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 Más poder terrenal que celestial

Me gusta cómo cuenta y escribe la historia Nieves Concostrina, con lenguaje sencillo y directo que entienden por igual jóvenes y abuelos, irónica y sin pelos en la lengua, la periodista madrileña de 62 años es todo un referente de la parla libre y expedita de los acontecimientos del ‘todo tiempo pasado fue anterior’. Tengo aparcado en casa su libro ‘Pretérito imperfecto’ para las horas de avión de mi próximo viaje a Colombia.

En una entrevista que leí esta semana concedida al diario Público se despacha a gusto, como siempre, y no deja a reyes y papas con cabeza: “en España no habría rey y la Iglesia pagaría impuestos si se hubiese contado su verdadera historia”.

Así es Nieves, que se declara abiertamente antimonárquica, como yo, y atiza a los propagadores de mentiras, “que los ha habido toda la vida, los de ahora, los voxeros y todos estos, son unos aprendices”.

Solo hay que escucharla o leerla para saber que le encantan reyes y papas, ojito, solo para estudiarlos y divulgarlos como personajes de la historia de religiones y  monarquías. Los tacha de “estafadores” que se la han pasado viviendo del cuento, es decir, “del pueblo pero sin el pueblo”. En resumen, asegura que “dios no existe y los reyes solo están aquí para meter la mano en el bolsillo”. Imagino la carita del rey Juan Carlos I, fiel como nadie a doña Sofía, y la de todos sus acólitos leyendo a la Concostrina, aunque el emérito hace rato que extravió su vergüenza.

Y la historia sigue enriqueciéndose de la realidad que parece ficción pura. Lo real maravilloso de Alejo Carpentier y el realismo mágico macondiano de García Márquez están vivitos y coleando en la calle. Hasta que la vida se lo permita, Nieves tiene para contar, informar, divertirse y divertirnos.

Este mes de mayo le crecieron nuevos enanitos españoles a la Iglesia Católica. Dieciséis monjas dedicadas a la elaboración de trufas de chocolate en un convento se rebelaron contra la Santa Sede alentadas y/o embaucadas por Pablo de Rojas, un obispo excomulgado en 2019, fundador de la Pía Unión de San Pablo Apóstol. En la rebeldía está de por medio la venta de un monasterio que pretenden realizar las religiosas, vamos, que en el trasfondo hay una operación inmobiliaria de unos milloncitos de euros.

La Pía Unión no es una orden religiosa como lo deja explícito la organización en su web, que me tomé el trabajo de consultar. Se presenta bajo la figura jurídica de una “fundación sin ánimo de lucro, filiales y una asociación”. Asegura además que está instituida “para lograr más fácilmente las obras de culto, caridad y piedad que han sido siempre aprobadas por la Iglesia”, sin embargo, el Vaticano no la baja de secta.

En esta historia de realismo mágico, las monjitas protagonistas no es que hayan sido llevadas a conocer el hielo, como Gabo narra sobre el coronel Aureliano Buendía en uno de los tantos y maravillosos pasajes de Cien Años de Soledad, sino que resulta que las religiosas encerradas en el convento se han percatado después de más de treinta y más años de servicio que la Iglesia es una mentira a partir del año 1958 cuando terminó el pontificado de Pío XII, el Papa durante el holocausto, según repiten ellas y su mentor. Pío XII se mantuvo en silencio ante los crímenes nazis y reconoció el régimen franquista después de la guerra civil española.

Para más inri, las monjas sublevadas pertenecen a la Orden de Santa Clara o de las Hermanas Pobres de Santa Clara, conocidas popularmente como clarisas, que nacieron de la mano de San Francisco de Asís y Santa Clara de Asís en el siglo XIII. Su rebeldía se produce ahora durante el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, que justo eligió este nombre en honor al santo evocador de la constitución de las clarisas.

Entre tanto cisma por el poder, más terrenal que celestial, la Conferencia Episcopal Española y las madres superioras de las clarisas suplican a las monjitas ‘James Dean’ que reconsideren su postura. El escándalo de las religiosas cismáticas, como lo bautizó algún medio de comunicación, amenaza con convertirse en el culebrón de  verano de muchos capítulos para luego ser recordado y narrado con tintes cómicos.

No para en disgustos la Iglesia Católica que por luchas internas de poder, casos de pederastia constatados, escándalos financieros por falta de vigilancia y transparencia y desencanto de los feligreses, ve cómo otras religiones le van comiendo terreno.

El asunto no es pertenecer a una u otra religión, sino darse golpes de pecho en el templo y luego hacer durante la semana todo lo contrario a lo que pregonan el domingo, incluidos algunos curas y pastores, amasar dinero y poder como sea y llevándose por delante a quien sea, ser insolidario y ombliguista, un perfil frecuente en miembros de la clase política también acostumbrados a darse golpes de pecho y hasta comulgar.

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