LAS PERFOMANCE DE OSWALDO EN SUS MEDIOS DE CABECERA
- J.B.C.
Hacía mucho tiempo que el periodismo de Lanzarote, siempre demasiado dependiente de la política insular para su sustento diario, no alcanzaba niveles tan bajos.
La adulación sin complejos que llevan a cabo raya la hagiografía en el caso de Oswaldo Betancort que, desde que llegó al Cabildo hace casi dos años, se ha impuesto el despilfarro como principal argumento político con la complicidad de sus medios de cabecera. Ya ni siquiera se disimula. Las entrevistas al personaje que ha convertido el Cabildo en una referencia del despilfarro más sonoro y estúpido de la política canaria, haciendo buena la mala gestión socialista de los últimos años con su “todo a un millón o más”, se parecen más a las que hacen a los jugadores del Real Madrid en su propio canal de televisión que a un medio de comunicación con el mínimo compromiso social.
Que se gasta tres millones de euros en una empresa para no sé qué auditoría, ¡pues chachi!, que se gasta millones de euros en viajar por medio mundo y cobrar dietas, ¡pues cojonudo!, que lleva dos años y no se ve mejorías de transporte público, ni del agua ni del saneamiento, ¡pues fenomenal! Que llena el Cabildo de bufones para llevarle redes, notas de prensa, protocolo y compañía, ¡pues mira qué bien!, que ahora cuando le piden explicaciones de sus despilfarros se mete con sus antecesores, ¡pues mira qué bonito! Que se lleva a un grupo selecto de empresarios de Lanzarote a Tenerife, los que están haciendo el agosto con el Cabildo, para presentarles a ellos solos el borrador del Plan Insular, ¡pues mira que majo! Que convoca al sector primario al Cabildo, a esos no los lleva a Tenerife, y en lugar de explicarles el borrador del PIOL les echa un mitin, ¡pues mira que simpático!
Está claro por qué le prestan ese servicio tan poco ético y tan lejos de las premisas que ellos dicen defender. No solo está claro que se sabe sino que se puede contar. Mil euros por aquí, un viajito por allí, otro trabajito por aquí y suma y sigue. Que no tenemos nada en contra de que cobren por su trabajo. La pena es cuando se cobra precisamente para no ejercerlo. Esa es la cruda realidad, aunque duela.