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Inútil poesía

A propósito del mano a mano poético ‘Hablando en verso’, celebrado este sábado en la Casa de la Cultura de Yaiza, entre los escritores canarios Jaime Quesada (Yaiza  - Lanzarote) y Manuel Concepción (Barlovento - La Palma), vuelvo a preguntarme, ¿para qué sirve el arte?, ¿para qué sirve la poesía?

El poeta tinerfeño Isidro Hernández, cuidadoso como muchos escritores cuando se le cuestiona por la utilidad de su creación, fue contundente y profundo en el juego de palabras que empleó en una entrevista que leí:  “La poesía no proporciona respuestas sobre nada. De ella aprendemos la utilidad de lo inútil o la inutilidad de lo útil, pues permanece al margen de todo uso práctico del lenguaje”.

No es el único que tira de sarcasmo en una sociedad que relega la cultura y subestima la educación. “La poesía sí que es inútil. Si la cultura no sirve para nada ya la poesía es lo más inútil que hay en el mundo, porque de todas las expresiones artísticas que tiene el hombre, y que ha ido explicitando a lo largo de su paso por la Tierra, la poesía es la más alta, por tanto, la más inútil, en cuanto inútil es maravillosa para todos, lo mismo que la cultura, pero quintaesenciada todavía más porque es la expresión más pura del arte en el ser humano”, sostuvo el poeta madrileño Luis Alberto de Cuenca, Premio Nacional de Poesía y académico de número de la Real Academia de la Historia, en el  foro Ámbito Cultural organizado hace dos años por la empresa El Corte Inglés.

El mismo foro sobre la utilidad de la poesía donde la poeta y crítica literaria Yolanda Castaño subrayó que “no sirve para nada como todas las cosas que valen la pena”.

El arte nos proporciona otras miradas de la realidad, crítica y sensible, y en el caso de la poesía, además, una visión “más rítmica, más sonora, más ordenada y más armónica”, agregó otro poeta español, Gonzalo Escarpa. 

Podríamos decir que la poesía tiene respuesta para casi todo. Me gustó el formato ‘Hablando en verso’ por la capacidad creativa de Jaime, maestro de escuela con 37 años de servicio a la educación y director del colegio de infantil y primaria de la localidad de Playa Blanca, y Manolo, dedicado en su vida profesional a la dirección de hoteles sin abandonar nunca la escritura, ambos jubilados y liberados de sus actividades profesionales, con más tiempo para la familia y su pasión, la escritura, a  quienes conozco hace un buen tiempo.

Y me gustó la “controversia” poética por la capacidad de sus letras para responder sin fisuras a temas varios como el amor, la libertad, la amistad o la vida misma, casi todas sus opiniones declamadas en décimas, y me gustó por el ritmo de un encuentro literario que resultó ágil, en tiempo, unos 40 minutos de duración, y en contenido, por el mismo ritmo de la combinación métrica de diez versos octosílabos y la repentización de los dos autores. Lo hicieron dos buenos amigos que pudieron confrontar pareceres a través de su creación libre y directa.

Me acordé de los decimeros de Soledad, una población precaria situada al lado de Barranquilla, donde había juglares, ya quedan pocos, con esa misma habilidad de Jaime y Manolo para sembrar historias, personajes populares y vida en comunidad alejados de la academia e impregnados de calle. Tradición oral que se va perdiendo por falta de atención e interés en cultivarla y conservarla.

Paul Valéry, escritor y filósofo francés, dijo que el poeta “no tiene por finalidad comunicar un pensamiento, sino despertar en los demás un estado emocional en el que nazca un pensamiento análogo (pero no idéntico) al suyo”. La utilidad de lo útil, abriendo mentes y aportando conocimiento. 

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