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¿No saben ni tan siquiera pegar los luchadores de ahora?

 

Los que me conocen, saben perfectamente que soy un adicto a la lucha canaria. Los que me conocen mejor, saben que me he pegado casi mi vida entera viendo luchadas, estudiando su historia y divulgando sus esencias. Quien ha estado a mi lado en estos casi sesenta años de vida, entiende que disfruto y sufro a partes iguales cada vez que voy a un terrero. Por un lado, me encanta la escenografía de nuestro deporte vernáculo: esos 24 hombres alineados, la mitad con una vestimenta de un color y la otra mitad de otro, todos dispuestos a levantar al contrario caído, a mostrarse respeto y recoger los premios del público en forma de monedas. Me gustaba todo en mis años iniciáticos, en la década de los setenta del siglo pasado; me gustaba más en la década de los ochenta, con la entrega de sus puntales, el pundonor de todos, los terreros que aparecían y que se llenaban semana tras semana. Empecé a encontrar defectos en los noventa, me disgustaban sobremanera en los primeros años de este siglo y me reconcilié en este último lustro.

Pero vuelvo a sufrir ahora. Cuando más decidido estaba a dedicarle mi tiempo libre a la lucha canaria, a colaborar a engrandecerla en esta isla nuestra. Si funciona aquí, ya se contagiará el resto del archipiélago. No solo lo malo se pega y lo bueno siempre se copia. Pero las resistencias son enormes, el espectáculo, salvo excepciones, es bochornoso. Se han inventado unas normas, que antes no existían, que entorpecen el espectáculo, están de árbitros personas sin criterio, que no respetan ni lo más elemental. Alguno pita antes de que se inicie la técnica y después dan como bueno el resultado. Como si no supieran que el pitido del árbitro siempre cambia el sentido del estado: si están parados, los luchadores deben luchar; si están agarrados, los luchadores deben parar. Elemental. Como lo es que no se puede pitar dejándose llevar por qué afición grita más. Así las luchadas las ganaría el que lleve el megáfono mayor.

El  público de la lucha canaria, como en tantas otras cosas, copia los malos comportamientos de otros deportes. Ya no es esa afición entendida, muchas veces son hooligans que solo quieren que gane su equipo. Como sea. Da igual que sea eliminando al contrario sin ni tan siquiera pegar, o por amonestaciones por llegar tarde de coger dinero, o por faltas que realmente no lo son. La afición, los gritos de los forofos, nunca son una buena señal. Siempre verán lo que les interesa. Y lo que hoy es blanco, mañana es negro, si con eso se gana la luchada. El ejemplo más claro lo tenemos en la afición del Unión Norte: hasta hace unos meses, cuando era uno de sus destacados, consideraba que la cabeza de Rayco García cuando va de un lado a otro no era falta. Ahora se desgañita para que se la canten ante la superioridad que ha demostrado frente a sus luchadores actuales. Es la misma afición, diciendo negro y blanco ante lo mismo, ¿se puede dejar condicionar un árbitro por tan fluctuantes veredictos?

¿Cómo es posible que dos luchadores que llevan más de 20 años luchando sean incapaces de iniciar la brega? ¿Qué hacen los mandadores/entrenadores durante la semana, enseñar a luchar o instruir en la antilucha? Se matan por discutir el pegue pero después ninguno lucha a toque pito, que podría ser una justificación para buscar ventaja en el arranque de la luchada. No, que va, a esa discusión iniciática le sigue una inactividad vergonzante. ¿Cómo es posible que el árbitro pite amonestación a ambos? ¿Los dos no quieren pegar, o hay uno que no quiere y el otro no puede? ¿A quién le interesa que les amonesten? ¿Qué pasa cuando la agarrada empieza con dos amonestaciones ya para los luchadores, hay más lucha o acaban separándose? ¡Por dios, habrá que analizar estas cosas!

 Se están gastando miles de euros de dinero público en fichajes de luchadores que no luchan, que reinan y no aparecen, que se aprovechan de que no hay contratos legales que les obliguen y que se creen que el público es tonto. La mayoría no viene a luchar sino a ganar unas perritas con la lucha. También los hay que no vienen a arbitrar, sino a ganarse unas perritas. Y así, suma y sigue. Una pena.

En los años ochenta del siglo pasado, cuando los terreros se llenaban a reventar en Lanzarote, con la mayoría de los luchadores de la isla, pegaba un camello con un kíkere ¡y pegaban! No recuerdo eliminaciones de luchadores por negarse a agarrar. Y luchaban todos, muchos de ellos a toque pito. Sacones, cogidas de muslo, pardeleras, garabatos, muslo y garabato, traspiés y un sinfín de técnicas seguían al pitido del árbitro. Tenían valor, coraje y destreza. Y muchas horas de entrenamiento, de hacer pantalón.

Hoy, te cuelas en las redes sociales de los luchadores y los ves a todos presumiendo de gimnasio, de músculos, levantando ciento y picos kilos en barra y haciendo el gesto de La Masa. Y, es verdad, asustan. Y también dan pena. Ninguno pone en sus perfiles  esas luchas en las que practicaron de forma magistral una burra, una cadera, una cogida de tobillo, un desvío, un toque por dentro, un toque para atrás, o similares técnicas señeras de nuestro deporte autóctono. Ni tan siquiera sé si les gusta la lucha canaria o solo van al terrero a que les vean lo fuertes que están y les envidiemos sus musculitos del “pumba y dale” del gimnasio.

Salen al terrero dos hombres fornidos, pletóricos, ante una afición entusiasmada. Visto y no visto. Acaban eliminados por el árbitro en la primera agarrada. Dos amonestaciones por no pegar y otra por pasividad. Un luchador es recibido en su bando como si hubiera tirado al Pollo de Uga. ¡De vergüenza! O lo arreglamos o habrá que darles la razón a todos esos aficionados que sí sabían de lucha canaria y acabaron quedándose en casa. ¿Es eso lo que queremos llevar a los colegios? Para eso, que los niños vayan a karate, por lo menos sabemos que no le están faltando al respeto a nuestros antepasados.

 Nos hemos querido parecer tanto a los otros deportes, que ya tenemos todo lo malo de ellos, a cambio de dejar en el camino todo lo bueno nuestro. Hay que enseñar a los luchadores, hay que animarles a luchar, contratar a luchadores que luchen y alejar de los terreros a los que solo quieren vivir de esto, aunque sea cargándose nuestro deporte.

Y da igual que sean mandadores, directivos, árbitros o luchadores. Quienes no están por dignificar nuestra lucha canaria, aclimatando nuestras raíces a nuestras exigencias actuales, con todo el respeto a la tradición y al  buen gusto, haría bien en que eligiera otro deporte. Seguro que los reciben con los brazos abiertos. Y si no, que pongan un gimnasio. Pero eso, amigos míos, no es lucha canaria.

Comentarios  

#1 Jose.A. 31-12-2024 12:49
Buenos dias...Q bueno este articulo..Verdades como puños..Felicidades
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