La viva imagen de Lanzarote (Jacinto López)
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Vi la fotografía y no pude evitarlo. Los dedos buscaron el teclado y me olvidé hasta de que esa foto tendrá un autor con sus derechos, al que yo no cito, porque la premura del momento lo impide. Son las cosas que escribes ya o no escribes nunca. Y no quiero dejar pasar la oportunidad de recrearme mirando la fotografía ni tampoco el hecho de compartirla con ustedes. Ahí está ese hombre, vestido de forma impecable, que lo mismo podría estar saliendo de comprar el pan de una panadería como la que tuvo él en su juventud como del supermercado, después de comprar unos botes de Leche Pascual, marca que representó durante tantos años como uno de los principales distribuidores alimentarios de la Isla.
Al final, la vida es la leche, y la Pascual es el origen más significativo del capital que sacó este octogenario lanzaroteño ejemplar para instalarse en el corazón del Paisaje protegido de La Geria. Allí tiene cortijo, desde 1979, a la que dotó de bodega y tienda más tarde, Bodegas Rubicón, con un inmueble que data del siglo XVII, que en el siglo XVIII tuvo que ser desenterrado porque quedó completamente cubierto por la arena volcánica que escupieron los volcanes adyacentes durante las erupciones de 1730-1736. Pura historia.
El octogenario que mueve con pasión el sacho en sus fincas de hoyos profundos y parras fértiles representa la esencia del lanzaroteño que creó esta isla. Que sobrevivió en esta isla. Que trabajó para comer, para salir de la miseria, para mantener a los suyos y conservar sus tradiciones y paisaje insular. La sombra que proyecta el sol de su silueta es efímera pero su huella en Lanzarote, no. Germán Jacinto sigue haciendo todos los días, con verdadera pasión, lo que le gusta: cuidar su finca, proteger el paisaje insular y hacer unos caldos buenísimos del que yo siempre recomiendo el Rubicón Moscatel.
Germán Jacinto López Figueras oye poco ya pero su vida es todo un canto sonoro a esta isla de hombres y mujeres esforzados que supieron hacer de la necesidad una virtud. Ese hombre rico, hecho a sí mismo, disfruta de la misma manera que cuando era un joven pobre: con el sacho en las manos, quitando las malas hierbas para garantizarles la mejor vida a sus parras. Son los hombres que nos recuerdan a nuestros padres, sellos de distinción sobria y feliz, a los que nos encantaría emular en sus años de esfuerzo, éxito y compromiso social, como su contribución a que Tías y Valterra tuvieran equipos de fútbol, gracias a su aportación económica desinteresada.
Miro la fotografía y veo Lanzarote. Sus paisajes lunares y su gente esforzada. Veo a Jacinto, el rofe, los hoyos, los socos, el cielo azul, el sacho y me emociono. No puedo remediarlo ni dejarlo de escribir. Ya está.