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La Geria, el “Ecce Homo” lanzaroteño

 

La isla de Lanzarote ha sido comparada en muchas ocasiones con el paisaje lunar. De hecho, hasta de la Nasa han enviado a la isla a sus profesionales para que se adaptaran a sus condiciones para futuras visitas planetarias.

No solo su origen volcánico sino también las espectaculares erupciones del siglo XVIII han hecho de la isla un territorio de belleza tan extraña como excepcional. De sus poco más de 800 km2 de superficie, destacan los 52,5 km2 que ocupa, en el corazón de la isla, el Paisaje Protegido de La Geria. Es la imagen más etnográfica de la isla “pintada” sobre un lienzo de rofe (lapilli) que se extiende por el 6,2% del suelo lanzaroteño.

Los lanzaroteños de finales del siglo XVIII vieron como la brutal fuerza de la naturaleza abrió bocas de fuego en la parte más fértil de su isla, donde ellos hacían su vida y cultivaban sus alimentos, principalmente cereales. La mayor parte quedó cubierta por metros de lava intratable pero en lo que es hoy es La Geria, entre conos volcánicos recién nacidos y otros que sobrevivieron al ataque en forma de montañas, se depositaron miles de toneladas de lapilli que cubrieron la tierra cultivada con alturas de hasta cinco metros de arena. Si no se hubiese hecho nada sobre ese espacio, hubiese sido un espectacular parque natural, un desierto negro seguramente también de impresionante belleza. Pero eso hubiese significado  el abandono de la isla de sus habitantes, desahuciados por la naturaleza.

El valor etnográfico de La Geria entronca con la respuesta de una población atemorizada por el volcán que no quiere abandonar su tierra. Ante la fatalidad, decidieron luchar. Y se encaramaron en la arena que sepultó sus campos, armados con aperos de labranza, marrones y camellos y plantaron batalla al volcán con sus propias armas. ¿El volcán nos da arena? Hagamos hoyos en ella hasta encontrar nuestra tierra fértil. ¿El volcán nos da rocas? Pues las convertimos en piedras, a base de marronazos, y hacemos socos para proteger nuestros hoyos del viento. ¿Aquí no se pueden plantar cereales? Pues introducimos la uva malvasía y hacemos vino. Un ejército de hombres pobres, a cambio de un puño de gofio y unos porretos o frutas pasadas, trabajan de sol a sol en aquella inmensidad de arena todavía caliente que se recalienta más todavía en las horas centrales del día.

Un trabajo coral 

Fue un trabajo coral. Únicamente comprensible por la situación calamitosa de la isla. La Geria es el fruto del hambre de una generación de lanzaroteños y lanzaroteñas pobres y empobrecidos, que fue brutalmente castigada por la naturaleza y olvidada en la inmensidad del atlántico por los poderes de aquella época decimonónica. Y se mantuvo hasta nuestros días por el orgullo de sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos por lo que crearon sus antepasados. Cuando se va a La Geria y se observa con detenimiento los hoyos y socos subiendo por la falda de las montañas por lugares casi intransitables, donde caminar es casi un milagro, imaginarse a hombres y mujeres como hormiguitas a lo lejos cortando uvas, cargándolas en cestas y llevándolas al lagar para hacer vino después de pisarlas con esmero, se te saltan las lágrimas o no eres de este mundo.

Si te imaginas al primer hombre, al que llegó a aquella inmensidad de arena con una pala y se puso a cavar hasta que el hoyo se lo tragó en su profundidad hasta gritar “tierra a la vista”, entiendes lo que es la agricultura heroica.

El hacer La Geria ahora, a pesar de todos los avances tecnológicos, sería imposible. Le faltaría esos más de 200 años de maduración de todos sus elementos que hemos conseguido. Lo que sí es fácil es cargársela con todas esas maquinarias, dinero y avariciosos que hay hoy sueltos por Lanzarote. Y lo están intentando.

La gran mayoría de los residentes de la isla ya no son descendientes de aquellos pioneros. Ni tan siquiera identifican bien cuál fue el proceso, ni saben podar, ni tirar arenas a paladas para liberar la parra del enterramiento, ni sienten ese orgullo de bajar al hoyo a trabajar, entrando y saliendo sobre sus propias huellas, para no afear, de poner las piedras en los socos. De contar los agostos por vendimias en familia. Algunos, incluso, se apuntan a carreras por estos paisaje, para consumir, rápido/rápido, el espacio cargándolo con su peso que después le recompensan en vino. ¡Chiquita patraña! Si nuestros padres y abuelos volvieran y vieran ese espectáculo  de gente corriendo por nada entre los viñedos, cuando ellos nos obligaban a caminar de puntillas entre los socos y pasar el rastrillo para “peinar” la arena se nos volverían a morir.

 

La administración al servicio del que destruye 

Pero eso no es lo peor. Lo peor de todo es que la administración pública, en lugar de implicarse en su conservación,  que es, además, uno de los grandes reclamos turísticos de la isla y un paisaje de indudable valor, se hace cómplice de quienes no les importa cargarse las esencias del espacio en beneficio propio. El grito de guerra ahora es que la uva está a cuatro euros el kilo. Y pudiendo recoger 20 kilos, por qué vamos a coger 10. El vino de La Geria, orgullo de nuestros antepasados, se ha convertido en materia de especulación de primer orden. Y allí llegan los grandes especuladores de la isla, los que han hecho dinero traficando con el territorio insular. Y ya adaptan las normas a sus intereses.

Al más puro estilo de la octogenaria Cecilia Giménez que, encomendándose más al diablo que a Dios, se decidió a restaurar a su manera el fresco del siglo XIX conocido como “Ecce Homo” a su gusto causando un revuelo mundial por su insensatez, los ricos de Lanzarote entran en el espacio protegido de La Geria. También ellos están convencidos que pueden mejorarlo a su manera, especialmente para atender sus intereses. También ellos atentan contra una obra protegida, realizada por miles de lanzaroteños en siglos pasados y única en el mundo, que solo necesita ser conservada de la mejor manera y mayor pulcritud. Pero ellos llegan con sus tractores, con sus dineros y con sus políticos lacayos y desmontan montañas de arena, se les olvidan los hoyos, hacen socos en hileras rompiendo la imagen de malla negra y verde característica de La Geria para dejarlo todo bien preparadito para convertir la agricultura heroica en intervención grotesca y vergonzante.

 En estos tiempos de responsabilidad corporativa tendría su lógica que los grandes ricos de la isla, que se han hecho millonarios llenando Lanzarote de millones de turistas anualmente, apostaran por devolverle algo a su tierra. Y se convirtieran en ejemplo de conservación de este espacio. Metiendo dinero para que todo siga igual como estaba, para recuperar lo que se ha perdido. Pero hacen todo lo contrario.

Los hoyos, los socos, los testes de arena que se mantienen como estaban son, precisamente, los de los pequeños propietarios, los de los pobres que, además, no reciben apenas ayudas, que concentran los que aspiran a latifundistas. El pobre malvende su pequeña parcela porque no puede conservarla. El rico la compra, pide ayudas  y se carga a su gusto el espacio con dinero público, que no se ofreció al pobre para conservarlo.

Es una dinámica endiablada donde con el apoyo de la administración, y por mor de la industria vitivinícola local, los ricos consiguen parras baratas, subvencionadas y trabajadas con dinero público para luego vender el vino más caro que nunca. Y han conseguido calar ese sentimiento en la administración, que no ve La Geria como un espacio protegido de un incalculable valor paisajístico y etnográfico sino como un mero escenario turístico, donde los ricos del lugar, los compinches del lugar, instalan sus industrias con el único objetivo de enriquecerse un poco más.

 

Un Plan Especial, complicidad de administración y destructores "por el bien" del vino 

El Plan Espacial de La Geria que está en tramitación en un claro ejemplo. Nace para darle respuesta a las aspiraciones de los ambiciosos, a los que quieren convertir el vino en otra de sus industrias, pero no pone los estándares de calidad y conservación de La Geria. ¿Cuánto debe medir un hoyo en cada sitio de La Geria? ¿Cómo hay que poner los socos? ¿Cuál es la estructura que deben conservar las parcelas para que la imagen de malla se mantenga? ¿importa algo La Geria o solo se trata de  hacer vino y tener una excusa para hablar de Malvasía volcánica? ¿La línea a seguir en La Geria será la misma que se ha seguido en el litoral español con el desarrollismo turístico? ¿Se va a aprobar un plan para proteger La Geria o para evitar que los especuladores de siempre “sean molestados” por el Seprona y por la Agencia de Medio Ambiente?

Yo lo tengo claro. El proceso es el que es. Y no hay nada que haga confiar en los que están conchabados con los especuladores para que apuesten por la verdadera conservación de un paisaje tan singular, bello y excepcional como La Geria que, además, hicieron nuestros antepasados llevados por el sentido común, su corazón y sus estómagos vacíos.

Puertas y vallas 

No hay sino que darse un paseo por el largo y ancho de La Geria en los cinco municipios en los que se extiende. Si usted ve una finca con vallas, con hileras de parras, con hoyos de meadita de burro capado y socos más juntos que las sombrillas en Benidorm, no lo dude, está ante una finca de un rico de Lanzarote, de un nuevo propietario de La Geria. Hasta al campo le quieren poner puertas. Lo de ellos, es solo de ellos. Y lo nuestro solo tiene valor, y poco, cuando se convierte en lo de ellos también.

Un espacio abierto, único, donde los propietarios con simples lindes de piedra manchadas de cal blanca, sabían cuáles eran las suyas, como La Geria, lo quieren convertir en lo mío, lo tuyo y lo de aquel, levantando muros, vallas y prohibiciones que, a veces, no solo no permiten el paso sino ni tan siquiera disfrutar de la visión del paisaje.

Los Cecilia Giménez de Lanzarote andan sueltos. Nuestro “Ecce Homo” colectivo, La Geria, nos está avisando. “He aquí el hombre”, ¿es ese el hombre aquel que construyó La Geria? ¿Le vamos a permitir que se sigan cargando el espacio incluso con protección legal?

Comentarios  

#1 SVicente Rodríguez 10-03-2025 08:09
Tenemos lo que no nos merecemos. Les hemos votado para que defiendan la isla, no para que se saquen las fotos que luego colgarán en las redes después del despilfarro
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