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Francisco Pancho Machín, de Tegoyo al terrero

 

El Circo Cuyás, en Las Palmas de Gran Canaria, se convirtió a finales del siglo XIX en el centro de lucha canaria. En su interior, los campeones descubrían mañas y estilos; se consagraban o caían en brillantes desafíos. Cada uno con su agarre: los herreños, al moño; los de Gran Canaria, a mano metida; los lanzaroteños, a la retorcida.

Era la época de las luces de deporte de los canarios. Nombre que se convierten en mitos, mitos que caen ante la juventud arrolladora. Exposición permanente del genio natural. Se respira tradición y se enfrentan a la lucha corrida. Y el que cae y esté rascado que plante el desafío. A cinco o a siete luchas, pero que lo eche. Allí estaban por el bando del Norte los herreños, los lanzaroteños y el resto de Gran Canaria para enfrentarse al Sur, capitaneado por figuras de la pila del Telde. Allí estaban Mamerto Pérez y Francisco Machín -Pancho, para todos- dejando su impronta para el recuerdo.

 Francisco de Candelaria Machín nació en Tegoyo, termino municipal de Tías, allá por el año de 1867, el veinte de abril. “¿Sabes dónde está la casa que ahora tiene allí José Luis Bermúdez? Pues allí mismito vivía él”, dixit Mota. Hermano de otros tres buenos luchadores -Julián, Juan, Antonio-, aunque ninguno de su categoría, Francisco Machín heredó el arte de su tío Luis Reyes, de la Asomada. Su gloria en Las Palmas, paralela a la de Mamerto Pérez, le duró bastantes años.

Cuenta una crónica tardía que en uno de los enfrentamientos tradicionales entre los partidos de Volcán Abajo contra Volcán Arriba, a principio de los años noventa, Mamerto Pérez derriba al tío de Pancho Machín, Luis Reyes, que había tirado a José Cabrera Cabrerita y a Spínola Gómez. Cuenta la crónica: “(…) Continúa la luchada y a bregar con Mamerto Pérez sale el elegante y fornido Francisco Machín. Pérez reboza de alegría y ya le parece que para él los hombres son niños; intenta acometerle con su favorita, pero Machín, hombre de extraordinarias fuerzas, con una rápida levantada le da lo que se llama un gran leñazo (…)”. Acabó la luchada con el triunfo de Volcán Arriba al caer ese día Pancho, de desvío, con el Colorado de Máguez. No era por esa época fácil sobrevivir en Lanzarote y dicen que los que le conocieron que se quedó a vivir en Las Palmas donde era más fácil seguir adelante. Tenía gran prestigio y todos las crónicas de finales de siglo recuerdan su levantada.

Extraído del libro “Lanzarote, en el terrero”. Publicado en 1995, del que es autor Manuel García Déniz.

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