla para ponerla, de nuevo, en el imaginario popular como las celebraciones de la capital de Lanzarote.

Me recorrí, despacio, toda la avenida hasta desembocar en el Charco de San Ginés. Un paseo que hice en dos dimensiones. Por una parte, la evidente, observando lo que había en ese momento. Y, otra, recordando lo que había cuando en el siglo pasado bajaba al Puerto (así llamábamos a la capital en aquellos años), primero con mis padres, más tarde con mis amigos, después con mi novia, luego con mis hijos. Hasta que dejé de ir totalmente, en este siglo. Los Sangineles, como un cesto que no retiene el agua, iban perdiendo adeptos, actos e identidad sin que nadie buscara nada para que se encontrara la ciudad con su gente y visitantes. Y así estaba, hasta que el año pasado, el grupo de gobierno liderado por el popular Yonathan de León  puso al frente del departamento al nacionalista Echedey Eugenio. Muchos creímos que el chico que bajó de Los Valles, con la intención de ser alcalde de Arrecife, se iba a tirar a la bartola, a esperar el momento de clavarle el puñal al PP, con la ayuda del PSOE, para sentarse en el sillón que tanto desea. Pero, no. Echedey cogió el palo que le dieron, buscó una tanza y un anzuelo y se puso a pescar. Solo las personas inteligentes saben encontrar oportunidades donde los demás solo vemos inconvenientes.

Nadie niega que en el Ayuntamiento de Arrecife hay dos centros perfectamente definidos. Por un lado, en la Alcaldía, el “toro” de Titerroy Yonathan de León lidera obras y servicios. Por otro, el pertinaz Echedey, rodeado siempre con toda su cuadrilla de concejales CC, explora las emociones de los vecinos dándole a la tecla festiva. Ambos han conseguido despertar interés por su trabajo y, hasta ahora, han sabido contener sus ataques de celos antes de mandar algo que funciona bien al traste. Hasta ahora, los dos leones han salido a cazar sin molestarse el uno al otro. Saben que rey de la jungla no hay sino uno. Pero también saben que sin jungla no hay leones ni piezas que cazar.

Avanzo Avenida abajo y recuerdo la calle llena de gente, de hombres, mujeres y niños. Oigo, como si fueran ahora, los gritos de la tómbola ofreciéndonos una “chochona” revestida de sorteo baratillo. Veo en mis recuerdos las piñas garrapiñadas, el algodón dulce y mis queridas y secas chuflas. Niños agarrados de la mano de sus padres, en ventorrillos de mesas y sillas destartaladas, protegidas por un cerco de hojas de palmeras alineadas y atadas. Evidentemente, nada de eso está en la recuperación del pasado que prometía Echedey para estas fiestas de 2024. Y tiene sentido que no esté.

Me parece un acierto el poner la fiesta dentro de la ciudad. En distribuirla por tres escenarios que te obligan a recorrer toda la Avenida, donde se van sucediendo distintas cosas, para distintos públicos, desde que sales de la zona del Reducto hasta llegar al Charco de San Ginés y el característico sonido de los “cochitos chocones” te atraen al carísimo solar de Ginory donde niños y grandes disfrutan de la Feria. Me parece también un acierto la zona de ventorrillos, y su intención de ambientarlos con música folclórica (allí me encontré a mi amigo Pedro, cantando y tocando). Está claro que aquellos ventorrillos de madera no pueden ser tradicionales sino en Finlandia o Suecia, donde la madera se usa para todo porque tienen una masa forestal inmensa. En Lanzarote, los troncos de higueras no dan para tanto, por eso se prefería las hojas de palmeras, que ya no pueden usarse por los efectos del picudo rojo y demás bichos.

La recuperación de las fiestas de Arrecife no significa traer el pasado al presente tal como era. Seriamos los primeros en aborrecerlo, porque tampoco nosotros somos los mismos que aquellos lanzaroteños que vivieron necesidades y quisieron disfrutar a pesar de las estrecheces y dificultades. El objetivo es que las fiestas actuales signifiquen lo mismo para nosotros que significaron para nuestros ancestros: una oportunidad única para compartir en momentos gratos. En disfrutar de nuestra alegría colectiva, en poner en valor nuestro legado común al margen de nuestras epopeyas personales. Que sepamos que necesitamos una comunidad bien avenida para ser felices.

En ese aspecto, creo que ha sido un acierto que un hombre con ambición y talento como Echedey haya llegado a las fiestas. Que un hombre que aspira a ser alguien en política sepa ver una oportunidad en trabajar con ahínco allí donde está. Posiblemente, ni el mismo sea consciente de la trascendencia del trabajo que está haciendo en pro del Arrecife del futuro. Seguramente tengan razón quienes dicen que lo único que está haciendo es prepararse su campaña personal sin escatimar esfuerzos ni recursos. Pero, aun así, se nota esmero y capacidad para tomar decisiones correctas. Y eso hay que agradecerlo. Y abaratarlo en la medida que se vayan consolidando cosas esenciales.

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar