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Don Joaquín Rodríguez, el gran Pollo de Uga

 

La Plaza de Toros de Santa Cruz, Tenerife, estaba repleta. Más de siete mil sombreros campeaban en cabezas pensativas. Nadie estaba convencido de lo que iba a deparar a aquella tarde que se les antojaba pletórica de luchas. Era domingo, día ocho de mayo de 1927. Se enfrentaban los tradicionales bandos luchísticos de la Isla del Teide, Santa Cruz contra La Laguna, pero nadie hablaba de eso y en las apuestas, siempre presentes en aquellas luchadas de finales de siglo pasado y principios de este, se pujaba únicamente por el desafío concertado entre el gran luchador lanzaroteño don Joaquín María de Los Remedios Rodríguez y Cabrera, conocido por el merecido sobrenombre de Pollo de Uga, y Francisco Suárez, Pollo de Los Campitos.

El gentío que se dio cita para ver el enfrentamiento entre estos dos grandes luchadores fue enorme y el ambiente de fiesta total. El periodista D. Mora, en su crónica para el periódico La Prensa de aquella ciudad definía con maestría el sentir y el hacer de los aficionados: “(…) El entusiasmo mayor se desborda entre los espectadores, y entre los partidarios y admiradores de ambos contendientes se cruzaban apuestas que contribuían a sostener y aumentar el interés del espectáculo, en un ambiente caldeado de emoción y ansiedad. Antes de la lucha, la creencia casi unánime era que la victoria sería para el luchador lanzaroteño, cuyo poder irresistible y no desmedida fama eran de todos conocidos y apreciados en su justo valor (…)”.

El padrino -lo que se conoce hoy por apoderado o manager de los deportistas- de don Joaquín Rodríguez era el lanzaroteño Domingo Armas Martinón que se ganó unas buenas cantidades de dinero en apuestas de lucha. Aquella tarde también apostó y no todos creen que lo hizo por su ahijado, en un ambiente en el que la gran mayoría lo creía vencedor. Don Joaquín se quitó la chaqueta negra de su elegante traje. Se sacó la corbata y desabrochó su camisa blanca con la tranquilidad que da la experiencia; sus bonitas botas de cuero se desprendieron de sus pies fuertes y dejaron bajar el pantalón. Ni siquiera miró la ropa de brega, se la puso y se alineó con el bando de La Laguna. Ya estaba en el terreno, en medio de la plaza de Santa Cruz, dispuesto a luchar. No hubo que esperar al final de los enfrentamientos a lucha corrida; en esta ocasión rompiendo la tradición, el desafío se inició después del primer tercio de luchas corridas.

La agarrada fue limpia, el Pollo de Uga y el de Los Campitos, quedaron luchando sin necesidad de intermediar los señores Figueredo y Delgado, jueces de campo. Las más de siete mil personas se habían quedado mudas. En la gran plaza no se oían sino los amagos de los luchadores.

El Pollo de Uga ataca valientemente y logra vencer con facilidad, por una elegante levantada, en la primera lucha. Los luchadores, ahora, descansan; las gradas, no. El bullicio se ha generalizado y es el momento ideal para apostar a favor del Pollo de los Campitos. Quien lo haga se vuelve rico.

Se acabó el descanso y comienza la segunda agarrada. Sorpresa: Francisco Suárez, con cango, da en tierra con el Pollo de Uga.

Los tinerfeños saltaron de alegría. Antes de volver a pegar, el terrero recibe a dos luchadores que se enfrentan a lucha corrida. Después, llega la tercera. Están empatados a una. El graderío se mueve nervioso, pero no habla. Los ojos, sólo los ojos, concentran toda la fuerza en el centro de la plaza. Otra vez, con cango, se impone el Pollo de Los Campitos. La alegría se escenifica en la grada, la duda también. Queda una agarrada, quizás dos.

Era la decisiva, la cuarta. El Pollo de los Campitos vuelve a vencer, en esta ocasión con cango y cogida de corva. Pancho Suárez había alcanzado la gloria a los veintiséis años de edad, convirtiéndose ese día en el campeón tinerfeño, al vencer, en desafío (3-1) al más grande y afamado luchador de la época, que iba a cumplir el próximo mes de julio, día 17, sus treinta y dos años.

Este desafío tendría que haberse celebrado unas tardes antes, cuando luchando don Joaquín Rodríguez por el bando de La Laguna lo derribó, en lucha corrida, el Pollo de los Campitos. Pero, Suárez, atendiendo a un consejo de amigos conocedores de cómo se organizaban los desafíos, prefiere aceptarlo pero retrasar su celebración para pedir participación en la bolsa económica que los empresarios organizadores asignan para estos menesteres. Esa tarde, la única vez que el Pollo de Los Campitos derribó, en lucha corrida, al Pollo de Uga, don Joaquín se enfrentó en desafío a Luis Pagés, hombre alto y fuerte, que venció sin la más mínima dificultad en las dos primeras y en la tercera ya no quiso agarrar el tinerfeño, (3-0).

Pancho Suárez, que es un cofre repleto de tesoros luchísticos, recuerda todavía la forma de luchar del Pollo de Uga y cómo tuvo que defenderse para ganar el desafío que te catapultó al éxito y a la historia: “Tenía una levantada que ¡uffff! Parecía una fiera, no. A mí cuando me levantó noté una fuerza como si me levantara una cosa sobrenatural. Después le puse una posición mala, y como yo estaba muy bien entrenado, porque desde chico me gustaba la lucha, encontró más dificultad. Me acuerdo que yo le temía por debajo; él tenía un traspiés que si te cogía una pierna te daba una vuelta en el aire. Recuerdo que yo le cogí la pierna un poquito y enseguida me tiró un traspiés y pegué un salto y me pasó la pierna por debajo de los pies y cuando me apoyé en el suelo, le luché de cango y lo tiré. El salto hay que hacerlo con mucha rapidez, pero con mucho cuidado también. Así lo tiré la única vez que pegamos en lucha corrida y me sirvió de mucho para el desafío”.

Los desafíos

En el segundo y último desafío entre el Pollo de Uga y el de Los Campitos, no hubo más color que el que le quiso poner don Joaquín. Las apuestas en esta ocasión ya tenían el antecedente de la victoria por 3-1 de Pancho Suárez para que alcanzasen cantidades importantes. En el primer e histórico desafío de la plaza de Toros de Santa Cruz, se dice, el empresario y persona muy bien considerada en la ciudad tinerfeña, Sixto Machado, apostó la friolera cantidad de mil pesetas a favor de Suárez. Por aquella época, un maestro de escuela ganaba quinientas pesetas anuales. También el Pollo de los Campitos recogió en gratificaciones del público cantidad cercana a la remuneración de dos años de dedicación a la Enseñanza Primaria.

Había pasado un buen tiempo. Se encontraron de nuevo y el coloso lanzaroteño se impuso en la primera con impresionante cadera. Pancho argumenta que no se encontraba bien y que todavía estaba afectado por el reciente fallecimiento de su esposa: "(...) Es verdad que yo estaba... no lo digo por nada, no... yo ya me había casado, había enviudado... y yo, pues, en la primera lucha, pues, no sé si era que llovía, pues me caí solo. Entonces, él me recogió y me pregunta que qué me pasaba. Le digo que nada, que me dio una tontura. Me dio las dos seguidas". El Pollo de Uga se había impuesto con su eterna superioridad y elegancia. Fue él quien levantó al rival vencido, fue él quien preguntó por su estado y fue quien ganó por la máxima diferencia permitida en un desafío a cinco luchas.

La década de los años veinte está llena de tardes memorables, de hazañas luchísticas de don Joaquín Rodríguez. Ganó desafíos a Sosa, Angulo, Luis Pagés, y José Florido, entre otros muchos. Rafael Rodríguez Mota (q.e.p.d.), viejo conocedor de glorias luchísticas, me aseguró que el Pollo de Uga llegó a ganar un desafío en Lanzarote al mítico Angelito, de La Laguna. Don Joaquín había derribado ya en varias ocasiones a José Santana Florido (5-8-1902, 5-4-1937) pero el buen luchador gran canario no renunciaba a ganarle un desafío a aquella mole de músculos, agilidad y destreza. Florido era pequeño de estatura, pero inmenso en coraje atrevimiento. Así se llega al desafío que se celebra el veinte de marzo de mil novecientos veinte y siete. La reconocida y temida fuerza del Pollo no era capaz de suspender a Florido, pero este era incapaz de superar las condiciones físicas y técnicas del lanzaroteño. Iban lucha a lucha, cuando Florido, exhausto, se da por vencido al no poder aguantar las continuas y fuertes acometidas de don Joaquín. Florido consigue vencer en lucha corrida, de cogida de muslo y levantada, a su encontrado rival lanzaroteño y se vuelven a enfrentar en un desafío en el año 29. Gana otra vez don Joaquín. También cayó debajo de la fuerza y el saber de Rodríguez Cabrera el grancanario Silvestre Angulo Brito (31-12- 1905, 12-11-1981). Asimismo, en marzo de 1928, don Joaquín se impuso por 3-2, en desafío, en Las Palmas, al temido luchador Laureano Sosa Santana.

¿Qué pasó con Justo Mesa?

El Pollo de Uga había impuesto su atractiva forma de luchar en las preferencias de los aficionados. En 1926, la espectacular, noble pero desenfadada forma de luchar de don Joaquín era la que mandaba ya en Las Palmas. Así se llega a un desafío que se recuerda todavía como el mayor espectáculo luchístico. El veintidós de agosto de este año, se enfrentan por primera vez y en desafío dos colosos del bando Norte. Hasta ese momento, como don Joaquín luchaba por el bando Norte, al que pertenecía Justo Mesa, contra el Sur, no habían tenido oportunidad de encontrarse en el centro del terrero. Pero se encontraron esa calurosa tarde y acabó con una desconcertante victoria del gigante Justo Mesa por 3- 0. El luchador lanzaroteño no estuvo nada conforme con los procedimientos usados.

El padrino-apoderado- del Pollo de Uga, el lanzaroteño Domingo Armas explicaba, en una entrevista en el número de la publicación local Lanzarote del día cinco de septiembre de 1926, los pormenores del acontecimiento luchístico más importante y en el que más aficionados se dieron cita.

El entrevistador le insinuó que el Pollo había luchado como un principiante hasta encontrarse con la contundente derrota, y reaccionó: “Eso sólo lo puede decir el apasionamiento. Los tres hermanos Sosa, Juan Benítez, Domingo Hidalgo, El Palurdo, Marrero, El Rabioso... son luchadores experimentados cuyos nombres figuran en primera línea en todas las luchadas; y Ruiz, si bien es de la última hornada, por algo lo escogieron para luchar con Joaquín".

En la entrevista, titulada "Er Poyo d'Uga", Interviú con el Padrino der Nene y firmada con el pseudónimo El Tío de la "burra", se interesa el periódico por saber si todavía no está preparado para ganar a Mesa y contesta, seguro, Domingo Armas: "(...) Las caídas se debieron a la forma de pegar. Justo quiso conservar a todo trance el puesto preeminente que con justicia ocupa y apeló a medios indignos de un campeón. Luchar mano arriba es meter el brazo hasta la mitad del antebrazo, no hasta el codo. Joaquín trató inútilmente de llevar la mano a la  espalda y el brazo de su rival se lo impidió. Además, luchó agachándose hasta tocar el suelo con el codo. Si a mí me hubiesen dejado llegar hasta los luchadores, como se había convenido, no habría tolerado esto". ¿Y, qué pasó con los calzones?: "Yo fui el que propuso que los dos luchasen con ropa igual, de 22 X 20 X 18 pulgadas, ignoro por qué milagro la de Joaquín resultó tener 18 pulgadas inglesas y las de Justo 18 pulgadas españolas". La pulgada inglesa es mayor que la española; la primera equivale a algo más de 23 mm. y la segunda a 25,4 mm. Pero vamos a ver, don Domingo Armas, usted cree que el Pollo puede vencer a Justo Mesa: "¡Pues no lo he de creer así! Si eso precisamente es lo más bonito e interesante en la lucha. Mano abajo creo superior a Joaquín. Cada cual, a su estilo, luchando con limpieza, se darán muchas luchas de parte y parte, pues créame usted que son dos colosos. Yo lamento lo ocurrido más por Justo que por mi apadrinado, pues sin necesidad de apelar a ventajas, Mesa es un hueso que tiene mucho que roer, pero puede medir el suelo con las espaldas".

El don de un Pollo

Don Joaquín María de Los Remedios Rodríguez, hijo de Joaquín y Margarita, nació en Uga, termino municipal de Yaiza, desde ese momento histórico día de diecisiete de julio de mil ochocientos noventa y cinco. Vivió en Uga y se marcha a Cuba a probar fortuna. No se conoce el año en el que este hombre decidió cambiar su tranquilo pueblo de Uga, lleno de supersticiones y colmado de apariencia moruna. Pero todo apunta a que fue sobre los últimos años diez cuando se escapa para La Perla de Las Antillas.

Pancho Suárez Pollo de Los Campitos dice que él se acuerda que don Joaquín Rodríguez de pasó para La Habana recaló en Santa Cruz y que aprovechó que había una luchada para demostrar sus buenas cualidades. Derribó a Rafael Déniz El Cañero y cayó después ante Eusebio El Herrero. Se fue para Cuba, pero volvió pronto y sin fortuna. Dicen que tuvo problemas con otros luchadores de allá, que uno que tumbó lo intentó matar y se vino para Canarias. Eso dice Rafael Rodríguez Mota (q.e.p.d.) que se oyó decir en aquella época en Tías. Según Mota, cuando volvió de América se encontró con la desgraciada noticia de que su padre y su madre habían muerto y entonces se vino a vivir a casa de Cristóbal Cabrera, en Tías. Antes de ir a Cuba el buen luchador Benigno Rodríguez Pérez (Ulpiano) lo tiraba, pero, después, cuando se convirtió en Pollo le dijo: "Ulpiano ya no me tiras más". Y así fue. 

Don Joaquín Rodríguez se convirtió en los años veinte en el campeón de Canarias. Las referencias en la prensa y en los viejos aficionados son numerosísimas. No sólo le adoraban dentro el terrero, sino que, además, le respetaban como persona seria y cabal. En el número del Semanario Independiente Lanzarote correspondiente al día cinco de diciembre de 1926, aparecen las descripciones físicas de este coloso lanzaroteño, firmadas por Diógenes. Son de ese año en el que se convierte en el principal atractivo de la lucha: "(...) Yo apenas conozco a Joaquín Rodríguez, pero me explico perfectamente el entusiasmo que ha levantado en la multitud. Acaso su arte no sea arte, mejor, pero su escultura es de por sí digna de admiración. Alto, cenceño, pero de músculo apretado y duro, el maxilar saliente y recio, la tez morena, todo pregona en él juventud y energía, diría que el cordaje de sus nervios más que sostén de su arquitectura es como una extraña armazón de una máquina de guerra dispuesta a saltar (...). Nos ha parecido un poco cohibido, sorprendido de nuestra admiración, mal avenido con el correcto indumento aseñoritado que le resta agilidad y gracia. Su palabra es reposada, parece como si temiera no ponerse a tono con su encumbramiento, al exponer sencillamente sus ideas (...). El muchacho es listo y posee un maravilloso poder de adaptación. Nos sorprendería que, en este despertar de los deportes, ocupara en breve plazo un lugar preeminente y su nombre sonara más allá del archipiélago y un día lo viéramos en actitud retadora y fiera reproducido en las cajas de fósforo y coleccionando misivas perfumadas de señoritas eróticas; cruzando el océano en uno de esos palacios flotantes, para exhibirse en América, contratado por una fabulosa cantidad de dólares(...) Pero el momento es de mayor sencillez. Un muchachote sencillo, ha pasado todo el día ganando el pan encorvado sobre la tierra, en labor abrumadora, sin más satisfacción que el deber cumplido (...)".

Las alabanzas y referencias periodísticas no acaban a lo largo de los años veinte. "(...) Sigue triunfando en Tenerife el célebre luchador de esta Isla Joaquín Rodríguez (Pollo de Uga). En la primera luchada tiró a seis y en la segunda a dos teniendo que retirarse por haberse hecho una herida en el pie. Hoy volverá a luchar", Semanario Independiente Lanzarote, diecinueve de septiembre de 1926. En la lucha a beneficio del Patronato para el homenaje a la Vejez del Marino entre el bando de Yaiza con Arrecife contra el de Tías y Haría, en la Plaza de Yaiza, "(...) Y entonces es recibido en la plaza, con una atronadora salva de aplausos el afamadísimo luchador Joaquín Rodríguez Pollo de Uga quien, a pesar de lo rápido que Joaquín Cabrera, con ambas manos, se le tiró al muslo fue despedido por el Pollo, haciéndole dar una vuelta por el aire (...)", Lanzarote, treinta y uno de julio de mil novecientos veinte y siete. “(...) La intervención del Pollo de Uga en la luchada de ayer hizo que una numerosa concurrencia asistiera al Campo de Deportes Canario, llenando todas las localidades (...). Luchada entre el Guanarteme (bando Norte) y el Faicán (bando Sur). (...). Por el Guanarteme sobresalió el Pollo de Uga que fue de todos el que más lúcida luchada hizo, enfrentándose y venciendo a lo mejor del bando contrario. A sus manos fueron cayendo, primeramente, Juan Benítez, luego Silvestre Angulo, después José Florido, a continuación, Juan Manuel Hernández y tras este Juan Ruiz que fue quien más dio que hacer a Joaquín Rodríguez. cinco hombres que fueron derribados por el campeón de Lanzarote (...)", El Liberal, marzo de 1927.

El triste adiós

Don Joaquín estuvo luchando hasta los años treinta, cuando él ya se acercaba a los cuarenta. De sus últimos años, se recuerda el desafío en Tenerife con el Pollo de Las Canteras, Pedro Rodríguez, que perdió por 3-2, después de ir ganando por 2-0. Al abandonar la práctica de la lucha canaria, se dedica en Uga a explotar su propio bodegón. Hasta ese bonito rincón van a parar la mayoría de los luchadores que llegan a Isla para conversar con el gran maestro. Allí, en ese pueblo, el tantas tardes invencible luchador encontró su muerte, en 1959, como recuerda Agustín Espinosa en su obra Lanzarote. Falleció el 25 de julio, a los sesenta y cuatro años recién cumplidos, y el mejor homenaje que se le podía hacer se lo tributó Facundo Perdomo en las páginas de Antena con un artículo titulado La Lucha Canaria de luto. También Fray Lesco, Fernando Serrano, Castrovido, Agustín de la Hoz, Guillermo Topham y Leandro Perdomo reclamaron espacio en los medios de comunicación para darle el último adiós al gran campeón. Este año, al contrario del de 1959 en el que se perdió, por mortal enfermedad, a la persona que escenificó al mayor luchador de Lanzarote, puede ser de regocijo y homenaje: se alcanza el primer centenario del nacimiento de don Joaquín María de Los Remedios Rodríguez y Cabrera. Esperemos que no se pase sin aprovechar la ocasión para rememorar sus vivencias y difundir su ejemplo de esfuerzo y nobleza.

 

Biografía de don Joaquín María de Los Remedios Rodríguez y Cabrera “Pollo de Uga” extraída del libro “Lanzarote, en el terrero”, editado en 1995 y del que es autor Manuel García Déniz.

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