Presentado el libro “El Almacén de Manrique: 50 años, 50 voces” en la Sala Buñuel con el foro completo
- Redaccion
Foto de Adriel Perdomo.
Consta de un prólogo, de JM Parrilla, MA Perdomo y F Ruíz, y un epílogo de Juan Cruz Ruiz que, a su vez, consta de dos piezas, una fechada en 1974 y la otra en el año en curso
El aforo de la Sala Buñuel se llenó por completo para asistir a la presentación del libro “El Almacén de Manrique: 50 años, 50 voces”, acto que tuvo lugar en la noche de este martes, 17 de diciembre. En el 50º aniversario de este evento, José Miguel Parrilla Curbelo, Mario Alberto Perdomo y Fernando Ruíz Gordillo han impulsado este proyecto editorial.
Los autores expusieron el origen de su iniciativa y se detuvieron en lo que significó la apertura de El Almacén y su propuesta cultural en los años 70 del siglo XX, en el contexto del tardofranquismo, la transición democrática, y la consolidación de las libertades en los 80. Al finalizar la presentación, tuvo lugar un coloquio con las personas asistentes.
“El Almacén de Manrique: 50 años, 50 voces” reúne los testimonios de cincuenta personas, veinticinco hombres y veinticinco mujeres, que, de diferentes formas, se vincularon con El Almacén entre 1974 y 1988. Cada texto, de unas 500 palabras, está encabezado por una sola palabra.
Consta de un prólogo, de los tres promotores de la iniciativa, y un epílogo del escritor Juan Cruz Ruiz que, a su vez, consta de dos piezas, una fechada en 1974 y la otra en el año en curso. El libro ha sido patrocinado por J. Parrilla, SA, y Hotel Aloe Canteras.
La obra estará a la venta únicamente en la Librería El Puente de Arrecife a partir de este miércoles, día 18. Los ingresos que se obtengan de la venta se donarán a la ONG Asociación de Familias Oncohematológicas de Lanzarote, AFOL.
El desarrollo del acto en la Sala Buñuel de El Almacén contó con la colaboración del Área de Cultura del Cabildo de Lanzarote.
Prólogo íntegro del libro
El Almacén de Manrique
I
Impulsado por César Manrique y un grupo de amigos y colaboradores —Pepe Dámaso, Luis Ibáñez y Yayo Fontes, entre otros—, el 23 de febrero de 1974 abrió sus puertas al público El Almacén, un espacio concebido por sus promotores como laboratorio abierto a la experimentación y a la promoción del pensamiento, la cultura y el arte de vanguardia. Por la modernidad, libertad, y ánimo festivo de sus propuestas, por nacer bajo el impulso de un ámbito privado, por surgir en la periferia de las islas centrales y por complementar sus finanzas con pequeñas actividades lucrativas —una floristería, una tienda de artesanía y de muebles…— su apertura, en Arrecife, a finales del franquismo, constituyó todo un acontecimiento en el ámbito de la cultura de las Islas Canarias y del resto del Estado.
Pocos días antes de su inauguración, en plena dictadura, el presidente del Gobierno de España, Carlos Arias Navarro, había pronunciado en las Cortes un discurso, con tintes aperturistas, anunciando una mayor participación política, aunque dentro de los estrictos límites del franquismo y para satisfacer a las distintas familias del régimen. Esta proposición estaba alejada de las demandas de la oposición, que reclamaba el pleno restablecimiento de la democracia. En ese contexto reivindicativo de apertura y libertad que manifestaba una parte significativa de la sociedad, nace El Almacén.
Lanzarote tenía por aquel entonces poco más de cuarenta mil habitantes, la mitad de ellos en Arrecife, y se hallaba en pleno proceso de transición de una sociedad agraria y pesquera hacia una economía de servicios, con la esperanza puesta en la emergente industria turística al tiempo que se presentía el desmantelamiento del pujante sector pesquero insular que se concretaría poco tiempo después de la descolonización del Sáhara, trayendo consigo huelgas y movilizaciones sociales. Las condiciones para este fundamental cambio se vieron facilitadas por la apertura en 1970 de la nueva terminal del aeropuerto, que permitió el tráfico aéreo civil internacional. De hecho, cuatro años más tarde, el aeropuerto recibía más de quinientos mil pasajeros. La isla contaba en esos momentos con cuatro establecimientos hoteleros: dos en Arrecife y dos en Puerto del Carmen, y el número total de plazas de alojamiento convencionales no superaba las dos mil.
Con todo, Lanzarote no era un erial en términos de cultura. La Sociedad Torrelavega ofrecía una significativa actividad instructiva, permitiendo además que diversas personalidades de la oposición democrática expresaran libremente sus ideas políticas. La Democracia también exhibía una actividad cultural notable, aunque en menor medida. Así mismo, a pesar de su reducida población, Arrecife contaba con numerosas salas de cine comercial, algunas de las cuales también estaban presentes en los pueblos. El año en que nace El Almacén cerró el semanario Antena, tras dieciocho años de insólita aventura, y dieron comienzo las obras de restauración del Castillo de San José, inmueble que albergaría poco después El Museo Internacional de Arte Contemporáneo (MIAC), otra iniciativa auspiciada y promovida por César Manrique.
En su primera etapa, la que transcurrió entre 1974 y 1983, El Almacén disponía de una reducida sala para actividades culturales y proyecciones, una pequeña galería de arte situada en un aljibe reconvertido a su nueva función, un restaurante-cafetería que llevaba el nombre de Pablo Picasso, así como otras instalaciones menores dedicadas a la oferta comercial. Cinco meses después de su apertura, se traslada a este centro la Librería García Lorca, un referente de la cultura progresista local durante el tardo franquismo.
Durante sus primeros años, El Almacén vivió una actividad frenética auspiciada por sus creadores y gestores culturales, como Pablo Bucareli y los hermanos Zaya, concitando la presencia de destacadas personalidades de la cultura del país de las que se hacen eco muchos de los testimonios recogidos en este libro. Exposiciones artísticas, teatro, audiovisuales, conferencias y actos literarios convirtieron a El Almacén en un punto de encuentro para artistas, creadores, intelectuales y entusiastas de la cultura, situándose en la vanguardia cultural de Canarias. El año de su inauguración tuvo lugar la presentación del libro de César Manrique Lanzarote, arquitectura inédita, un extraordinario catálogo fotográfico de la arquitectura popular de Lanzarote, pionero en la defensa del patrimonio histórico en el Archipiélago. En esta etapa, el artista Pepe Dámaso jugó un papel esencial como divulgador y activista cultural y su contribución fue indispensable en darle forma a este proyecto visionario inédito en las Islas y en España.
Desde mediados de los años setenta, Manrique empezó a dejar constancia de su malestar por el rumbo que estaba tomando Lanzarote en materia turística y medioambiental. Así, en 1978 lanza el manifiesto SOS por Lanzarote. y, un año más tarde, Grito de socorro por las islas, textos críticos que tendrán una gran repercusión política y mediática. Esta sensibilidad ambiental del artista se hace colectiva en El Almacén, espacio donde se funda y tuvieron lugar las reuniones el Círculo Ecologista de Lanzarote, un grupo de vida corta que será el antecedente del movimiento ecologista de Lanzarote de los años ochenta.
II
La fisonomía actual de El Almacén se materializa en la segunda etapa y responde a la unión de dos viviendas contiguas del siglo XIX situadas en la Calle José Betancort, quien popularizó el seudónimo de Ángel Guerra. El primer edificio que Manrique compró y remodeló fue la sede de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos entre 1933 y 1970. Posteriormente, el artista, ya en solitario, adquirió la segunda vivienda colindante y amplió el Centro Polidimensional, tras su cierre provisional a principios de 1983. Con la nueva reforma, se conectaron los aljibes existentes en ambos edificios para agrandar la galería de arte. Se construyó una sala de cine y teatro en una nueva tercera planta, a la que dio el nombre de Luis Buñuel, y se amplió el restaurante-cafetería, además de habilitar otros espacios complementarios. A tal fin, destinó los honorarios que percibió por su colaboración profesional en el Centro Comercial La Vaguada, en Madrid.
Una vez renovado abrió sus puertas el 16 de enero de 1984, reactivando una intensa actividad cultural de interés nacional e internacional e impulsando a una nueva generación de artistas plásticos de la isla y una extensa programación de cine de arte y en ensayo —con directores como Alain Tanner, Reiner W. Fassbinder, Akira Kurosawa, Federico Fellini, Werner Herzog, Ingmar Bergman…—, en colaboración con los cines Renoir y Alphaville, Madrid, y Yaiza Borges, Tenerife. Además de la actividad cultural, el centro continuó celebrando anualmente el carnaval, unas fiestas que redefinió y revitalizó desde una perspectiva desenfadada y liberadora y que se convertirían en un verdadero evento social, especialmente en Arrecife. La reapertura coincidió en el tiempo con la manifestación de una importante actividad cultural de la Sociedad Democracia, convertida en ese instante en un robusto foro cultural y social de Arrecife.
Esta segunda etapa de El Almacén coincide en el tiempo con un momento de expansión del turismo de masas en la isla. Un fuerte crecimiento urbanístico que trajo consigo fenómenos nuevos hasta entonces casi desconocidos en la isla como, entre otros, el populismo político, la corrupción, el deterioro de servicios públicos esenciales y la degradación del medio ambiente, fenómenos que pusieron en riesgo la singularidad del modelo de desarrollo implantado en Lanzarote desde los años sesenta. En respuesta a la avalancha generada por el descontrol urbanístico, en 1986 César Manrique convocó a los siete alcaldes en su estudio situado frente a El Almacén, para solicitarles medidas de protección y, poco después, el Cabildo encargó el Avance del Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOT) para encauzar el crecimiento de la isla mediante parámetros sostenibles.
En 1987, Manrique cedió temporalmente el ala norte de El Almacén para la sede de la Asociación Cultural y Ecologista de Lanzarote El Guincho, de la que fue su presidente honorífico. Esta organización actualizó y revitalizó las exigencias ambientalistas y territoriales locales convirtiéndose pronto en uno de los colectivos más destacados en la defensa del territorio de Canarias de la época. En este sentido, El Almacén se convirtió en el baluarte del ideario de Manrique y en el embrión tanto del movimiento ambientalista insular como de su último proyecto, la Fundación que lleva su nombre, entidad con la que el artista quiso dar continuidad a dos de las inquietudes que siempre le acompañaron a lo largo de su vida: la defensa del territorio y el fortalecimiento de su tejido cultural, dos inquietudes que Manrique manifestó con asiduidad.
Tras un período de declive que culminó con el cese de toda actividad, el Cabildo de Lanzarote adquirió El Almacén en diciembre de 1988, formalizando la compra al año siguiente. La venta obedeció a la mala gestión de los administradores de confianza de Manrique, lo que dio lugar a que, a finales de 1986, el artista se encontrara inesperadamente con una gravísima situación económica que le obligó a desprenderse del centro. Tras su adquisición y rehabilitación por parte del Cabildo, El Almacén abandonó el término Polidimensional y pasó a denominarse en primera instancia Centro Insular de Cultura, y posteriormente, Centro de Innovación Cultural.
Cincuenta años después, El Almacén ha cambiado considerablemente. Se siguen proyectando películas de cine, se organizan exposiciones de artistas emergentes y se realizan otros eventos. Pero, aunque el equipamiento sigue siendo prácticamente el mismo, con la adición de un ascensor, el centro ha perdido parte del alma que alimentó el día a día de El Almacén de Manrique. Entre otras razones, debido al corsé administrativo y porque fue despojado de su estética vinculada al mundo del arte y la cultura, sobre todo el Bar Picasso, hall y ágora del centro. El diseño original, que incluía valiosos posters de arte internacional e imágenes de la obra del artista, fue sustituido por elementos decorativos próximos a los espacios turísticos. Además, algunas intervenciones poco afortunadas han perjudicado gravemente la acústica del edificio, dificultando el diálogo y la conversación y, en consecuencia, entorpeciendo el encuentro y el intercambio de ideas.
III
El Almacén de Manrique: 50 años, 50 voces responde al deseo de conmemorar el 50 aniversario de la creación del Centro Polidimensional El Almacén. Esta singular experiencia facilitó el acceso de la sociedad insular a la cultura contemporánea, así como la irrupción de una conciencia ciudadana sobre la necesidad de proteger el patrimonio natural y cultural, una razón colectiva de suma importancia para el futuro de la isla. En un primer momento, la experiencia coincidió en el tiempo con la puesta en valor de la naturaleza —los Centros Turísticos serán sus grandes referentes— y la implementación de medidas originales —prohibir vallas publicitarias, limitar las alturas en las zonas rurales, el empleo del blanco…— impulsadas por el Cabildo bajo el liderazgo de César Manrique con las que se trató de hacer frente a los desafíos de la época.
Arropado por su buen hacer, El Almacén se convirtió en el lugar de encuentro de personas de credos y sensibilidades diversas que, no obstante, se reconocían como integrantes de una comunidad que inauguraba un tiempo nuevo. Un futuro más libre, dispuesto al bien común. Esta cualidad de encuentro entre personas de distinto origen y sensibilidades permitió que, entre sus paredes, emergieran, ideas y conductas creativas, coetáneas algunas de las veces con las propuestas culturales que definieron las escenas de las ciudades de Barcelona y Madrid.
La agitación cultural de Barcelona y Madrid comenzó a finales de los años setenta y alcanzó su apogeo básicamente a principios de los ochenta. Aunque compartieron el deseo de libertad y un contexto creativo presente en diferentes formas de expresión artística —música, cine, arte, fotografía, cómic, diseño…—, cada ciudad desarrolló su estilo y características propias dejando una huella imperecedera en la sociedad española, un ambiente de época que caracterizó también a El Almacén en su primera etapa.
El Almacén se consolidó como el espacio de la modernidad en Lanzarote. En este sentido, se podría afirmar que fue una propuesta paisajística destinada a cultivar el florecimiento de las personas. Y, por ello mismo, se convirtió en el bastión del proyecto creativo que desarrolló la isla en los años sesenta y setenta y desde el cual Manrique promovió su causa, su ideal de paraíso que hacía sentir a todos quienes frecuentaban El Almacén en el privilegio que suponía vivir en Lanzarote, la isla que sobresalía por el cuidado de su patrimonio natural y cultural, la isla que hacía cosas impensables para el resto del archipiélago canario. El propio Almacén era una prueba de su capacidad creativa. Este sentimiento de pertenencia y el legado de Manrique han sido, y quizá sigan siendo, la mejor herramienta de que dispone la sociedad lanzaroteña para enfrentar los desafíos del presente.
El impulso moderno e innovador que portaba adquiere plena significación cuando lo situamos en el contexto político y cultural de la época. Recordemos que hubo que esperar a 1976 para que se legalizara los sindicatos de clase, a 1977 para que se legalizara el Partido Comunista de España, se celebrara las primeras elecciones democráticas y tuviera lugar la primera manifestación del Día del Orgullo Gay. Aunque a finales de 1978 el referéndum ratificó la actual Constitución Española, la clandestinidad seguía siendo una práctica común en aquellos años.
El libro que tienes en tus manos no es la historia de El Almacén, aún por escribir, ni un ensayo interpretativo sobre su significado cultural. El objetivo de esta publicación es otro bien distinto: dar testimonio del impacto que tuvo en la sociedad la aventura creativa de El Almacén. Hemos querido explorar qué supuso para la gente de la isla su apertura y su propuesta cultural y artística en los años 70, en el contexto del tardofranquismo y el nacimiento de la democracia, así como en los años 80, durante la consolidación de la nueva etapa de libertades y convivencia democrática. Y quién mejor para narrarlo que quienes lo frecuentaron y lo convirtieron en un punto de referencia esencial en sus vidas. Son cincuenta las voces masculinas y femeninas que relatan sus experiencias personales de tan extraordinaria travesía. Confiamos que sus testimonios, esta suma de memorias individuales, permitan a los lectores de este libro adentrarse en el espíritu de El Almacén.
Somos conscientes de que muchas otras voces cualificadas podrían haber sido incluidas en este libro, pero ese es un esfuerzo que supera nuestras posibilidades. De todos modos, no es intención de los promotores de este proyecto dar voz a todas las personas que vivieron El Almacén, un objetivo lejos de nuestro alcance, por lo que pedimos disculpas por ello.
No obstante, El Almacén de Manrique: 50 años, 50 voces aspira a reconocer, a través de medio centenar de testimonios, a todas las personas que participaron, de una u otra manera, en la vida de El Almacén, una experiencia irrepetible. Personas que compartieron un espacio común de civismo democrático y contribuyeron a construir un semillero de creatividad, de libertad y de respeto a la diversidad afectiva y sexual, y de valentía de ser uno mismo. Personas que pueden dar fe de cómo, en un momento dado de su historia, una isla situada en la periferia de la periferia fue capaz de reinventarse sin traicionar sus señas de identidad. Ojalá sus voces encuentren el eco necesario que permita alimentar el espíritu de El Almacén, que agoniza por momentos, y nos ayuden a reconstruir una mitología salvadora que, como nos enseñó Agustín Espinosa, nos proteja del difumino total.
José M. Parrilla Curbelo, Mario Alberto Perdomo y Fernando Ruíz Gordillo