La emergencia sanitaria provocada por el coronavirus Covid-19 está sacando a relucir lo mejor de muchos de nosotros, como la generosidad o la solidaridad, pero también está sacando los colores a nuestra sociedad en algunas materias, como la gestión de los derechos de nuestros mayores. Creo que podemos coincidir en que es muy mejorable la manera como pasa sus últimos años de vida la generación de la posguerra española, padres y abuelos cuyo esfuerzo contribuyó a edificar un país próspero y moderno y nos ha legado una vida mucho mejor a sus descendientes, a nosotros. Una generación que, no debemos olvidarlo, en la crisis de 2008 puso a disposición de la ciudadanía su experiencia, su tiempo y sus pensiones para ayudar a sobrepasarla sin pedir nada a cambio.
Lanzarote lleva muchos años arrastrando un problema con la vivienda residencial que se ha transformado en estructural y crónico. La burbuja del alquiler creada gracias a la presión que ejercía el alquiler vacacional y la falta de vivienda pública empujó a muchas personas jóvenes a pagar auténticas barbaridades por una habitación y un baño compartido.
Todos los espacios culturales de la isla, teatros, museos, salas de exposiciones, cines y otros escenarios, hemos bajado el telón y entre bambalinas nos hemos quedado todas las personas que trabajamos en el sector.
Es muy antiguo el dicho que se pronuncia cuando la realidad aprieta o cuando en alguna situación se mantiene el sufrimiento, la pena, la pérdida o la decepción: "Cuando se cierra una puerta, otra más grande se nos abre".
La crisis de la Covid-19 ha afectado todas las profesiones de una manera o de otra, incluidas las más esenciales. Aunque se intente que el impacto sea el mínimo y que las cosas sigan su curso en la medida de lo posible, no podemos ignorar el hecho de que hay algo que es diferente, y que es lo suficientemente grande como para cambiarlo todo. En el sector educativo, el único camino posible para la educación a distancia ha sido el dar clases a través de una pantalla, estando cada individuo que forma parte de la clase en su domicilio, mientras se desarrolla la enseñanza. Debido a la gravedad de la situación, no es momento para quejas, sino para dar lo mejor de nosotros mismos como dice Julio Anguita “para apretarse el cinturón”. ¿Sin embargo, debe la teleducación considerarse como un progreso positivo en el mundo docente? Mi respuesta es clara y rotunda: no.
Sábado, 25 de abril de 2020. Son las seis de la mañana. Entramos en el cuadragésimo segundo día de confinamiento. Ya se ve la luz al final del túnel. Se habla más de desescalada y desconfinamiento que de lo contrario, o de la Covid19 y el coronavirus que la provoca.
El 19 de marzo de 1975 estaba yo en Gran Canaria, en la Universidad Laboral de Las Palmas estudiando COU, en régimen de interno. Estando allí me carteaba, además de con mis padres, con mi hermana Rosario y con Margot. Ambas jugaban en el equipo de balonmano que había dejado hecho, con niñas de mi barrio, Titerroy, desde el curso anterior 1973/74.
Los datos que aportan los entendidos sobre el impacto de la crisis económica y social que se espera en Canarias en los próximos meses son escalofriantes. Incluso en el mejor de los escenarios, aún en el supuesto de una pronta reapertura de las Islas al turismo, tenemos que prepararnos para resistir meses muy duros y que, en otras épocas pasadas, obligaría a muchísimas personas a hacer las maletas y emigrar. Pero esa no es una opción para nosotros en estos momentos, así que no nos queda más remedio que armarnos de paciencia y prepararnos para el futuro inmediato.
Las ayudas procedentes del Estado y, sobre todo, de la Unión Europea son cruciales para que las familias, las empresas, los autónomos y los trabajadores puedan aguantar los próximos meses sin que nadie se quede por el camino. Pero, si nos detenemos a pensar en lo que haremos como sociedad el día después, inevitablemente debemos aferrarnos al turismo como la única opción realista que puede garantizar una amplia actividad económica y abundante empleo. Todo lo demás, siendo muy importante, no nos va a sacar adelante en estos momentos.
La pandemia nos está dejando algunas enseñanzas. Es cierto que tenemos que robustecer el sector primario para avanzar hacia la soberanía alimentaria, proteger la industria y desarrollar toda la que sea posible, apostar por I+D+i, conseguir que Canarias se abastezca al 100% de energías limpias y renovables en el más breve plazo de tiempo o apostar por una educación de primer nivel. Pero la evidencia nos dice que la Europa que surgirá tras la pandemia querrá hacer turismo y viajar a destinos cercanos, con buen clima y soleados, con un mar y playas de primer orden, ricos en naturaleza, con paisajes diversos y seguros desde el punto de vista ciudadano... ¡y sanitario! Querrán viajar a Canarias.
Con esto no quiero decir que nos dispongamos a seguir haciendo con el turismo lo mismo que antes, ni mucho menos. Rescato un compromiso con el que concurrí a las elecciones: el turismo del presente y el futuro debe estar basado en la sostenibilidad y en la implementación de la inteligencia turística y la digitalización. Por esa razón, creo que este tiempo trágico e incierto nos ofrece la oportunidad de apostar por la rehabilitación y valorización de nuestro turismo, pero bajo un nuevo paradigma de sostenibilidad y de calidad. Creo que así podremos ser un destino pionero, atractivo y competitivo.
Bien, ¿y cómo se hace eso? La respuesta es sencilla y no creo que haya una sola persona adulta en Canarias que no la conozca, que no sepa los errores que hemos cometido en materia turística. Hoy, 24 de abril, César Manrique cumpliría 101 años de edad. Cuando concluye el centenario de su nacimiento, se me ocurre que no podríamos hacerle un regalo mejor que rescatar sus criterios y enseñanzas, el valioso legado de su obra pública, su corajuda defensa de la calidad frente a la cantidad, su apuesta por el patrimonio natural y cultural, y su manera de entender la relación entre la naturaleza, el arte y la vida, y llevarla al terreno turístico.
No nos confiemos y sigamos respetando las normas para evitar contagios y salvar vidas, seamos solidarios y hagamos lo posible para que nadie se quede atrás. Y ojalá podamos reabrir pronto y atraer turismo con seguridad y con una fórmula infalible y que todos conocemos. La receta es más César Manrique que nunca.
Manuel Fajardo Palarea, senador del PSOE por Lanzarote y La Graciosa