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¡Ya huele a piche!

 

“¡Ya huele a piche!¡Ya huele a piche!”, me grita un viejo conocido, y un conocido viejo, que sigue atrincherado detrás de una mascarilla FFP2, como corresponde a un hombre de su edad y vulnerabilidad. Desde la otra acera, no sé si por precaución por la covid o simplemente por no entretenerse hablando de política, me avisa de la proximidad electoral de forma jocosa.  Sabe él por propia experiencia que el piche es como el Vicks VapoRub  para los políticos. Ese popular ungüento tópico mentolado cede en los candidatos a renovar plaza sus efectos al asfalto que se derrama en nuestras calles y que amenaza con llegar hasta las cocinas de las casas particulares, si eso es menester de su ocupante y lo acepta como contrapartida para dar su voto en la cita electoral. Creíamos que las autopistas tecnológicas y demás inventos nuevos iban a dejar fuera de combate estas cosas. Pero que va, nada de eso. El político ve aparecer la maquina con el asfalto derretido e inhala con gusto esos vapores. Sus fosas nasales se expanden y empiezan a sentirse mucho mejor, a respirar con mayor tranquilidad. Están convencidos, además, que ese olorcito a chicle requemado tiene efectos amnésicos en los vecinos. Que ya no cuenta nada lo que se ha dejado de hacer en cuatro años, que lo único que cuenta es hasta dónde llega la mancha negra y lo bonita que queda con sus rayitas blancas.

Los políticos apenas usan ya carteles electores, mítines y programas todo a cien. Pero las empichadoras no pasan de moda y siguen utilizándose como el último recurso (a veces, el único) de todo el mandato. Y pasan triunfales por las calles y caminos en plan desfile militar y, en algunos sitios, son recibidas, incluso, con banderitas. Detrás de ellas, y también delante, aparece media corporación haciendo que hacen y recordando que son ellos los que han llevado hasta tu calle el espectáculo más grande del mundo electoral. Donde todo parece mágico, aunque solo sea un engaño más de los que creen que se puede vivir eternamente con el mismo truco. Y si no lo creen, lo hacen por si acaso. Que nunca se sabe lo tonto que puede llegar a ser el vecino. Que algo entretenido deben considerar que está, si todavía no ha caído en que llevan años y años gobernando y lo único que les abren los bronquios son el piche.

A cualquier persona le cuentas estas historias y se echa a reír. Percibe lo burdo del juego a la legua. Pero, lo más sorprendente de todo, es que a esa misma persona te la puedes encontrar, minutos después, blandiendo la banderita desde la puerta de su casa al paso triunfal de la empichadora y sus olores. Cualquier mago de tres al cuarto que repitiera su truco de forma tan evidente y mala sería apedreado en cualquier esquina. En cambio, al político que juega de esta forma, que chantajea negro sobre blanco, piche por papeleta, se le lleva el sobrecito el día de marras. “Más piche, más piche”, grita el alcalde dispuesto a renovar su camarote al más puro estilo de Groucho. Y así nos va.

Comentarios  

#1 . 21-07-2022 23:40
Que artículo más acertado… totalmente cierto, cada 4 años saltan los planes de asfalto. Y la gente contenta con algo tan simple como que sus calles estén “empichadas”. Y luego las carreteras que de verdad lo necesitan siguen años y años llenas de agujeros. Con los planes de asfalto Ganan las empresas de siempre y ganan los políticos ya que éstas empresas son las que financian las campañas… el mismo cuento cada 4 años.
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