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¿Un consorcio para el transporte público?

El Grupo Socialista en el Cabildo de Lanzarote anunció hace cinco días, en nota de prensa firmada por su consejero Benjamín Perdomo,  que defenderá en el próximo pleno una moción para que se asuma “la gestión directa del Servicio de Transporte Regular Interurbano de Viajeros de Lanzarote mediante la creación de un ente público, valorando la posibilidad de que este ente adopte la forma jurídica de un consorcio para permitir la participación en el mismo de los ayuntamientos interesados en gestionar de manera unificada su transporte municipal”.

He estado esperando para ver la reacción que se tenía por parte del grupo de gobierno, especialmente por parte de su presidente, que incluyó en su campaña electoral este tema entre los que había que darles prioridad, aunque lo único que ha hecho en un año es prorrogar el servicio, sin mayores exigencias, a la actual adjudicataria (la de toda la vida) por dos años más. Y nada más. A los únicos que he oído ridiculizar la medida socialista son a los periodistas del medio de cabecera de Oswaldo y Gladys con un cinismo que raya la imbecilidad. Está claro que, para ellos, los problemas que tiene que solucionar el Cabildo no son los de todos los lanzaroteños, sino los de los privilegiados que pagan sus sueldos, siempre dispuestos a amasar más fortuna, aunque ello vaya en detrimento de Lanzarote y su gente. ¡Qué más da, ande yo caliente…!

La movilidad es uno de los grandes problemas que tiene Lanzarote. No hace falta sino intentar moverse en la isla sin usar un coche particular o de alquiler para darse cuenta. La movilidad es cara y costosa en accidentes. Los niveles de siniestralidad son altos por la cantidad de vehículos, no todos en buen estado, por la disparidad de conductores, la mayoría turistas que desconocen las vías y las limitaciones de las mismas, y las exigencias de un territorio escaso y frágil que impide que las carreteras puedan tener una mayor anchura. Los arcenes apenas existen y abundan los turistas que se mueven en bicicleta, atraídos por campañas engañosas en las que se les insinúa que Lanzarote es un paraíso para moverse en estas condiciones, cuando ciclistas y conductores no salen de un susto para meterse en otro, en ocasiones con accidentes fatales.

La solución es vieja y conocida en todo el mundo, pero en Lanzarote choca con la amistad y preferencia del arco político y mediático con la empresa local que explota el servicio con tanto gusto como cuestionada eficacia. El transporte colectivo ha sido siempre insuficiente, pero ahora se nota mucho más por la presión que ejerce una población residente que supera los 150.000 habitantes y los más de 3 millones de turistas que visitan anualmente una isla de apenas 750 kilómetros cuadrados. Ahora no solo es necesario: es imprescindible. Las guaguas tienen que ganar visibilidad. Y para ello es necesario contar con un músculo poderoso que pongan en marcha esta revolución antigua que sigue sin llegar a Lanzarote.

Hay claras deficiencias en los movimientos dentro de los municipios y en los desplazamientos interurbanos. La localización de los puestos de trabajo en cuatro puntos de la isla, las tres zonas turísticas y la capital, al igual que los principales comercios y actividades de ocio, conlleva la definición de un pliego que atienda estas necesidades. ¿Cómo es posible que un vecino de Tinajo que trabaje en Playa Blanca no tenga un servicio de guagua, en horas practicables, que le lleve directamente desde la cabecera de este municipio al vecino, donde se encuentra la zona turística? Además, ¿cómo es posible que un turista que quiera ir a los centros turísticos más visitados de la isla, a donde van cientos de miles de personas anualmente, no tenga parada de guagua regular? ¿Tiene eso algo que ver con que después hay guaguas discrecionales haciendo servicios turísticos? ¿Qué interés se esconde detrás de ello? ¿Qué periodicidad tienen las guaguas del aeropuerto que se destinan a las tres zonas turísticas y a la capital? ¿Cómo es posible que un trabajador de Argana Alta tarde una hora para llegar al Intercambiador y otra hora para llegar a Playa Blanca y que, encima, no tenga garantizado que encuentre plaza en la guagua de turno? ¿Qué posibilidades tienen los vecinos que viven en los pequeños pueblos de llegar a las paradas de la cabecera del municipio para moverse por la isla en transporte público?

El problema es grave y troncal. No se puede hablar de isla sostenible, de isla descarbornizada, de isla segura, de isla con movilidad eficiente, si no se atiende de forma racional y urgente esta necesidad. Da igual si se hace en explotación directa por parte del Cabildo o con una concesión inteligente a una empresa con verdadera capacidad para afrontar un servicio moderno que atienda de forma colectiva la movilidad de nuestra gente. Pero se debe priorizar que funcione y no que lo coja una empresa u otra, la de siempre u otra nueva. La prioridad son los ciudadanos, reducir los insoportables costes que tienen los trabajadores más pobres para moverse y la carga emocional y económica que significa para las familias lanzaroteñas tener que hacer todos los desplazamientos en vehículo privado, convirtiendo a los padres en choferes permanentes de sus hijos menores y de los abuelos de estos, incapacitados ya para conducir.

La idea del PSOE de explotación directa puede chirriar en una isla con tanta mala experiencia con las empresas públicas, donde los políticos corruptos abundan más que el sentido común. Pero su idea de hacer un consorcio con ayuntamientos y Cabildo para definir el transporte global de la isla, tanto municipal como insular, perfectamente integrado, puede ser una buena idea. Ayudaría a encontrar una solución al gusto de todos. Por el momento, el presidente calla. Todavía cree que se puede sacar de la chistera un mágico engaño para que los pardillos de turno crean que todo cambia para que todo siga igual. Seguro que una amiga suya se lo agradecerá un montón. Como ya le agradeció que aprobaran una prórroga de dos años, que nunca se sabe si el tiempo acaba enterrando esas aspiraciones de contar con un transporte público de calidad como hay en tantas partes del mundo.

La puesta en marcha de un transporte público colectivo eficiente es la prueba de fuego de este gobierno insular. Y un año después de tanta promesa electoral, ya huele a chamusquina. Si sigue así, que salgan a calentar los suplentes que habrá, de nuevo, cambio de gobierno en las próximas elecciones. Quién miente, paga. Y quién miente doblemente, paga el doble.

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