¿Por qué el Cabildo era antes el motor de Lanzarote y ahora es una sala de fiestas?
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Cada época tiene sus particularidades. Por eso no me extrañó nada que la actual corporación decidiera hacer una comida en el Monumento al Campesino, el pasado domingo, para celebrar los 112 años de la constitución del Cabildo de Lanzarote aquel 13 de marzo de 1913.
Lo de hacerlo en el 1-1-2 deberá ser por la situación de emergencia que tiene la isla porque, en fin, salvo que estén pensando que estamos rozando el fin del mundo, no tiene demasiado sentido. Parecía más lógico haber celebrado el centenario, los 125 años o fiestones y periodos más reconocidos que el 112, que vinculamos más con las urgencias, servicios especiales y catástrofes naturales.
Pero, bueno, se celebró y más que todos los consejeros vivos, faltaron algunos y algunas, sí que estuvieron casi todos los vivillos. Tanto fue así que, uno, al llegar al lugar y ver a la pandilla de consejeros, le dijo al otro que “con tanto palanquín suelto como veo aquí, no me sorprende nada que la política en Lanzarote haya acabado en lo que es hoy”. Y razón no le falta, pero tampoco él se puede quejar de la fortuna que amasó en tiempos de gloria electoral y sillón plenario.
Evidentemente, en esta época de fiestones, despilfarros, comilonas, dietas y viajes, no le vamos a pedir a sus señorías que se pongan a analizar cómo ha cambiado el papel protagonista del Cabildo a lo largo de estos más de cien años. Sería absurdo. Sencillamente no saben. Lo de ellos es hacer una fiesta, darse abrazos cómplices los ex presidiarios con los merecedores de serlo en un futuro muy lejano y cargar la factura del entuerto a la contabilidad de los CACT, que es uno de los grandes financiadores del despilfarro padre que manda en la isla, como antes lo fue también Inalsa hasta que dejó de hacer agua, por caer en la ruina.
No hubiese estado nada mal que hubiesen dedicado esa mirada al Cabildo para hacer autocrítica. Para reconocer el papel protagonista que tuvo, por ejemplo, el Cabildo presidido por Pepín Ramírez en los años sesenta del siglo pasado para, sin recursos, levantar los cimientos del Lanzarote de hoy. Hacía falta atractivos, crearon los CACT. Hacía falta una empresa constructora que liderara la construcción de las infraestructuras, crearon Vías y Obras. Y cómo en los años 70, se ideó sacar agua del mar para sustentar el desarrollo local convirtiéndola en potable, implantando en la isla las técnicas más avanzadas del momento. Y la llevaron a todos los rincones de la isla, poniendo tuberías. Y hoy son incapaces de hacerlo, con más recursos, más medios y mejor tecnología.
También se creó la Granja Experimental como plataforma común para unos agricultores especialmente individualistas y pobres. O la infraestructura sociosanitaria en los años 80 que creó Enrique Pérez Parrilla en el único mandato que ganó antes de enterrarse de lleno, y mirar para otro lado, en la política de la perdición que nos ha copado estos últimos 40 años de corruptelas varias.
La diferencia se ve con solo mirar la orla de los presidentes que han sido. Antes, se ponía de presidente a alguien respetable, de acuerdo con los cánones de cada época, para presidir el Cabildo. Ahora, desde hace un tiempo, vale cualquier cachanchán. Cualquiera que reparta parte del botín en forma de limosnas para asociaciones, clubes, medios de comunicación y mandarrias de todo tipo y condición que estén dispuestos a arengar al susodicho. Ya no se mide otra cosa. Y todos tan felices. Que nos quedamos sin agua, ¡aquí no pasa nada! Que no encontramos dónde vivir, ¡aquí no pasa nada! Que no tenemos transporte, aquí no pasa nada. Y, mientras, la música a todo volumen, de fiesta, y despilfarrando los recursos públicos en perpetuarse en el poder de la forma más burda y zafia.
¿Qué hubiesen hecho esos verdaderos líderes que presidieron el Cabildo en aquellos tiempos ahora? Lo primero, dejar la fiesta de la efeméride para cuando hubiera algo que celebrar. Por supuesto, ponerse manos a la obra y coser todos los descosidos que ha hecho toda la corruptela despilfarradora que nos ha tocado sufrir hasta ahora. Sería necesario contar con algún costero remendador de redes porque los agujeros apenas dejan ya tela donde agarrarse.
Pero sí, en lugar de convocarlos para otra comilona, quizás valía con coger ese ejemplo originario de convertir el Cabildo en el verdadero motor de la isla y cerrar, de una vez, la sala de fiestas que regentan desde hace ya demasiado tiempo. Así dicho parece más aburrido, pero si se busca a las personas adecuadas, acostumbradas a trabajar, con altos principios éticos y orgullosos de conseguir objetivos sociales, hasta se lo pasan pipa. Eso sí, no esperen nada de estos expertos en fotocol y en leer discursos más propios de bautizos y entierros que de verdaderos líderes sociales. Avisados quedan. Y están todos invitados a la próxima fiesta. Paga el Cabildo.