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Lecciones de Francia

 

 

El contundente frenazo que las urnas dieron a la extrema derecha en Francia en la segunda vuelta de las elecciones a la Asamblea Nacional, celebrada el pasado 7 de julio, constituye una excelente noticia para los demócratas de todo el mundo de la que nos congratulamos en Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-Bc). Con muchos elementos que resultaron fundamentales para que pudiera darse esa derrota de los ultras. Entre ellos, la plena unidad de las izquierdas, la colaboración republicana entre estas y la derecha moderada y, sobre todo, la amplia movilización de una ciudadanía preocupada por los peligrosos efectos de la posible llegada al Gobierno de la República de una formación ultraconservadora, racista y xenófoba.

 Se trata de un hecho enormemente positivo, que afecta no solo a Francia. Lo es, de manera especial, para una Unión Europea que se encuentra en grave riesgo por el fuerte ascenso de la extrema derecha en la última década y su presencia en los gobiernos de distintos estados. Por su negativa influencia en las políticas sociales, en las migratorias o en los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI. Por su negacionismo climático y por su euroescepticismo. Daba la impresión de que su extensión era una inercia imparable. Pero no es, afortunadamente, así.

 La realidad es que el freno a los ultraderechistas en los estados de la UE cuenta con algunos antecedentes bastante cercanos. Ya en el Estado español se impidió un Gobierno con su participación tras las elecciones del 23 de julio de 2023. Los socialistas, las formaciones a su izquierda y los grupos nacionalistas impidieron con su voto que Alberto Núñez Feijóo alcanzara la Presidencia del Gobierno con el apoyo del PP, Vox, CC y UPN. Solo cuatro escaños nos separaron de un Ejecutivo reaccionario y centralista. Y en Portugal, la derecha tradicional se negó a que la extrema derecha formara parte de su Ejecutivo, como había prometido en la campaña electoral, y desde el pasado abril gobierna en minoría.

 Pero volvamos a Francia. Algunos analistas políticos señalaban en los medios de comunicación en los días previos a la votación que, tras los resultados de la primera vuelta, la incógnita a despejar era si finalmente la Renovación Nacional de Marine Le Pen y su joven candidato Jordan Bardella obtendría la mayoría absoluta o no. Dejando clara su convicción de que serían, sin duda, rotundos vencedores.

 Sin embargo, quedaron en tercer lugar (143 escaños) por detrás de la formación reformista de Macron (168) y del gran vencedor de los comicios, el Nuevo Frente Popular (182), creado hace apenas un mes, tras las elecciones europeas, en el que su principal partido, por delante del socialista, es la Francia Insumisa de Jean Luc Mélenchon, un dirigente histórico de la izquierda socialista desde los años 80. El sueño de una victoria aplastante se convirtió esa noche del 7J en una pesadilla para los lepenistas.

 Unidad de la izquierda

 Para que se produjera el resultado del 7 de julio resultó clave, sin duda, la unidad alcanzada por las fuerzas de las izquierdas -Francia Insumisa, verdes, socialistas, PCF…-, poniendo por delante lo fundamental, en este caso la democracia y sus valores, de lo que les puede separar en muchos temas. Su enorme movilización ha estado a la altura del momento histórico que se vive en Francia, en la Unión Europea y en el mundo.

 Pero también hay que reconocer el papel decisivo de una derecha democrática, la del partido del presidente Macron, Ensemble, que ha aunado fuerzas con las izquierdas para impedir una mayoría parlamentaria y un Gobierno de Le Pen y los suyos. Aunque según los estudios fueron mucho más cumplidores los votantes de las izquierdas: el 70% apoyó a las planchas de Macron allá donde se precisaba; mientras que los seguidores macronistas lo hicieron en un porcentaje menor hacia las listas de izquierdas, en torno al 50%. Pero fue suficiente.

 Dicho esto, hay que seguir profundizando en las causas que llevan al apoyo popular a la extrema derecha para poder combatirla con eficacia. En Francia rondaron los 10 millones de votos, casi un tercio del electorado. Y pocos días antes, en las elecciones en el Reino Unido, aunque el partido antiinmigración y pro-Brexit de Nigel Farage, el Reform UK, solo obtuvo 5 escaños por la singularidad de su sistema electoral, alcanzó el 14,3% de los sufragios (frente al 2% de 2019), por encima de los liberales demócratas (que lograron 72 actas parlamentarias con el 12,2%) y no tan lejos de los conservadores hasta ahora gobernantes (23,7%;121 escaños). En unas elecciones que ganó claramente el Partido Laborista, que parece querer enmendar las políticas migratorias inhumanas de los conservadores, así como los excesos ultraliberales que han debilitado los servicios públicos y empeorado gravemente la calidad de vida en el Reino Unido. En el ámbito nacionalista, se reafirmó la fortaleza del Sinn Fein, manteniendo sus siete escaños, mientras se produjo un espectacular retroceso de los nacionalistas escoceses, que pasan de 48 a tener solo nueve.

 Apoyo PP-Vox

 En el caso del Estado español, la extrema derecha cuenta con una amplia representación en el Congreso y obtuvo, en sus dos versiones, un buen resultado en las recientes elecciones al Parlamento Europeo. Le ha ayudado mucho, sin duda, que el PP les situara como socios en más de un centenar de ayuntamientos y en los gobiernos de varias comunidades autónomas; hasta su ruptura del pasado jueves, siendo Vox quien abandona al PP, no el PP quien rompe con la derecha extrema. Con la complicidad del partido de Feijóo, la ultraderecha ha venido desplegando su agenda antifeminista, homófoba, negacionista de la Crisis Climática y profundamente antisocial. Y, por supuesto, tan racista como xenófoba e insolidaria con Canarias, como estamos viendo en el tema de la distribución de los menores inmigrantes no acompañados.

 En Nueva Canarias-Bloque Canarista consideramos que la izquierda estatalista y la de obediencia canaria deben aprender de lo ocurrido en Francia. En Canarias y en el Estado español hay que frenar a la extrema derecha. Podemos y debemos hacerlo. Para ello se hace imprescindible trabajar denodadamente desde ahora para alcanzar la máxima unidad posible de los partidos, colectivos sociales y hombres y mujeres progresistas en las Islas en las elecciones autonómicas y locales de 2027. Con generosidad, con altura de miras, sin previas líneas rojas. Con un permanente compromiso con la libertad y los valores democráticos frente a cualquier tipo de tentación totalitaria.

 Debemos insistir en la necesidad de implementar consensuados programas que incluyan actuaciones nítidas para avanzar en la cohesión social. En más y mejor empleo. En medidas más efectivas contra los efectos de la inflación. Que faciliten el acceso a una vivienda digna, uno de los mayores dramas sociales. Que fortalezcan los servicios públicos: sanidad, educación, dependencia. Que protejan el territorio y el medio natural, modificando el actual desarrollismo sin tino. Que limiten el turismo y lo hagan más sostenible. Que defiendan el autogobierno y la identidad canaria.

 Mejorar sustancialmente el bienestar colectivo es la mejor manera de quitar base social y frenar el crecimiento del apoyo a las ideas ultraderechistas por amplias capas de la sociedad. Unidad de las izquierdas y discurso y práctica a favor de políticas laborales y sociales que impacten positivamente en la vida de la gente. Estamos a tiempo.

 

 

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