Un beso, Flora, querida hermana
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Otra vez este dolor inmenso. Se cae otra estrella de nuestra constelación familiar. Me duele la espalda, me duele el pecho, pero, sobre todo, me duele tu ausencia. Siempre he vivido con la carga de ser el décimo de una familia de once hermanos, sufriendo porque me temía que tendría que despedirme de todos los precedentes si se respetaba en la ida el orden de la llegada. Lloraba a veces imaginándome momentos como el de hoy, o como el de hace 38 años, cuando nos dejó también nuestra hermana Carmen y yo apenas tenía quince años. ¡Qué difícil es despedirse cuándo se van para siempre!
Intento consolarme, Flora, recordando tu fe inquebrantable, tus palabras de aceptación de la muerte, no sin antes luchar con todas tus fuerzas contra tu enfermedad, como siempre hiciste contra la adversidad. Recreándome en tu permanente sonrisa, en tu afán de prosperidad, en tu espíritu viajero, en la emoción que ponías al contar tus pequeñas historias y tus vivencias apasionadas.
Sé que dejas semilla suficiente para que siempre haya algo de ti en muchos lugares. Tus hijos, nada menos que siete, a los que te dedicaste con abnegación y amor infinito. Tu innegable esfuerzo y tu apoyo incondicional les ayudó a conseguir sus sueños y su metas, que parecían inalcanzables para una familia numerosa de clase media. Hoy te lloran desconsolados. Pero desde mañana mismo vivirán con la alegría de haber tenido una madre como tú.
Te vas, arrastrada por la misma enfermedad que nuestra madre, a ese infinito que tú estás convencida de que se llama cielo. Y lo hiciste también como ella: dejando a los tuyos armados para afrontar con independencia su futuro y dándonos a todos un ejemplo más de lucha hasta que no queda más remedio que aceptar el final.
Siempre estarás en nuestros corazones. Con las diferentes historias que se suman en la complejidad de una constelación familiar llena de tantas estrellas, de una familia numerosa donde somos hermanos, padres e hijos al mismo tiempo por las diferencias de edad, de carácter, de aspiraciones y obligaciones pero atados de por vida por nuestras experiencias vitales, genes y lazos familiares.
Descansa, hermana, descansa. Han sido apenas sesenta y pico años, llenos de fortaleza y entrega a los tuyos. Y te vas sabiendo que has cumplido, y vivido, de forma sobresaliente.
Un beso, Flora; hasta siempre, querida hermana.
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