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¡Una de tatami, puntal!

El socialista José Alfredo Mendoza, consejero NO ELECTO de Deportes del Cabildo de Lanzarote,  ha querido tener su segundo de gloria antes de abandonar por la puerta de atrás el Cabildo de Lanzarote. Por la misma que entró, por otra parte. No fue elegido consejero por la ciudadanía lanzaroteña sino impuesto por su secretaria general y presidenta del Cabildo, María Dolores Corujo, para ocupar el cargo cuando perdió el gobierno en Arrecife, al romperse el pacto que el PP y PSOE (dos partidos primos hermanos, como ustedes saben bien) tenían en la capital de Lanzarote. Y lo consiguió. La Canarias que entiende y disfruta de la lucha canaria (Tendría que ser toda, pero por actuaciones políticas como esta, se entiende que el deporte autóctono, sea casi un deporte marginal en su casa), se ha horrorizado cuando ha visto la fotografía del hormigón avanzando sobre el jable para no dejar huella de lo que fue. El comentarista deportivo Cristóbal Olivero lo califica muy acertadamente cuando dice, en su programa de radio, que es una imagen simbólica y definitiva “para enterrar la lucha canaria en Arrecife”.

Llevo más de cincuenta años disfrutando desde la grada de la lucha canaria en Lanzarote y en el resto de las islas. Más de cuarenta escribiendo, hablando, divulgando y oponiéndome a los que quieren convertir la lucha en un mal recuerdo, un buen negocio o un pésimo espectáculo. Dediqué más de una década de mi vida a investigar en bibliotecas, en colecciones privadas, en casas particulares de todo el archipiélago la historia de la lucha canaria. Escribí un libro, hice miles de crónicas, reportajes, perfiles de luchadores en periódicos, radios, televisiones, redes sociales y dónde fuera. Considero la lucha canaria parte irrenunciable y protegible de nuestra historia, de nuestro patrimonio cultural, aparte de una fuente inagotable de valores, compañerismo y un espectáculo y deporte de primer orden. Y todo eso se da en un terrero, unas instalaciones con un círculo lleno de arena en el centro, donde se desarrolla el espectáculo. Cuando vi la fotografía del hormigón avanzar sobre el jable (bendito sea el fotógrafo ocasional que la hizo), fue como si ese hormigón estuviera entullendo La Geria, la ermita de las Nievas, el Risco de Famara o Los Ajaches. Sentí el olor a hormigón, el pestazo a aculturación. Más me dolió cuando supe que fue idea de un socialista, de un ex luchador, que se fajó en esa misma arena ciento de veces. Que aprendió a luchar en esa misma arena, la misma que su padre, como directivo del Club Lucha Arrecife reclamó tantas veces.

Que apisonara de esa forma el único terrero que tiene la capital de Lanzarote, donde vive casi la mitad de los residentes de la isla, sin despeinarse, habla peor de él que del buen fijador capilar que usa. Seguramente, José Alfredo no sabe lo que tuvieron que pelear, en los años ochenta del siglo pasado,  hombres como su padre, Alfredo Mendoza, o el propio  Francisco González “El Ferretero”, presidente del club de Arrecife en aquella época, y otros para que nos permitieran pasar de luchar en los viejos “Almacenes de Los Betancores”, cerca de la playa del Reducto, entre hierros oxidados y baños y vestuarios improvisados y tercermundistas, al terrero de lo que hoy llaman Ciudad Deportiva de Lanzarote. Costó sudor y lágrimas meter la lucha canaria, hacernos un lugar, en unas instalaciones que disfrutaban el fútbol y el balonmano pero que se le resistían a la lucha canaria. Pero lo conseguimos. Primero solo con una grada, después con dos. Como en el chiste y la bicicleta: primero sin una mano, luego sin las dos y, ahora, sin dientes. ¡Qué tristeza!

No tengo nada en contra del tatami. Me da igual que se luche en tatami, debajo de una pared o en un descampado. Por mí, que se luche en todos lados, a todas horas, hasta el amanecer o al anochecer con la lumbre de la hogueras, como antaño. Me da igual. A mí me gusta ver como se mueven los luchadores, como atacan, cómo se defienden y contrean con técnicas reconocibles, pasadas de padres a hijos, entre generaciones, con destreza, con nobleza.  Pero para poner un tatami, no hace falta enterrar nuestra historia. No tengo nada en contra de que se oficie misa en grandes y bellas catedrales, pero mis pequeñas ermitas que no me las toquen. No tengo nada en contra del vino de La Rioja, pero que La Geria no me la entullan. No tengo nada en contra de la lucha sambo, el karate, el judo, pero que en mi tierra no me sustituyan la lucha canaria. Prometo no ir a Japón a entullirles sus tatamis e imponerles la rubia arena de nuestras increíbles playas y calas isleñas.

 Si José Alfredo todavía no siente repelús cuando mira la foto del hormigón avanzando en el terrero es que, evidentemente, practicó la lucha canaria como si hubiera practicado fútbol, balonmano o tenis de mesa. Y, con todos mis respetos, no es lo mismo. La lucha canaria claro que es un deporte, como el fútbol, como el balonmano, como la lucha grecorromana, como el tenis. ¡Claro que sí! Pero tiene una particularidad nada desdeñable: es el deporte que hemos creado los canarios. Es el deporte que practicaban nuestros bisabuelos, abuelos y padres cuando en estas islas solo había hambre que llevarse a la boca. Es el deporte que nos entretuvo en los pueblos (incluido Arrecife) cuando ni había televisiones, ni radios ni nada. Es el deporte que los canarios sintieron como suyo, que practicaron con desvelo pero en el que siempre antepusieron la nobleza, porque era un deporte entre amigos, no había enemigos. Solo se disputaba el honor y vencer era un gran orgullo. En Canarias, ser puntal o pollo era un título tan respetado como cualquier otro.

Y todo eso, salía del terrero. Aprendiendo, costalazo tras costalazo, hasta llegar a ser un verdadero campeón, venerado por su pueblo. Como lo fueron el Pollo de Uga, o  el Pollo de Arrecife, nombre con el que iban a bautizar el terrero que ahora entulle, sin contemplaciones, el bueno de José Alfredo.

Quien no respeta la simbología de las cosas, no respeta las cosas. Una copia de esa foto en la que el hormigón se come un terrero, deberían guardarla en su gaveta más próxima todos aquellos que tienen que elegir o nombrar cargos de personas con derecho a tomar decisiones sobre nuestra cultura popular. Todo aquel que mire la foto como si estuviera viendo llover, puede ser descartado por incompetente. Les prometo que no fallarán, aunque, también les digo, después de 30 años dedicándome a analizar la política y sus sujetos, que habrá muchos que fingirán como nadie las arcadas y los vómitos. En fingir amor por lo nuestro y después enterrarlo tampoco nos gana nadie. ¡Qué pena!

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