La soledad del líder
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Un año después de aquel 28 de mayo (VIII)
El conocido edil de Festejos de Yaiza Javier Camacho presentó días atrás la renuncia a su acta de concejal y, por ende, a la responsabilidad delegada de las áreas de Festejos y Protocolo, Actividades Clasificadas y Espectáculos Públicos, además de la quinta tenencia de alcaldía, que ostentaba desde el inicio del mandato hace poco más de un año. En nota de prensa, el Ayuntamiento explicó que era "por motivos estrictamente personales y familiares" y el alcalde se apresuró a poner en valor las cualidades, entrega y trabajo de Camacho en los 13 años que lleva de concejal.
Normalmente, y me consta por experiencia, antes de hacer una nota de prensa en estos casos, se pacta una razón que pueda ser defendida por ambas partes, la que se queda y la que se va, al margen de cuál sea la realidad, para minimizar el impacto de la salida. Sobre todo si va a seguir vinculado al proyecto político. Así, unos y otros cierran oportunidades de especulaciones negativas por parte de la oposición y críticos. Esta, la salida de Javier Camacho del grupo de gobierno, apenas un año después de que UPY ganara con una histórica mayoría absoluta, parecía que iba a ser así. Los políticos de la oposición que consulté me dijeron rápidamente que “Javi tenía problemas con algunos compañeros y que el alcalde no fue capaz de mediar bien para salvar la situación”. Los que consulté del grupo de gobierno repitieron al dedillo el contenido de la nota de prensa. Lo previsible.
Lo que no era tan previsible es que el propio Javier Camacho aceptara, a medias, el contenido de la nota de prensa, no negara su malestar con algunos compañeros y que destacara del alcalde su enorme capacidad de gestionar pero que cuestionara su falta de liderazgo político. Estaba claro que Camacho se refería a la capacidad de Óscar Noda para poner orden en un grupo de gobierno que era más de UPY que nunca y con más compañeros de UPY que nunca. Y puede tener razón Javier. Y no es la primera vez que pasa. El poner orden entre compañeros, decidir sobre uno u otro, dándole un correctivo, no es fácil. El líder, en este caso, no solo teme las consecuencias que pueda generar sino también muestra dificultad para tratar como un jefe a quienes son sus compañeros y muchas veces sus amigos. Es la parte triste y dura del liderazgo. Pero se afronta esa soledad o se empieza a perder comba. Y se hace desde el principio o ya no va a encontrarse opción para llegar a hacerlo.
Conozco una experiencia que fue como dice que es ahora Javier Camacho en Yaiza. Fue en Tías. Después de cuatro años gobernando con 7 concejales de 13, la candidatura socialista encabezada por Pepe Juan Cruz Saavedra sacó el 70 % de los votos en las elecciones. Sacó 13 de los 17 concejales. Venían de gobernar de maravilla, después de provocar el relevo de Florencio Suárez en la Alcaldía, con el que tenían ya verdaderas diferencias lideradas por José Alberto Reyes, que fue quien apostó, como secretario local, porque Cruz Saavedra fuera alcalde. Se convirtieron en una piña de siete concejales, y tenían claro que todo trabajo era poco para convertir al nuevo alcalde en un líder político y garantizarse el gobierno por muchos años. Y funcionó a la perfección.
Pero la mayor victoria de la historia también les develó la debilidad del grupo. Trece personas ya no son como siete. Ya no eran personas de la misma generación, con la misma historia política, con el mismo deseo de hacer un líder. Y, además, los seis que repetían tenían que repartir sus áreas con los nuevos y aceptar que eran tan concejales como ellos. Desde el mismo inicio del mandato hubo problemas. Antes del año, como ahora en Yaiza, se desvelaron fuertes encontronazos y ninguneos entre concejales. Y no apareció el líder. Ese líder que habían construido durante cuatro años, capaz de ilusionar a un pueblo, de afrontar obras importantes y conseguir importantes inversiones, no era capaz de mediar en los conflictos entre sus soldados. Y no puso solución. Y el equipo empezó a romperse. Cuatro años más tarde, se perdieron tres concejales, cuatro años después se perdió la mayoría absoluta y cuatro más tarde el gobierno municipal.
Y durante esos doce años siguió sin aparecer el líder que fuera capaz de gestionar sus recursos humanos, de hacerse respetar y que se respetaran sus decisiones y repartos. Aquel hombre que mostró debilidad ante los suyos, en los momentos en que se necesitaba que fuera un líder por encima de todas las cosas, fue traspasando como un virus esa perdición de la unidad y del principio de grupo.
Lo que transmite Javier Camacho en sus declaraciones no cabe duda que es su percepción sobre un conflicto, que le animó a irse porque tiene posibles para vivir cómodamente fuera de la política como restaurador que es. Pero no siempre, en Tías fue así, los enconados concejales tienen posibilidad de vivir igual de bien fuera que dentro del Ayuntamiento. Y, en estos casos, se fraguan nuevas mayorías, se crean nuevos partidos y se destrozan gobiernos. A veces más es menos si no hay un líder que gestione los egos de sus concejales con sabiduría y decisión. Dejarlo para mañana, suele acarrear problemas.
Óscar Noda ha demostrado capacidad de superación a lo largo de los 13 años que lleva de concejal en Yaiza y casi siete de alcalde. Supo afrontar responsabilidades inesperadas como cuando tuvo que sustituir como líder y alcalde a la antecesora en el cargo, cuando esta fue apartada por haber sido condenada firme por delitos relacionados con la corrupción. Tampoco cedió a la presión de aquella para que fuera un alcalde títere ni para que se entregara a los intereses políticos de sus amigos. Además, consiguió su sueño de ganar por mayoría absoluta las elecciones al Ayuntamiento y meterse de consejero en el Cabildo. Ahora le toca proponerse ser un verdadero líder de los suyos. Tiene que evitar que se le rompa la unidad por no querer poner orden donde tiene que hacerlo.
Le toca afrontar la soledad del líder, esos momentos en los que está uno solo frente al mundo. Ya ha sufrido la primera estocada. Pero ha tenido suerte y no es mortal. Tiene también antecedentes en otros municipios suficientes para saber cuáles son las consecuencias. Dicho queda.