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No quieren hacer, solo quieren estar

 

Se hace muy duro descubrirlo.

El aceptar que esa persona que está delante de ti y que tiene un cargo político importante no tiene ni el más mínimo interés en solucionar ningún problema, ni en hacer ninguna infraestructura pública ni en prestar ningún servicio. En realidad, su único objetivo es mejorar su vida privada y disfruta sabiendo que su coste de oportunidad es ninguno. Está donde quiere estar y en ningún otro sitio, en el que podría estar por sus circunstancias personales o profesionales, supera esta posición ni en resultados económicos ni en satisfacción. Lejos de avergonzarse por no tener ni proyecto político ni capacidad intelectual para afrontar este proyecto público, ve como un mérito más el haber llegado sin tener una formación especial ni un proyecto reconocible ni la voluntad de tenerlo.

Es como ese ejército de personas que se han empotrado en el lugar equivocado pero que son incapaces de retroceder un ápice. Están ahí, viven de eso y se aferran a ello al margen del coste que pueda tener para la sociedad. Y el problema principal no es ese, no es que el individuo perverso se agarre a su cargo cuál parásito a su benefactor sino que el sistema les proteja en su perjudicial posición. Así nos vemos a médicos que no diagnostican pero medican sin control hasta causar la muerte del indefenso paciente mientras sus jefes miran, conscientemente, para otro lado. A maestros que no les gusta dar clases y atormentan a los chinijos con sus propias frustraciones sin que nadie haga nada. Policías que delinquen en horas de servicio, mezclando actividad policial con actividad de mafias, mientras sus compañeros y jefes no quieren ver los indicios claros de criminalidad. Periodistas que se agarran a la mordida para contar películas sobre una realidad dura que pondría en riesgo su propia existencia al contarla. Así podríamos seguir con otras muchas profesiones de las que no escapan los técnicos públicos que les crean las circunstancias ad hoc a los políticos para que estos puedan delinquir sin dificultad a cambio de su parte del pastel.

¿Hay en Lanzarote médicos, maestros, policías, periodistas, técnicos públicos y otros profesionales así? Rotundamente, sí. Y son claramente protegidos por el sistema, aunque los propios jefes de estos delincuentes especializados en hacer lo contrario de lo que le marcan sus profesiones lo nieguen, lo que no solamente les convierten en tan delincuentes como sus subordinados sino también en unos mentirosos redomados.

¿Y por qué pasa eso en Lanzarote y en muchos sitios del Estado español? La respuesta es sencilla: la tolerancia que tenemos con esos políticos que sabemos que nos mienten y que sabemos que no tienen más pretensión que mantenerse en el cargo. Son esos políticos, cómo estatus superior público, los que contagian todo el sistema con su voluntad de mantenerse en el cargo para no hacer nada, aunque se conviertan en un tapón social, en un impedimento insuperable que enquista los problemas y congela las soluciones. Son ellos, con su falta de ética y moral, los que dan cobijo a todos esos delincuente que parasitan en el sector público haciendo lo contrario de lo que deben hacer por oposiciones y funciones.

Hasta que no sea delito que un político mienta y que actúe únicamente para mantenerse en el cargo aunque sea solo para enriquecerse él provocando un empobrecimiento público y social no hay nada que hacer. Pero es que, desgraciadamente, quienes redactan y aprueban el código penal son los mismos políticos que llegan al cargo con la única voluntad de mantenerse. Como son los que aprueban sus propios sueldos, sus propios privilegios, sus propias compatibilidades y hacen legales sus indefendibles corruptelas mientras se siguen muriendo los pacientes, mientras se embrutecen a niños en las escuelas, mientras policías delinquen en sus turnos de patrulla, mientras los técnicos preparan ad hoc pliegos de mordida política y periodistas nos cuentan cuentos para ocultar esa realidad. Así es, sí, también aquí en Lanzarote.

Comentarios  

#2 Ana 15-03-2020 17:21
Cierto. Real y esto está acabando con nuestro mundo falto de honestidad.
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#1 Goro 04-03-2020 12:40
Una vez me dijo un anciano en Tías: Los políticos son como las ratar. Pero no por lo que se comen, sino por lo que destrozan. Chapó por el atículo. Felicidades. Definición perfecta y transparente de la sociedad.
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