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Los del mono y los del chándal

 

Si usted contrata a un payaso para que sea su médico, no se extrañe que, cuando vaya de urgencias, el hombre se lo tome a risa. O que en pleno infarto, prefiera contarle un chiste a usar el desfibrilador. Seguramente sea un buen payaso, hasta una buena persona y muy gracioso pero lo que está claro es que no es un médico. Lo mismo pasa con nuestros políticos y con este pueblo nuestro. Elegimos a la gente que nos cae bien, que nos regala sus migajas mientras se enriquecen o despilfarran nuestro dinero público, que nos dan una vuelta en los cochazos que se compran con sus sueldazos y comisiones y hasta nos sonríen y nos invitan a sus despachos los lunes por la tarde y nos cuentan chistes y más chistes.

Pero, claro, después llueve.  Y nos asustamos. Y vienen los políticos, en plenas calles embarradas a montar su carpa itinerante y sacan sus mejores dotes artísticas para impresionar al personal, como si ya no lo estuvieran con el descosido que les acaba de hacer la lluvia. En medio del drama, ellos. Compitiendo a ver quién se saca mejores fotos, quién sube antes a las redes sus reclamaciones y quién grita más alto. ¿Pero a quién gritan, a ellos mismos? ¿Quién no ha hecho las infraestructuras necesarias?

A ninguno de ellos les hemos visto subir a sus queridísimas reinas, las redes sociales, proyectos encaminados a mejorar las infraestructuras de aguas pluviales o saneamientos. Nada durante los dos años de mandato. Muy poco en los últimos cuarenta años. No importa el crecimiento poblacional, el cambio climático. No importa nada. Lo llevan en los genes. Están convencidos de que invertir en canalizaciones, alcantarillado o saneamiento es enterrar dinero de forma muy poco eficaz electoralmente. Llevamos años denunciando las deficiencias de la isla en este sentido. Hay miles de artículos, miles de denuncias a lo largo de los cuarenta años de profesión que tengo. Cada vez que llueve, se evidencia lo mismo. Cuanto más llueve, más evidente y dañino. Este enésimo aviso, ha sido de órdago. Pero volverán al Saborea desde que escampe. No les quepa la menor duda. Ya saben, no son médicos, son payasos.

Las lluvias fueron el sábado. El lunes la discusión en los medios amigos no era el drama. Estaban entretenidos en saber si eran podencos o galgos. Si la vestimenta del alcalde de Arrecife y del consejero de Obras Públicas, metidos en monos de faena, era la adecuada. O si la adecuada era la del presidente del Cabildo en chándal, chaleco y playeras, al más puro estilo del jefe de obra neoyorquino. Por supuesto, concluyeron que la mejor manera era la del presidente. El cliente siempre tiene la razón. Para eso paga. Y no hay duda de que lo que la gente está esperando, en esos momentos en los que ve su casa llena de barro, sus coches siniestro total y sus recuerdos y bienes destrozados, es que llegue alguien como recién salido del cine a decirle que no se preocupen de nada que esto lo arreglamos con las subvenciones del Cabildo. ¿Y de dónde sacamos ese dinero? ¡De donde sea, pero no me toques las partidas del Saborea, de viajes y dietas que hay que velar por lo de todos sin descuidar lo nuestro! No hay duda tampoco por qué Yonathan de León, en dos años de político, adelanta en las encuestas a Oswaldo que lleva 14 años disfrutando de este cuento.

Estos políticos nuestros, que fueron capaces de bajar a la Virgen de Los Dolores de Mancha Blanca a Arrecife, en el mes de diciembre pasado, para que lloviera, serán capaces o no de ver un milagro en lo que ha pasado. El verdadero milagro sería que ellos vieran como una revelación que el problema del agua en Lanzarote hay que afrontarlo de una vez. El ciclo completo. No basta con echar a Canal Gestión, una empresa que pasaba por aquí en unos momentos angustiosos, sino que hay que cerrar definitivamente este ciclo de pan, circo y pandereta y ponerse en serio a resolver los verdaderos problemas que tiene la isla.

 Esta vez no hubo muertos, pero en la próxima no se sabe. Y si los hay, ya sabemos quiénes son los responsables. Y en las grandes tragedias, el barranco también se lleva por delante a los gigantes de pies de barro. Ya les adelanto que no cambiarán. Nos vemos en el próximo Saborea.

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