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Mis luchadores preferidos

En todos los deportes, hay distintos estilos de jugadores o jugadores con distintos estilos de juego. La lucha canaria, en ese sentido, no es distinta. Al igual que en el fútbol, donde hay aficionados que prefieren los equipos que juegan de forma directa hacia la portería contraria, con movimientos rápidos, con pases largos y jugadores atléticos, frente a otros seguidores que se divierten más con los llamados “jugones”, de toque corto, pases y más pases y regates y más regates, en la lucha también podríamos sacar distintos estilos.

Están los que saltan al terrero a atacar,  a luchar, y los que van más tranquilos, a contrear. También están los estilistas frente a los corpulentos y fuertes. Los que luchan de forma clásica, echando técnicas como si estuvieran dibujando en el aire un tratado de técnicas, frente a los que triunfan robando la posición, aprovechando la carencia del contrario, haciendo faltas de forma inapreciable para los árbitros y provocando al contrario para lucharle cuando aquel presenta un estado de excitación impropio para tener la precaución y la eficacia debida.

Yo soy un aficionado defensor de los clásicos, aunque entiendo a todos los luchadores y su forma de luchar, porque todas juntas visibilizan muchas características de los canarios que trasciende de los terreros. Pero, repito, mis héroes preferidos siempre fueron luchadores de arte y maña, de fuerza y estilo, de nobleza y bravura. De éxitos pero también de fracasos por no ceder a lo que a mí no me gusta: desecharon amarrarse al contrario, hacer trampas, abusar de una posición o desquiciar al contrario o al árbitro. Cayeron, sí, pero emocionando hasta el final a todos y cada uno de sus seguidores, a los que les dolió más que a ellos el costalazo recibido. Aun  cuando cae, sales del terreno preguntando cuándo vuelve a luchar ese campeón para alterar la agenda, de tal forma que quede ese hueco disponible para volver a emocionarte con aquellos señores del toque pito, del arriba o abajo, de perder o ganar. Lo único no negociable es el espectáculo de darlo todo para derribar al contrario.

Recuerdo, de Lanzarote, a Arcadio Tejera, Ismael Brito, Juan Jesús Hernández, Domingo Barrios, Mateo Hernández, Ángel García, entre otros muchos, con técnicas y formas de luchar distintas pero todas muy limpias, muy decididas muy espectaculares. Y lo máximo ya era ver las tres sillas de San Bartolomé ocupadas por “el caballo” de Sixto Rodríguez, el “mulo” de Mario Perdomo y el “cisne” de Suso Pérez. Una terna de jóvenes llenos de pundonor, fuerza y talento luchístico, con cuerpos muy distintos y estilos de luchar diferentes, pero un espectáculo precioso. Lo de Sixto, que acabó teniendo más recorrido que los otros dos, era de traca. ¡Qué forma de luchar, por dios! ¡Que se haga de día viendo estos señores agarrados toda la noche!

Mis cinco luchadores favoritos de todos los tiempos son Vicente Alonso, Antonio Cano, Juan Soto y Juani de Rosa, entre los que vi luchar. El quinto es Joaquín Rodríguez, el Pollo de Uga, que ya había muerto cuando yo nací y tuvo sus mejores luchadas en los años veinte, hace ya un siglo. Pero que he estudiado con detalle y admiración. Todos son luchadores limpios, clásicos, técnicas marcadas, de bravos movimientos, aunque todos tienen sus singularidades. Y una cosa que no es baladí: les encanta la lucha, se sienten tan héroes e importantes como les considero yo. Están orgullosos de haber sido luchadores como yo no tengo palabras para agradecerles lo felices que me hicieron viéndoles luchar, viéndoles exhibir luchas y más luchas como si fueran máquinas de hacer mañas. ¡Qué grandes!

No es una casualidad que tres de mis preferidos sean luchadores majoreros. En Fuerteventura, ahora y siempre, se ha creído en la lucha canaria y han convertido los terreros en lugares sagrados donde se va a luchar y no a holgazanear. Es el lugar que hemos elegido para que nuestros héroes nos hagan felices con lo mejor del variado repertorio técnico de nuestra lucha canaria. El majorero siempre gana; el que lucha y el que mira. Y esa es la esencia del éxito. Cuando damos todo y respondemos con todo. Por ambas partes, el luchador luchando y el público reconociéndole su arte y su entrega con aplausos emocionados y euros amontonados.

Podría escribir cientos de nombres de luchadores majoreros que me han emocionado y divertido en un terrero. Pero seguro que el lector, viendo quiénes son los cinco que ocupan el primer puesto de mi laureado podio, podrá encontrarlos por sí mismo.

No quieto terminar sin citar a cinco luchadores lanzaroteños más que me hicieron mi infancia rural un poquito más feliz al verles luchar. Recuerdo a Pepe MartinCamurria”, a Antonio Bermúdez, de los años sesenta y setenta. A Martin Fajardo, Bienvenido Pérez “Pérez V” y Mamelo Cañada, distintos todos pero igual de comprometidos y eiegantes en la arena. Voy en busco del sexto, este año me apetece ver lucha y quiero encontrar entre todos mis héroes vivientes a otro que subir al máximo escalón con mis cinco preferidos. Seguro que disfruto de la búsqueda un montón. ¡Me voy para la luchada, hermano!

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