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Errejón/herejón

 

Con h o sin h. Con erre o con ere. Al final, acaba siendo lo mismo. Errejón fue un personaje significativo de la izquierda empeñada en poner por bandera la igualdad y la defensa de la mujer. Había muchos herejes de esa idea: personas que no veían nada mal el patriarcado, que identifican como forma más natural de ser personas. Aunque, a veces, lo que se esté defendiendo es el derecho a comportarnos como animales. Personas que niegan los derechos de otras personas para disfrutar a su costa, como se ha hecho hasta ahora. Pero, en política, donde el narcisismo es el perfil dominante, nada es verdad y, a veces, todo es mentira. Así, Errejón se ha convertido en el mayor hereje, en un “herejón” (este vocablo no lo recoge la RAE, como tampoco recoge niñes, miembras y más términos salidos de la fábrica inclusiva del entorno Errejón/herejón).

Los comportamientos relacionales y sexuales atribuidos al que fuera hasta hace unos días líder de Más Madrid (y uno de los fundadores de ese Podemos que se diluye a pasos agigantados entre sus propias contradicciones) son demasiado habituales como para sorprendernos. En un país donde los burdeles competían hasta hace muy poco con los moteles por copar los inmuebles de carretera cercanos a las grandes ciudades, no debe extrañar que los tic-tac-tuc machistas sigan imperando en la clandestinidad de la intimidad. Hace no tanto, el mayor divertimento de los gerentes, empresarios y políticos de este país en sus viajes de negocios, ferias y congresos (políticos, sociales y comerciales) era disfrutar hasta el amanecer en barras americanas, casas de tapadillo y night club, donde se elegía mujer y se pagaba al kilo sus favores y sus humillaciones.

Evidentemente, quedan más que tic en los comportamientos machistas. Y es una lluvia fina que empapa tanto a hombres como mujeres. ¿Qué hace una mujer de hoy soportando durante meses, años, horas o minutos esas exigencias del macho alfa o cabrío? A los hombres les cuesta separarse de esa mala educación machista, de esa atrófica enseñanza sexual. Pero algo parecido les pasa también a las mujeres, criadas entre padres, madres, primos y demás familia machista que se callaban ante las pautas reinantes, el hegemónico patriarcado.

Lo que más sorprende del herejón Errejón es que él era uno de los más duchos en este terreno. Estaba a la cabeza de la vanguardia de este país en la lucha para erradicar el patriarcado e instalarnos en otra cosa diferente. Rodeado de mujeres que parecían tener muy claro qué pasa con los hombres en el trabajo, en la casa y en la cama. Y que estaban dispuestas a hacerles frente allí donde se los encontraran, ya fuera en el ascensor o en el catre. Ya fuera el jefe o el dependiente. Ya fuera su líder o su pupilo. Y, aun así, Errejón y su lluvia fina empaparon sus relaciones de esas pautas que siguen intactas en la mayoría de las relaciones, por no decir en todas. En la intimidad, sin nombrarlas, salvo en los bares de las barras bravas, pero buscando placer imponiendo la supremacía de género al sexo. Errejón salía de la cama para instalarse en la impostura. No solo hacía como si no pasara nada. Sino que, además, y eso es más grave todavía, criminalizaba todo aquello que dicen que él hacía cuando se trataban de otros hombres los denunciados. Se creyó la Santa Inquisición. Y, como los miembros de aquella, creyó que la acción por liberar al resto de las mujeres, obligaba a las suyas a aceptar su pecado en silencio.

La conversión de Errejón en herejón no desmerece la lucha de la izquierda por buscar espacios comunes menos tóxicos para compartir por hombres y mujeres. Todos cometemos excesos a lo largo de nuestras vidas, muchos de ellos vinculados a las contradicciones que nos producen nuestras primeras y largas enseñanzas con lo que queremos ser. Todos. Y lo que demuestra Errejón es que hasta quienes lo tienen más claro, más estudiado, mejor divulgado y rentabilizado acaban sometidos por las enseñanzas del barquero machista que nos han instalado en el núcleo accumbens de nuestro cerebro a lo largo de tantos años.

 Pero es imprescindible avanzar en esas líneas. Pero no solo los hombres, también las mujeres. ¿Por qué se enamoran, forcejean y compiten por estar con hombres que las someten desde que cierran la puerta del dormitorio y las alejan del escrutinio público? Exactamente, por esa misma educación machista que se cuela por todas las rendijas como la lluvia fina y acaba empapándonos a todos. Y solo se despierta con el aguacero cuando, en un instante, voces tímidas se van sumando a otras y ganan fuerza con el grito coral.

Errejón merece su castigo. El que sea. Para que siga siendo lo que quiso ser: un ejemplo social. Aunque sea como herejón y no como el Errejón que nos quiso vender. Quien la hace la paga.

Errejón se sintió seguro en ese mundo político donde mentir no es un defecto y donde los narcisistas y mentirosos/as son los verdaderos jefes. Tampoco le vino mal esa complicidad que lleva al entorno a tragar carretas y carretones para no perjudicar al partido. Situaciones como esas, son las que hacen que, por ejemplo, la corrupción se instale sin remisión o, en aquellos años de la mili, el concejal de turno se escapase de ir al cuartel porque se ponía en peligro la mayoría absoluta del grupo de gobierno de cualquier pueblo, incluido el mío. Todos sabían que lo que se hacía era ilegal o contrario a las normas éticas del partido. Todos lo sabían y todos callaban, hasta que la lluvia fina sometedora se transforma en un aguacero liberador.

 Lo de Errejón es un paso adelante. Si cayó Errejón desde la mismísima cuna del poder inquisitorial, en momentos de gobiernos de izquierda, ¿Quién está libre? Ninguno. Ni de convertirse en un herejón ni de los tic-tac-tuc machistas. Que no se confíe nadie. El enemigo lo llevamos todavía muy dentro de nosotros/as.

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