PUBLICIDAD

Mosqueo de la cultura

 La falta de inversión suficiente en cultura e investigación científica, el poco valor que le dispensa la clase política a la cultura y el conocimiento, sumado al déficit de conciencia sobre su alcance como agente de transformación social, nos deja  retratados como ‘zoociedad’. Esto no es nuevo, pero hay que recordarlo a menudo a ver si somos capaces de despertar de este letargo prolongado. 

Que sean artistas y personas que trabajan a diario como salvavidas de proyectos culturales los que demanden mayor atención, inversión y conciencia, y que lo hagan sin tapujos y con el ánimo de construir, es de agradecer.

Asistí a la reflexión en voz alta que hicieron la primera semana de febrero Estefanía Camejo, Pepe Betancort y David Machado en uno de los coloquios organizados con motivo de la muestra ‘Arte. Yaiza. La colección’, colgada hasta el 28 de febrero en la Casona de Femés, donde los tres gestores culturales lanzaroteños expusieron en un sano ejercicio de pensamiento crítico las trabas que se encuentran en las administraciones públicas para el desarrollo profesionalizado de proyectos culturales.

Si bien la temática central del coloquio giró alrededor de la apertura de salas expositivas en Lanzarote en los años sesenta, setenta y ochenta, y el movimiento cultural que vivió la Isla alrededor de ellas, alimentado por la producción artística de grandes creadores contemporáneos de las artes plásticas y visuales, la charla, con participación activa del público, derivó en un interesante debate acerca de la involución de la cultura en Lanzarote provocada por una inversión pública casi que testimonial, programaciones de escaso valor, falta de infraestructuras para la divulgación cultural y serias carencias en la gestión profesional de proyectos.

En el coloquio se habló de ausencia de “sensibilidad” por parte de cargos públicos, pero yo soy más directo, sencillamente cunde la ignorancia. Nada más hay que repasar quiénes están al frente de las responsabilidades de cultura y los “asesores” que tienen para concluir que ni tienen suficiencia para proponer iniciativas y mucho menos criterio para decidir la realización de proyectos cualificados que vienen de fuera ante las dudas presupuestarias que puedan surgir al interior de las instituciones.

Cómo explicamos a políticos y políticas, que no se les pasa por su cabeza incluir la cultura en sus programas electorales, y les propongo que hagamos el ejercicio de mirar con detenimiento esas bonitas declaraciones de intenciones, que la cultura es un factor determinante en la educación, y también en la salud, que la cultura es un derecho, que la cultura no solo es un espectáculo, que la cultura ayuda a la transmisión de conocimientos o que la cultura construye comunidad y fortalece los valores democráticos.

Si no son capaces de entender que hay que pagar la afinación de un piano, que una obra de teatro cuesta dinero y que detrás de su producción hay decenas de personas trabajando, que una exposición pictórica necesita un comisario (a) y que su montaje no se limita a colgar cuadros al azar o que la edición literaria no es un gasto superfluo, ya es pedirles demasiado.

Constatamos inversiones millonarias en pan y circo, claro, dan mucho de sí para distraer a la ciudadanía de los problemas sociales, elevar el ego, hacer autopromoción, posturear en redes sociales, y por qué no, ganar dinerito. Cuánto es la inversión, si la hay, en conciertos didácticos, cuántos clubes de lectura o talleres de comprensión lectora y escritura están en marcha o cuántos festivales de danza contemporánea, cine, jazz u otras expresiones artísticas podemos disfrutar.

El compromiso público con la cultura y la educación cojea, porque aunque ambas son reconocidas como derechos constitucionales, no están vistas como tal, otra prueba de la ignorancia política que nos corroe. Y si nos vamos al campo puramente económico, tampoco hay conciencia de las cerca de 800.000 personas que la cultura emplea en España, ni de su impacto económico por encima del 3,2 por ciento en el producto interior bruto. Como dijo Sócrates, “la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”, pero su cabecita ni pa’ eso les da.

En Lanzarote, tenemos entre nosotros a exponentes de las artes de la talla de Pedro Tayó (pintor), Nino Díaz (músico), Salvador Leal (director de teatro), Acerina H. Toledo (bailarina), Jaime Quesada (escritor) o Lana Corujo (escritora e ilustradora), por citar solo algunos, a quienes bien podrían escuchar y atender más las administraciones públicas y los medios de comunicación en la búsqueda de nuevos horizontes en la gestión cultural.

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar