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¿Día del Turismo o día de la verborrea irresponsable?

 

Es normal que a los lanzaroteños se nos haga difícil celebrar el Día del Turismo en pleno septiembre, mes en el que también se conmemora desde 1992 la muerte del principal referente de la isla, el universal artista lanzaroteño César Manrique, artífice de muchas de las singularidades que tiene Lanzarote y que son una continuidad de su belleza natural. Pero no solo por eso. De hecho, es difícil tragarse la impostura de un acto en el que los políticos preparan sus discursos desde la mayor de las irracionalidades. Dibujan una realidad idílica y se atribuyen éxitos que solo caben en la cabeza del que, desde la ignorancia y la vanidad, se atreve a decirlos ante un público que ve tan cercano a sus tesis (e intereses) como a su demostrada hipocresía.

O sea, que estamos pendientes de que miles de ciudadanos vuelvan a salir a la calle, como el pasado 20 de abril, porque no soportan el descontrol turístico que tenemos, con masificaciones demostradas en nuestras carreteras, en nuestros servicios básicos, con un crecimiento poblacional que no para y con viviendas vacacionales llenas de turistas hasta en los barrios capitalinos, mientras no se consigue dónde vivir, y estamos celebrando un desarrollo sostenible, la mejoría del destino y no sé cuántas mentiras más.

Aquí lo único que se puede celebrar es el enriquecimiento de unos pocos a cambio de empeorar la calidad de vida de la mayoría, cargarse nuestros espacios comunes y poner en riesgo la conservación de nuestro territorio. Aquí lo único que se conserva son los comportamientos corruptos, los intereses de un grupo de políticos y empresarios conchabados para enriquecerse conjuntamente. Casualmente, mire por donde, muchos de los que estaban en el acto dando socos de La Geria como premios, los únicos que quedarán en el futuro si se siguen sustituyendo en el impresionante y único Paisaje Protegido por paredes, algunas, incluso, con su rasante de cemento.

Los que no ven la realidad es imposible que puedan cambiarla. Y los que se vanaglorian del caos no pueden ser los líderes del cambio. En estos actos, tampoco faltan las frases retóricas en las que se quiere dar a entender que se sabe que los trabajadores son el motor de este sector. Son los clásicos guiños populistas con los que se creen que la clase trabajadora debe darse por pagada. Sí, por pagada, porque ni hay premios para ellos (por ejemplo, para las camareras de piso, que son las que más bajas sufren en esta batalla diaria) ni sueldos adecuados para afrontar la carestía de la vida.  Al mismo tiempo, los políticos y empresarios se llenan la boca hablando del mayor gasto turístico, de la diversificación y de no sé qué más, mientras, ellos solitos, se llenan los bolsillos como nunca.

No cabe duda que, en este escenario, darle el Premio Isla de Lanzarote a Binter es todo un acierto. Ha ganado dinero como nadie gracias a que le han conseguido que el Estado le pague el 75% de los billetes de los vuelos de los canarios entre islas. El ir a El Hierro desde Lanzarote puede estar sobre los cuatrocientos euros. Menos mal que nosotros solo pagamos unos cien. Casi lo mismo, o más, que ir a Bilbao, por ejemplo. No cabe duda, repito, que han colaborado decisivamente para que hagamos turismo fuera del archipiélago. A veces, hasta en Binter, que gracias al fortunón amasado en las islas, nos lleva ya a muchos lugares de la Península. Eso sí, pasando por Gran Canaria o Tenerife, que deja más plata en caja, y que, encima, nos recuerda que seguimos siendo una isla de tercera. Y vamos y le damos un premio. ¡Como si ellos no pudieran comprarlo!

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