El Cabildo: entre la hipérbole y la mentira
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Un año después de aquel 28 de mayo (IV)
Sinceramente, yo no sé lo que fuman los asesores de Oswaldo para que se atrevan hacerle comparecer en rueda de prensa para valorar el primer año de gobierno y decir las sandeces que dijo. No estuvo mucho mejor el vicepresidente Jacobo Medina, pero, en fin, él está por la labor de no perder rueda y apuntarse a un bombardeo. Aunque sea lleno de hipérboles, mentiras e ignorancias, fruto de unos asesores encantados con el sueldo pero muy poco acostumbrados a estudiar los temas con seriedad y profundidad. Están tan convencidos del acierto de la máxima “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” que se olvidan hasta que fue un nazista como Joseph Goebbels, el jefe de campaña de Adolf Hitler, quien la dijo y la practicó hasta la extenuación. Comprándole, inlcuso, un aparato de radio a cada alemán para que no se perdieran ni una repetición. Ellos, eso es verdad, no han comprado ni un aparato de radio a nadie, pero se están gastando miles de euros públicos en “dopar” a periodistas y medios de comunicación, como nunca antes, para que repitan sus “logros” (mentiras) hasta la saciedad.
La dinámica del discurso de Oswaldo (y también de Jacobo) es un claro ejemplo de exposición poco creíble. En lugar de dar datos, de explicar estrategias, de adelantar proyectos que se han puesto en marcha en este primer año de mandato, se dedicaron a exponer un panegírico tan irreal como poco creíble, donde se habló de todo menos de los grandes retos que tiene el Cabildo y Lanzarote y La Graciosa como islas que se encuentran en la encrucijada de no tener agua, de no tener energía alternativa, de no tener un transporte público que garantice la movilidad barata y eficaz de sus residentes y turistas y de estar viviendo el agobio de un crecimiento turístico que crea más deseconomías externas que bienes a la sociedad. Es como si un alumno se presenta a un examen y, en lugar de contestar las preguntas, se pone la nota y sale contento de la sala por el resultado conseguido. Sinceramente, en estos momentos, da pena esta escenografía (¿o se llama obscenografía?), todavía a tres años de las elecciones y sin afrontar ninguno de los problemas claves de esta isla. Mucho menos se ha resuelto ninguno.
Chirría oír en una rueda de prensa de estas características, y en estos momentos, frases con contenidos como “principales hitos conseguidos”, "un éxito para toda Lanzarote y La Graciosa",“grandísima gestión”, “El presupuesto más real y social de la historia”. Más propios de un encuentro privado de un club de narcisistas o de una república bananera donde los vecinos tienen que tragarse todo porque no pueden quejarse. Y no pueden quejarse porque ni eso les dejan. Quizás es a lo que aspiran también estos señores, a convertirnos a todos en dependientes propios de sus subvenciones y juegos de malabares para que tampoco podamos quejarnos, aunque la isla vaya de mal en peor.
La rueda de prensa del Cabildo te deja la misma sensación que los fuegos artificiales en una fiesta: la sensación de que quieren que veamos aquello como un espectáculo, aunque se impone la realidad porque las fiestas se han acabado. Y la realidad es que, un año después, seguimos sin afrontar los problemas reales de Lanzarote. Que un año después seguimos convencidos que con propaganda, saboreas, subvenciones y fiestas se puede gobernar esta isla sin problemas. Que Oswaldo no tiene proyecto de isla ni equipo para afrontar los retos de Lanzarote, que se entretiene recuperando las cosas que hizo Pedro San Ginés y quiere que sea la luz de aquel el que alumbre la ceguera suya y la de todo su equipo. Y lo sabe. Por eso, en lugar de arquitectos, ingenieros, economista o abogados, contrata a periodistas, influencer y medios de comunicación. Con ese ejército no se quiere ganar una isla mejor, solo se aspira a ganar más elecciones. Y, sinceramente, me parece todo tan evidente y chabacano que dudo que mi pueblo se trague semejante embestida o señuelo.
Dudo mucho que los lanzaroteños que se quejan de que no hay agua, de que se despilfarra el dinero público, de que no hay un transporte público eficaz y barato, de la carestía de la vida, de la deficiencia de los servicios públicos le den el voto, precisamente, a aquellos que están viviendo como reyes a cargo de los recursos que todos pagamos vía impuestos sin la más mínima empatía con la gente y sus necesidades.
Una cosa es ganar por un 69 y otra muy distinta es ponernos a todos a “cuatro patas” y pumba y dale hasta que el cuerpo aguante sin mediar siquiera consentimiento alguno. Y, encima, nos pedirán que traigamos la vaselina de casa.