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Los terreros necesitan modernizarse para acoger a los nuevos canarios

 

En la final de la liga insular de lucha canaria de Tenerife, tuve la misma decepción que cuando veo llover en Lanzarote y el agua se pierde entre barrancos y en el mar porque hemos abandonado los aljibes y las alcogidas. Les explico: hacía años que no veía tanta gente haciendo cola para entrar a una luchada como la que estaba en la plaza que da acceso al terrero Mencey de Tegueste. Personas de todas las edades, preferentemente venidas de Valle Guerra y de San Miguel de Abona, pueblos a los que pertenecen, respectivamente, el Rosario y el Chimbesque, aunque las había de todos los rincones de Tenerife y de muchos lugares del archipiélago. Y, cuando tenemos a esas miles de personas a las puertas de terrero, las tratamos de mala manera, haciéndolas esperar lo indecible e, incluso, poniendo en cuestión, si había butacas para tanta gente. Fue, claramente, un mal ejemplo.

La organización falló. Algo tendrá que ver la Federación Insular de Lucha Canaria de Tenerife y los responsables de coordinar la venta de entradas y el acceso al recinto deportivo. Los aficionados respondieron con una sonora pitada cuando nombraron a las autoridades presentes. De forma especial, a la presidenta del Cabildo de Tenerife, Rosa Dávila, que se llevó el más fuerte. También eso envidié de los aficionados tinerfeños, aparte del buen nivel de lucha canaria que tiene y la juventud de la gran mayoría de sus aficionados congregados. En Lanzarote, la lucha canaria, como una extensión de esta sociedad borreguil que hemos permitido crear, aplaudimos y alabamos a los políticos aunque nos demuestren todos los días que les interesa la lucha canaria exactamente lo mismo que el resto de los temas de la isla. Exacto, nada. Seguro que si dieran dietas por asistir a las luchadas, como cobran por desplazamientos, ferias y visitas al Parlamento, irían hasta a los entrenamientos. Por el momento, se reservan para el fotocol de las finales. Y punto.

Tampoco me explico por qué se pueden sacar entradas para cualquier espectáculo a través de internet y para ir a una luchada hay que comprar las entradas personalmente y en efectivo. ¿Es eso normal en pleno siglo XXI? ¿Es normal que llegues a la puerta de un terrero y si no llevas dinero en efectivo no puedes pagar y te quedas sin entrada? Hasta los adolescentes pagan sus cosas con Bizum y en el deporte canario más señero pagamos en la puerta entradas de las que no nos dan ni tan siquiera un justificante. Aclaro que en la final tinerfeña sí que te daban parte de la entrada como justificante al pasar a la cancha.

No estaría de más que la Federación de Lucha Canaria junto con las federaciones insulares y los clubes idearan un sistema para que pudiéramos entrar en una aplicación para sacar las entradas de cualquier terrero. Y, por supuesto, que se pudieran pagar también presencialmente con tarjeta. Es que da todo una sensación de desorganización y aspecto bastante tétrico. Es como si estuviéramos hablando de deportes clandestinos en lugar de una de las principales señas deportivas del archipiélago.

Hay que hacer un esfuerzo para sacar la lucha canaria de la marginalidad, el olvido y de la zafiedad. Hay que modernizar sus infraestructuras dotándolas de la tecnología necesaria para disfrutar del espectáculo con las mayores garantías y acabar con las megafonías defectuosas y la deplorable falta de información. Hay personas que van por primera vez a la lucha, atraídos por la expectación creada con la rivalidad de los equipos o los luchadores, y salen del espectáculo como entraron: ni saben los nombres de los luchadores, ni la categoría que tenían unos y otros al enfrentarse, para poder valorar realmente la hazaña del que gana y la derrota del que cae y mucho menos sabe las técnicas. Muchas veces no saben ni por qué quedan los luchadores eliminados cuando no caen. Es un deporte que todavía se hace a ciegas para el público no entendido ni habitual, cuando podría hacerse fácilmente de forma espectacular, utilizando las nuevas tecnologías del sonido e imagen, que son muy buenas y están al alcance de los presupuestos públicos de los propietarios de los terreros.

Cada vez que decepcionamos a un canario o canaria que se acerca por primera vez a un terrero, estamos cerrando la puerta a todo ese entorno personal, profesional y social que espera su valoración de la experiencia. Si van ilusionados al terrero, por la expectación, y salen aturdidos por el trato recibido, estamos dando pasos de gigantes hacia el fracaso.

 Antes de convocar masivamente a los canarios, deberíamos trabajar mucho y bien en recrear nuestros espacios de encuentro, nuestros terreros, para darles las condiciones que ya encuentran en cualquier otro espectáculo. Y aprovechar esta oportunidad que nos brindan, al visitarnos, para conquistarlos definitivamente.

Hay mucho trabajo por hacer, pero ya no hay nada de tiempo que perder. Y entonces sí que gana la lucha canaria.

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