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¡Peeeeedroooo!

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan después de superar la votación en el debate de investidura del presidente.

Sólo faltó Penélope Cruz y su inolvidable grito oscarizado. Al final, Pedro Sánchez superó una investidura y lo hace con un inédito gobierno de coalición en este periodo democrático y escorado a la izquierda, para mortificación del centro derecha español que ha sido el gran derrotado. Hasta Felipe González, el presidente más duradero, tuvo que renunciar al Marxismo para llegar a serlo. Es verdad que eran otros tiempos, y la imagen de Santiago Carrillo, en aquellos,  era muy distinta a la de Pablo Iglesias ahora, aunque los dos representaran a la España que piensa y experimenta más allá a la izquierda del PSOE. Tampoco hay que decir que Felipe no necesitó a ningún otro partido para llegar a la Presidencia con el respaldo de una mayoría absoluta socialista histórica, la primera de muchas, también en este periodo democrático. Tampoco Felipe quiso mirar nunca más a la izquierda de donde él se puso. Más bien, todo lo contrario. Intentó desde el principio abrirse paso entre los suyos para colocar a España en Europa (y hasta en la OTAN), a pesar de que lo tuviera que decir en congresos internos y mítines populares.

La experiencia por la que apuesta Pedro Sánchez es novedosa y arriesgada en el PSOE, un partido al que a veces le ha costado llegar a las exigencias de la socialdemocracia, en su permanente trayectoria escorada hacia el centro y hacia la derecha nacionalista ( PNV y CIU y hasta CC), cuando fallaban las mayorías absolutas. Y ahora se embarca en una operación de gobierno con un copiloto de izquierdas, que se define como marxista y que, encima, pondrá al frente de Comercio a un Alberto Garzón que tiene a Cuba como referencia de buen funcionamiento de este sector. La convivencia no será fácil. En un gobierno, como en una carrera de rallye, es fundamental la plena sintonía entre el piloto y el copiloto, la confianza total. Cuando Pablo Iglesias le cante al presidente, a Pedro Sánchez, que vienen curvas, si este duda, si no cree lo que le dice su copiloto, puede acabar o en la cuneta o subido a cualquier terraplén. Si se dedica a pensar si le interesa o no, si le está engañando o no, la parálisis y el desgobierno aflorarán, y se verá abocado a otras elecciones en menos tiempo de lo que ellos quieren y este país necesita.

Sinceramente, la experiencia de un gobierno de izquierdas no me parece un disparate en una España llena de desigualdades, con un paro millonario y unos millonarios muy parados y llenos de privilegios. Les temo más a los socios necesarios para superar la investidura, que, además, son insuficientes para aprobar los presupuestos, e inestables por definición. Tampoco discrepo del planteamiento inteligente que los asesores del PSOE ha utilizado, junto con los de Podemos, para crear un marco nuevo en una España muy distinta de lo deseable por el centro izquierda. La España de ahora necesita más instrumentos, más inteligencia y actuaciones más subliminales para superar sus temores de ruptura territorial. Lo que hay sobre la mesa, tanto por el lado estatal como por los nacionalismos no garantiza más que enfrentamiento. Por esas propias circunstancias, era necesario crear un nuevo relato, poner en el escenario todas las piezas y buscar soluciones arriesgadas que posibiliten el éxito. Está claro que lo que hay no da estabilidad y produce fricciones territoriales que se enquistan y se embrutecen. Entonces, hay que hacer cosas distintas para tener resultados distintos. No sé cuánto tendrá de marketing político a secas y de engaño parlamentario la propuesta de Sánchez. Pero no se puede dudar de que se ha recibido bien por la izquierda y que ha permitido lo que parecía imposible: el movimiento constructivo de los nacionalistas más radicales o independentistas en un debate de investidura de un presidente español.

La situación es inédita. Y puede ser fructífera. ¿A cambio de vender o romper España? Lo dudo mucho. Eso lo podría hacer cualquier comerciante en cualquier zoco, sin más predicamento ni más de cien años de historia. El marxismo no creía en las naciones, su apuesta es internacional. Aunque después las dictaduras del proletariado (mejor, de los jerarcas que asumieron el poder por ellos) defendieran las suyas a dentelladas. Está claro que para convencer al otro le tienes que dar la opción de que pueda pensar que la victoria es suya. Que su posición hacia el independentismo mejora, que le das aire en una España asfixiante, irrespirable para ellos. Pero también hay que ver la partida más allá de los primeros movimientos. Se pueden ceder muchos peones (que mal suena esto hablando de un gobierno de izquierda), incluso el caballo, para que la partida mantenga el interés entre los unos y los otros pero hay que mantener el Rey (tampoco suena bien entre republicanos convencidos) para ganar la partida.

Y seguramente  tenga razón Pablo Iglesias cuando dice que lo peor que le puede pasar al Rey, para su propia supervivencia en una España diferente, es arrimarse al calorcito de las derechas. Ahora que nos acercamos al siglo de la caída de la Monarquía Española, en unas también insólitas elecciones locales, con un Alfonso XIII que jugó a ser guerrero en África y que puso de jefe del gobierno a Miguel Primo de Rivera, en aquella dictadura blanda de mal recuerdo, como preámbulo de la dictadura/dura franquista una década después, no sería malo recordar un poco la historia.        

Si el objetivo es que España permanezca unida, se tienen que afrontar experiencias que vayan más allá de la opción aplaudida por la derecha. No puede ser “a la fuerza” la única opción. Entre otras cosas, porque también la historia ha demostrado que no es suficiente y, además, la convivencia empeora, lastrando la calidad de vida de todos. ¿Que hay riesgos de que salga mal? Pues claro, pero no tiene más riesgos que quedarse quietos y con el labio tendido hasta que el otro consiga romperlo. Este gobierno es una oportunidad, por el momento, la única que hay. Así que vamos a ver cuánto de verdad y cuánto de mentira trae en su mensaje. Y cuánto son capaces de hacer. Cuando se apuesta por el dialogo hay que suponer que se acepta que tienen distintas opiniones y distintos objetivos. Lo otro no es dialogar, simplemente es festejar entre amigos.

       

Comentarios  

#1 Carmen 08-01-2020 08:32
Totalmente de acuerdo
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