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¿Cómo llegó hasta aquí el coronavirus este?

Las playas de Papagayo, más desnudas que nunca, sin turistas ni residentes en sus orillas.

 

 

Parte de guerra (6)

 

Jueves, día 2 de abril de 2020. Apenas pasan cinco minutos de la medianoche. Estrenamos el decimonoveno día de confinamiento. Hoy prefiero escribir antes de acostarme. Quizás así no madrugue y me pueda levantar a las cinco o las seis de la mañana.

Intenté hacer el parte de guerra ayer, por la tarde, en el horario de terraza, pero ya hay costumbres que se van consolidando. Miedo me da que me acostumbre a esta situación y cuando llegué el día de la victoria final sobre el coronavirus no me apetezca salir a la calle. Que, por cierto, se llaman así, coronavirus, porque las membranas de estos tipos de virus tienen puntas en forma de corona. Además, hay que saber que una cosa es el nombre del coronavirus este, que se llama  SARS-CoV-2, que viene de "coronavirus 2" (CoV-2) y de las siglas en inglés de Síndrome Respiratorio Agudo y Grave (SARS).  Y otra cosa distinta es la enfermedad que produce, Covid-19, que es el nombre oficial que la OMS le dio en febrero a la enfermedad infecciosa causada por el nuevo coronavirus, es decir, por el SARS-CoV-2. La denominación de la enfermedad viene de la frase en inglés "coronavirus disease of 2019" (enfermedad del coronavirus de 2019).

Pero sigamos en mi terraza. Esta tarde, quise escribir este sexto parte de guerra en la terraza. Después de comer, sobre las 15:00 horas, salí a la terraza con el portátil, la jícara (taza, para los jóvenes y residentes foráneos) de café y con la voluntad de ponerme a escribir. Lo intenté. Pero me daba el sol en la cara, el sonido del mar me hacía pensar en otras cosas y el no ruido de coches me animó a levantarme y acercarme al límite oeste de mi espacio abierto. Normalmente, cuando llegó hasta allí, miro a la izquierda, a unos cien metros está el mar. Pero esta vez miré a la derecha, a unos cien metros, también, tengo la autovía LZ2. Normalmente, en condiciones normales, está llena de coches, a veces, incluso, presenta retenciones de cientos de vehículos porque hubo, más adelante, algún accidente. En cambio, ahora, la miro y hay momentos en los que no pasa ninguno. ¡Inaudito! No se oye ese característico ruido de coches y más coches, tan habitual en la zona. Tampoco se oyen los aviones entrar y salir del aeropuerto. Una decena de operaciones diarias no tiene nada que ver con las cientos de entradas y salidas que se daban en un día normal en este destino turístico privilegiado, que ahora está completamente parado y su gente confinada.

La restricción de los vuelos y del tráfico rodado permite oír el mar en Playa Honda y alrededores, donde antes de la crisis era casi imposible por el ruido dominante.

Contar coches, esperar a Esperanza

La imagen de la autovía sin casi coches, me retrotrajo a mi infancia en Tías. Cuando, sentados en el brocal de la aljibe, algunos de mis hermanos y hermanas y yo contábamos los coches que pasaban por esa misma vía, cuando tenía un solo carril de ida y otro de vuelta, a la altura de Los Lirios. Desde allí, veíamos más de cien metros de la carretera, casi recta, desde la casa de los Sicilia, pasando por delante de la de los Borges y los Saavedra hasta la de los Umpiérrez, las cuatro por debajo de la vía, ya en el Hoyo del Agua. En la parte de arriba, en aquellos años de la década de los años 70 del siglo pasado, todavía no estaban las urbanizaciones de Los Lirios, ni esas viviendas que aparecen sin terminar. Estaba simplemente el viejo empaquetado de tomates enfrente de los Sicilia, que nos impedía ver la carretera más allá, sentido Arrecife, y alineadas en el margen izquierdo, subiendo, del camino de Los Lirios estaban las casa de los Guadalupe, la nuestra, la de los Ferrer, detrás, sin acceso al camino, los Álvarez, que tenían la entrada por la carretera de Conil, y los Montelongo, que estaban más atrás. Más arriba estaba la casa de otra familia numerosa, los Valiente Fajardo, y, enfrente, como única casa de esta zona a la derecha del camino, la de los Riverol, pero estas ya no nos molestaban para divisar la carretera, y los coches. Tampoco la casas de los Fernández, los Bermúdez y de Manuel Guadalupe, que completaba la lista exhaustiva de viviendas de la zona, eran un impedimento para nuestro juego.

El Seat 850, parecido a este, de mi cuñado Germán nos traía de Arrecife a nuestra madre, mientras nosotros contábamos los coches que pasaban por la LZ2. Ahora, con el confinamiento, vuelven a circular tan pocos coches como en los años 70.

Solíamos jugar cuando mi madre bajaba a Arrecife.  Y la estábamos esperando ya de noche si era invierno; todavía de día, en verano, cuando se agotaba la tardecita. Si llegaba la guagua, que paraba en el cruce que unía Los Lirios y el Hoyo del Agua, en la intersección de la carretera de Conil con la de Arrecife a Mácher y no se bajaba mi madre entre aquella media docena de personas que solían apearse allí, significaba que vendría con mi cuñado Germán un rato después. Y, entonces, apostábamos para ver quién acertaba cuántos coches pasaban antes de que apareciera el Seat 850 que traía a casa a mi madre. A veces, si tardaba mucho, para darle un poquito más de dificultad al juego, elegíamos un color de coche cada uno y comprobar quién reunía más, antes de de llegara nuestra Esperanza querida. No sé por qué, pero  el rojo no era mal color, también estaba claro que los blancos y negros tenían sus números. Aunque nos olvidábamos de apuestas y colores desde que aparecía el  Seat 850, beige, o beis, de mi pariente político.

Volví al ordenador, pero preferí dejar estas reflexiones para ahora. Entre otras cosas, porque apareció nuestra sanitaria preferida. Fue Messi el que primero se percató. Oyó el ruido de la cancela del jardín y salió de debajo de la mesa, donde descansaba casi encima de mis pies, como un tiro para ponerse a arañar, excitado, la puerta de la calle. Apenas abrió la puerta, ya estaban los dos felices dándose los parabienes. Al final, se van a fugar los dos y me van a dejar a mí aquí, en palancas, contando historietas de una guerra que me confina en mi casa, pero que me considera otro héroe. Como a todos y cada uno de los ciudadanos, no vayan ustedes a creer otra cosa. Que en esta casa ya nos damos por satisfechos teniendo a nuestra generala en la primera línea de batalla, junto al resto de los sanitarios de Lanzarote.

 

El coronavirus ya mata

Después de dieciocho días, nada es igual. Llevamos ya 59 casos diagnosticados. Bueno, a estas horas, cuando ya han llegado los últimos resultados del día de ayer, miércoles, seguro que superamos los 60 con creces. También han muerto ya tres personas en Lanzarote con Covid-19. Aunque ayer se informó, desde el Hospital doctor José Molina Orosa, que había fallecido otra persona con coronavirus, también mayor de 70 años, como las tres anteriores, y con patologías previas, pero al final fue un error. El hecho de que el buen hombre se muriese ingresado en la sala de sospechosos, al presentarse en el centro hospitalario con síntomas, y neumonía, condujo al error, que fue subsanado al llegar, después del óbito, el resultado del test que daba negativo.

La comunicación fluye

La falta de información de los primeros días de la crisis sanitaria se ha resuelto por partida doble. Por una parte, la presidenta del Cabildo, Dolores Corujo,  suele salir con bastante frecuencia, con notas de prensa, a comunicar cositas. Incluso, el pasado lunes, dio una rueda de prensa por videoconferencia, retransmitida en directo por Facebook y algunos medios de comunicación. Estuvo bien. También el gerente del hospital Doctor Molina Orosa, el doctor José Luis Aparicio, se ha puesto las pilas y comunica con regularidad. Otra cosa es cómo salga de esta el bueno de José Luis, el doctor pediatra Aparicio, hijo de un viejo conocido y gran persona, al que aprecio desde aquellos lejanos tiempos en los que visité por primera vez un terrero de lucha canaria, de la que él es un ferviente seguidor y defensor. Me refiero al padre, que bastante lucha tiene el gerente con el coronavirus este.

¿Y cómo llegó?

Cuando vivimos en una isla, siempre nos produce curiosidad cómo llegan las cosas hasta aquí. Al culo de mundo, dirían algunos. Aunque yo no me atrevo a decirlo así, y no solo porque mi hija me tacharía de escatológico, sino porque creo que Lanzarote es el centro del mundo ideal. Donde quisiera estar cualquier persona que desee vivir en un paraíso. Por eso estoy seguro que no tendremos más problemas de los imprescindibles para retomar el vuelo económico nada más venzamos en esta batalla. Y con el virus también nos lo planteamos. ¿Realmente cómo llegó hasta aquí esta amenaza? Puede ser de muchas maneras, pero siempre hay una. Y en casos como este, pueden ser varias. No somos una isla cerrada, bueno, ahora, en estos momentos, quizás sí. No, ni tan siquiera ahora. Nuestro puerto recibe todos los días un montón de cosas que necesitamos, no aspiramos a una autarquía, ni sería suficiente para mantener nuestro nivel de vida. Las relaciones con el exterior son enormemente beneficiosas, al igual que lo es viajar y volver a nuestras casas. Pero son movimientos, de bienes y de personas, que no están exentas de riesgos. Pero que son fundamentales para nuestro desarrollo personal, cultural, social y económico. El encerrarnos a cal y canto, por miedo, sería mucho peor que arriesgarnos a pasar unos meses en casa confinados por los riesgos que hemos podido correr.

Los viajes de mayores fuera de la isla han favorecido el contagio. Al menos tres personas que estuvieron de viaje del IMSERSO en Cataluña y Málaga y otro que viajó a Ibiza resultaron contagiados.

Yo viajo, tú viajas, él viaja...

Y es verdad, el coronavirus este, que se llama  SARS-CoV-2 y produce la enfermedad Covid-19, nos vino de fuera. Y lo hizo de diferentes maneras, según las evidencias que tenemos con los casos diagnosticados. Sabemos que llegó, por un lado, en los cuerpos de dos turistas españoles, infectados en su boda, donde asistió un amigo neumólogo, que, al pàrecer, tenía el virus, que vinieron después a Lanzarote. Uno de ellos, ya está curado, es el único alta.

 Sabemos también que había un alemán residente y un inglés, que estaba de vacaciones, mayores de 70 años, muertos ya con coronavirus. Además, se ha informado que un guardia civil del aeropuerto ha dado positivo. Todos estos casos, cinco, podrían estar vinculados con nuestra actividad turística. Pero hay otros. Vinculados a gente de aquí que va de vacaciones o a estudiar fuera de la isla.

En los cuatro casos diagnosticados en el seno de la Residencia de Mayores Domingo Guzmán – Las Cabreras, incidente que pudo convertirse en un polvorín, como ha pasado en otras residencias, todo se activó porque una sanitaria, que prestaba servicios allí, dio positivo, y los test posteriores confirmaron que otro sanitario y dos mayores, usuarios, también estaban contagiados en el centro.

Los mayores están especialmente amenazados. Por eso no se explica que, en pleno mes de marzo, con claras pruebas de la virulencia que tiene el coronavirus en su desarrollado avanzado en Madrid, no se proteja especialmente a la población mayor.  Lanzarote tiene alrededor de 18.000 personas con más de 65 años, un 12% aproximadamente de su población, lo que no sólo nos avisa de la merma que puede provocar el Covid-19, en nuestra isla, en caso de que se propague el virus sin control, sino del sentido que tiene el confinamiento temprano y responsable para evitar peores consecuencias a nuestros mayores.

 

En Lanzarote hay alrededor de 18.000 mayores de 65 años, de los que más de 6.000 se concentran en Arrecife. Foto de Archivo de mayores en un acto organizado por el Ayuntamiento de la capital de la isla.

Lanzarote tiene unas 18.000 personas mayores de 65 años. Son personas, la mayoría de ellas, con buena calidad de vida, con pensión de jubilación, y en edad de aprovechar la última oportunidad para conocer mundo y disfrutar fuera de nuestra isla. Algunas lo hacen por su cuenta y otras con los viajes del IMSERSO. Y, a principios de marzo, muchos lanzaroteños mayores estaban fuera de la isla, viajando, con absoluta normalidad. Les habían  dicho que ese virus era como una gripe, y que no íbamos a parar nuestras vidas por un bichito de esos de nada. Ya saben, el “esto es como la gripe, no hay que asustarse” que tanto repitieron los que decían saberlo todo y al final ya no saben nada. Así, como mínimo, tres mayores, con contagio de familiares incluido, dieron positivo después de haber estado unos de viaje en Málaga, otros en Cataluña y otro en Baleares. El virus lo cogieron fuera pero son gente de Lanzarote que se integra socialmente al llegar y puede propagar el virus en su comunidad. También el regreso apresurado de los universitarios contribuyó a expandir el virus en Lanzarote. Se conoce, como mínimo, un caso de esta índole, como pasó también en otras islas.

En Lanzarote, no hubo una sola persona que trajo el virus y se propagó de forma exponencial a través de sus contactos y de los contactos de sus contactos. No. Aquí, distintas personas llegaron infectadas, con síntomas o sin síntomas. Unos vinieron a pasar sus vacaciones, otros volvían a casa. Y ya está aquí. Se ha convertido ya en algo comunitario. Por eso ya hay policías, sanitarios y conductores que ya lo tienen. Y hay personas que han dado positivo sin ni siquiera saber dónde lo cogieron. Por supuesto, hoy, cuando nos pasen el listado de positivos ya habrá más de 60 personas enfermas confirmadas. Pero claro que hay más, todavía sin diagnosticar. Serán los que den positivo mañana, pasado mañana o el fin de semana, si cumplen con su obligación de ponerse en contacto con el Servicio Canaria de Salud. Los síntomas no aparecen de forma inmediata, no es una urticaria, es un virus, y se da su tiempo para manifestarse.

Las neumonías compatibles con Covid-19

El virus este y todas sus puntas de corona no son una broma. Solo hay que ver la recreación que hace el Hospital Doctor Molina Orosa del escáner de unos pulmones infectado para entender su agresividad. El coronavirus produce, tras un periodo de incubación variable, de 2 a 14 días , una enfermedad ( COVID-19 , de sus siglas en inglés coronavirus disease ) que va desde un cuadro leve, sin neumonía o con neumonía leve, similar a un catarro común, en un 81% de los casos, pasando por una enfermedad severa en un 14%  (con dificultad respiratoria, disminución de oxígeno en sangre, y neumonía con más del 50% del pulmón afectado en la radiografía , entre 24 y 48 horas ) hasta una enfermedad grave con fallo de múltiples órganos en un 5%, y la muerte en un 2.3% de los casos.

Les pongo las imágenes que reflejan (en una reconstrucción en 3D realizada por el Servicio de Radiología del Hospital Dr José Molina Orosa, sobre las imágenes del TAC convencional ) una neumonía bilateral de un paciente de Lanzarote. En blanco, las partes afectadas del pulmón. Al lado las imágenes en la radiografía convencional. El TAC está siendo de gran ayuda en el diagnóstico de esta enfermedad,  porque pone en evidencia la afectación del pulmón de forma más clara y precoz. Es un ejemplo, por otra parte, de la importancia de contar con la mejor tecnología y con cualificados profesionales para enfrentar este problema. En ese caso, nuestro hospital tiene gente muy válida. Y muy comprometida. Pero hay que darles todos los medios para que no se vean solos y sin armas ante el bicho.

Está claro que a todos nos gustaría estar, en estos días de abril, como mínimo, en Papagayo. En sus playas de ensueño. En esas ensenadas y calas de las que guardamos inolvidables recuerdos de nuestra infancia y juventud, con nuestros padres o compañeros de clase, en semanas santas, ventosas, a lo peor, pero en libertad. Por eso les proporciono las imágenes de estas playas más desnudas que nunca, sin turistas, sin residentes, tan extraordinariamente hermosas. Y se lo agradezco, en nombre de todos ustedes, a la persona, amigo e hijo de amigo, que me las hizo llegar. Con ellas, les dejo, que yo me voy ya a la cama. Que por la mañana sigue la guerra.

Hay muchas playas en el mundo pero yo me quedo con esta.

Comentarios  

#2 Ana 17-04-2020 15:18
Gracias por sus partes de guerra.
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#1 Fernando Jiménez 02-04-2020 12:25
Parece que el Tac de última generación. Gracias aportación de la Fundacion Amancio Ortega es de gran utilidad. Y mejor nos hubiera ido si habríamos podido hacer test rápidos y con eficacia hubiéramos hecho como en Corea del Sur. Lastima...pero nunca es tarde. Ánimo...
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