¿Permitirá Domínguez que Astrid se cargue el PP de Lanzarote?
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
La guardia pretoriana, senadores y procuradores decidieron poner fin a la etapa más loca de Calígula cortando por lo sano, si ya quedaba algo sano a aquellas alturas en uno de los gobernantes de Roma más odiados. En apenas cuatro años, el emperador romano dio muestras suficientes de su locura, ejemplificada casi siempre con su intención de nombrar cónsul a su caballo Incitatus. Es verdad que la presidenta del PP de Lanzarote, presidenta del Parlamento de Canarias y presidenta de la comisión de parlamentos autonómicos (es insaciable en eso de ostentar y mandar), Astrid Pérez, no ha llegado tan lejos pero ya ha puesto a María Jesús Tovar de vicepresidenta del Cabildo sólo porque es de su absoluta confianza. Tanto que Tovar convierte las historias de sus redes sociales personales en una especie de nodo de logros, anécdotas y ocurrencias de su protectora.
Astrid Pérez ha querido acabar con los rumores que apuntaban que estaba subiéndose por las paredes, sin poder aguantarlo, por la rabia que le daba el éxito que estaban consiguiendo en la política insular sus pupilos durante su ausencia, confirmándolo de la manera más descarada, agresiva e intolerante. Lo vivía como si fuera la prueba incontestable de que la causa de los problemas de gobernabilidad fuera ella. Precisamente por eso, y no por otra cosa, fue nombrada presidenta del Parlamento de Canarias de mutuo acuerdo entre PP y CC y el aplauso de Echedey Eugenio, el nacionalista que sueña con ser alcalde de Arrecife pero que cumple penitencia inevitable de ser teniente de alcalde mientras haya líder de su partido que quiera ser presidente del Cabildo.
Astrid lidera el PP de Lanzarote como si fuera suyo, como si el partido estuviera hecho para que ella cumpliera sus sueños y hasta sus pesadillas en lugar de al revés: ella debería estar ahí para cumplir los objetivos del partido y de la sociedad lanzaroteña. Por eso, no le vale con la buena valoración que están consiguiendo en Lanzarote sus pupilos, no le vale que suban las expectativas electorales y la consideración del partido. Para Astrid, el PP de Lanzarote tiene que ser ella y solo ella, en un brote de narcisismo megalómano, que se puede entender en ella pero que es claramente injustificable para quienes quieren que el PP de Lanzarote sea algo más que el juguete de una persona que ya lleva más de 16 años mostrando un comportamiento caprichoso y acabando con todas las promesas del partido que pudieran hacerle sombras. Hay una ristra de nombres. Pero eso ya es el pasado.
Para saber hacia dónde va el futuro del PP, solo hay un nombre a tener en cuenta en estos momentos: Manuel Domínguez. Y una pregunta: ¿va a permitir que Astrid se cargue las mejores expectativas del PP solo por un ataque de celos?
Manuel Domínguez ya le ha dado a Astrid la Presidencia del Parlamento de Canarias y la ha convertido en la política canaria mejor pagada del momento, ¿se atreverá a darle un tirón de orejas u optará por imitar a Nerón y ponerse a tocar el arpa en el tejado más alto del PP mientras arde el partido en Lanzarote? Con el cese de Jacobo Medina, Astrid Pérez no pretende mejorar la gestión del Cabildo. En realidad, le importa un bledo que se empeore. Lo único que busca es cercenar que el PP de Lanzarote pueda tener más gente con capacidad de gobernar y decidir qué se hace en Lanzarote. Es lo que ha hecho siempre. Pero ahora es demasiado evidente como para permitírselo y que no tenga consecuencias.
Un empresario amigo, con el que conversé de forma casual en el aeropuerto de Lanzarote, me sacó a colación los resultados de una encuesta reciente que daba una subida impresionante del PP en Arrecife con Yonathan de León a la cabeza. Le dije que Coalición Canaria estaría tiritando. Y con sorna, me dijo que no, que cuál era el problema. Sin dejarme mediar, acabó su exposición: "Si CC no tiene candidato bueno para Arrecife y a Yonathan no lo quiere Astrid en el PP, pues está claro cómo hay que solucionar la vaina esta". Chapó, Edu. Ese mismo pragmatismo empresarial es el que debe imperar cuando una gerente o presidenta cree que la empresa es de ella y no ella de la empresa.