Políticos confinados en redes sociales (PCRs)
- Alex Salebe Rodríguez
Los puristas del arte, quienes más defienden la autenticidad de las obras artísticas, mantienen la categoría ‘kitsch’ como el arte sin originalidad, el arte de la copia, de objetos muy cuestionados por su estética, piezas que son creadas para hacerse un hueco en el mercado de forma efectista. Kitsch es una palabra alemana universalizada a través del arte que denota cursilería o mamarrachada.
En el cosmos de supuestos eruditos y hedonistas, todavía hay malos santos y buenos diablos que están convencidísimos de que aparecer a diario y a toda hora como adornos en redes sociales los hace mejores. La especie PCRs (políticos confinados en redes sociales) se autoproclama “muy popular”, supongo, porque cree que la gente puede imaginar que el trabajo y la eficiencia son directamente proporcional al postureo, así haya que publicar una foto sacando el perro a mear cuando no hay más. Viven sometidos por la esclavitud del ‘like’ e intentando copiar escenarios distantes que nada tienen que ver con su realidad.
Sería estúpido no reconocer la valía de las redes sociales como una potente herramienta de comunicación que además permite retroalimentación directa e inmediata, pero tendemos a desnaturalizarnos si nos empecinamos en convertirla en nuestro hábitat principal. Sin darnos cuenta, paradójicamente, nos volvemos seres menos sociables, lejanos, ensimismados en la vanidad.
Los PCRs no solo convierten las redes en su ventana obsesiva de autocomplacencia, de su proyección o reafirmación como gestores públicos o aspirantes a hacerlo, del escaparate de venta de un “bello” trabajo, que habría que diferenciar de “efectivos” resultados, sino que algunas de sus señorías trasladan a las redes debates, que más que debates son berrinches vergonzantes, llegando incluso a utilizar vocabulario soez.
No obstante, los PCRs, como muchas cosas en la vida, son muy necesarios, porque permiten la comparación con quienes tienen claro que la aceptación y popularidad es producto del trabajo, gestión que evidentemente pueden y deben proyectar en redes, pero nunca crearla a golpe de posts. Tampoco un post puede suplir capacidad o inteligencia, ni siquiera predisposición, voluntad o actitud, por mucho nicho de mercado que se tenga identificado según cada red social. Las estrategias de marketing y la frecuencia de publicaciones en cada comunidad digital es otro tema de análisis.
Así como valoramos más el arte genuino en cuanto más productos kitsch proliferan; estimaremos más a los políticos centrados y resolutivos si abundan los que pretenden vivir en la burbuja de apariencias. El pensamiento crítico que alimenta la lectura, el arte y la cultura es fundamental en la formación de la sociedad que decide.
“El capitalismo tiene una urgencia de someter a la lógica del mercado todo lo que existe en la vida”, apuntaba Boaventura de Sousa Santos, preguntado por el periodista Andrés Páramo, en una entrevista concedida en 2019 a la revista colombiana Arcadia. El reconocido sociólogo portugués analiza allí la tirantez entre la cultura de mercado y la cultura como resistencia. “Existe un mercado de oferta y demanda estándar, homogeneizante. Cultura industrializada, entretenimiento masivo y redes sociales”. Nosotros decidimos si somos espectadores críticos del circo o formamos parte activa de él.
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