Trae el triunfo en la cartera
- Alex Salebe Rodríguez
Tanto tienes, tanto vales. Mientras el Planeta debate sobre el fenómeno de la movilidad humana y dirigentes de derecha y derecha ultra apuestan por la política de cañonazos a la inmigración, uno de ellos, Donald Trump, va y saca de su chistera la tarjeta de crédito súper gold como moneda de cambio al sueño americano por la módica suma de 5 millones de dólares, lo que cuesta la residencia legal en Estados Unidos para el que la quiera ya.
Sí, mientras prosigue la cacería populista de inmigrantes para demostrar a los electores que “estoy cumpliendo mi promesa”, el magnate pone en el mercado lo que su gobierno llama ‘gold card’ y se ufana que en un día fueron capaces de vender 1.000 de esos plásticos que compran voluntades. Su objetivo es vender un millón de tarjetas.
Es un estímulo, dice, para que la riqueza llegue en abundancia al norte de América, ricos que, augura, “tendrán éxito y gastarán mucho dinero, pagarán muchos impuestos y emplearán a mucha gente”. La gold reemplaza a la denominada tarjeta verde que venía concediendo la residencia permanente a inversionistas millonarios.
Nada de seres despreciables que comen mascotas en la calle, nada de asquerosos y productivos trabajadores del campo y la construcción, nada de extranjeros amarrados de pies y manos deportados en aviones repletos de humillación e infamia, se trata de la bienvenida con alfombra roja a maravillosos ciudadanos de clase mundial, sean de la cultura que sean y profesen cualquier religión. Eso sí que se llama inclusión y a tomar por el culo las teorías y sueños de “mamertos”, “comunistas”, “izquierdosos” o “progres”.
Cualquiera que tenga la cartera gorda, bien gorda, puede pagar su entrada al cielo o vaya usted a saber si de pronto al infierno. Igual pasa en distintos círculos de nuestra sociedad. Depende del ‘tevillegar’ que tengas, como se dice en el Caribe, te acogen de una u otra manera. Seguro que alguna vez nos han mirado de reojo o por encima del hombro, es lo que hay.
Lo contradictorio es que la inmigración que apesta pasa a convertirse en un suculento negocio. Bien lo han manifestado algunos dirigentes latinoamericanos, que mientras hay expulsiones masivas de ciudadanos y ciudadanas que no son delincuentes, sino que se encuentran en situación administrativa irregular, a los que se les viola sus derechos fundamentales, por otro lado, se abre la puerta de la frontera a quien toque abanicándose con un fajo de billetes en la mano.
Supongo que no será esta una medida humanitaria para la migración ordenada y regulada que suplica Naciones Unidas. Ya en 2020 la estimación sobre el número de migrantes internacionales en todo el mundo estaba en casi 281 millones de personas, el 3,5 por ciento de la población global.
El “no dejar a nadie atrás” se está quedando solo en un eslogan de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Es inexplicable que países que defienden su territorio solo para sus nacionales y extranjeros muy pudientes, luego pretendan invadir, expulsar y exterminar a poblaciones que están en el suyo, caso flagrante de la masacre del Estado sionista de Israel en Palestina que cuenta 40.000 muertos palestinos por vivir en su casa.
La inmigración, como negocio, no forma parte del debate público, y casi que ni aparece en medios de comunicación. La Fundación porCausa ha realizado investigaciones sobre la “industria del control migratorio”. Advierte que si sabemos quiénes pierden con un sistema deshumanizado e implacable, “alguien tiene que estar ganando mucho para mantener esta monstruosidad”.
Su equipo de periodismo de investigación puede acreditar con trabajos exhaustivos la existencia de “una industria del control migratorio, financiada con dinero público, que mueve miles de millones de euros al año en manos de empresas privadas”.
La cooperación a veces funciona como tapadera. Países desarrollados subcontratan a regímenes y gobiernos africanos para reprimir los flujos migratorios, incluso con muertes de por medio que nunca han sido investigadas, sostiene dicha Fundación dedicada a la investigación, el periodismo y la comunicación en temas de migración. Es necesario conocer otras narrativas y sobre todo realidades distantes del interesado discurso del odio.