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Un funcionario recto, cabal y comprometido

 

Hace tres días, el pasado viernes, 12 de marzo, falleció en Santander un hombre de allá que desarrolló su vida profesional aquí. Un funcionario recto y cabal, que disfrutó de la isla con su pasión de biólogo comprometido. También aquí descubrió el cainismo más cruel y lo sufrió con penosa amargura. Les escribo de Luis Pascual González, un hombre que conocí en 1988 de forma abrupta. Obligado por mis circunstancias profesionales y las suyas me acerqué a su casa, en los alrededores de La Concha, para preguntarle por un incidente que había ocurrido en Lanzarote. Solamente me hizo falta decirle que estaba allí para que me diera información sobre el incidente del forense de la época, que fue sorprendido cazando pardelas a tiro limpio en el litoral de Alegranza, para que me cerrara la puerta en la cara. Volvió abrir la puerta para reprocharme cómo me atrevía a molestarle un fin de semana en su casa por una falta administrativa, pidiéndole una información que sus obligaciones como funcionario le impedían dar. No me gustó nada su respuesta, ni su trato, pero la información estaba salvada. Al día siguiente, al leer la noticia, me llamó él. Entonces, le dije en parecido tono que quién era él, un funcionario, para llamarme a mí y reprocharme nada. Que si tenía alguna queja, que presentara la denuncia correspondiente en la estancia que considerara más oportuna. Y colgó.

No supe nada más del jefe de Medio Ambiente hasta que unos años después empezamos a frecuentar un café de Arrecife en compañía de un amigo común, el escritor Antonio Félix Martín Hormiga, al que se sumaba a veces el sociólogo Manuel González, fallecido también. Ahí descubrí a un hombre encantador, que defendía sus obligaciones de funcionario con el mismo convencimiento que su trabajo como biólogo. Le gustaba escuchar a los demás tanto como a los demás disfrutar de su docta capacidad para hablar de aves, flora o gestión medioambiental. Colaboró en muchas publicaciones sobre la materia en la prensa local, incluso hay dos libros que recogen parte de sus dilatados conocimientos. Disfrutaba de todo ello, y siempre estaba dispuesto a darte todos los datos técnicos de cualquier tema. En cambio, era imposible sacarle nada de cualquier expediente. Todo lo remitía siempre a la memoria de gestión anual, que llegaba puntual a las redacciones de aquella época.

Pero hubo un momento en que todo eso se derrumbó. Que el hombre siempre dispuesto a hablar de pájaros, plantas, volcanes, islotes y planes de gestión mostraba un temor enorme. Se sentía objetivo de una cacería injusta promovida por quienes aspiraban su puesto para una persona menos cabal, menos recta, menos funcionario que él. Coincidió la batalla desigual precisamente en el momento en el que las competencias y funcionarios de Medio Ambiente pasaron de depender del Gobierno de Canarias al Cabildo de Lanzarote. Y conoció entonces el infierno grande de los pueblos chicos, atacado por quienes le cuestionaban y se ensañaban con él, porque el Medio Ambiente estaba en el Cabildo pero seguía en manos de un funcionario que no se  prestaba a mangoneos indecorosos. Pero su peor problema fue que quienes le presionaban y le insultaban eran los que iban de buenos en aquellos momentos. Los mismos que con sus cuentos amarraban la voluntad de los políticos locales a sus caprichos de turno. Fueron crueles hasta el punto de que Luis apenas disfrutaba ya de otros momentos tranquilos que los que compartía con el abogado Paco Gómez, aquel otro hombre bueno que ya no está entre nosotros, que fuera seguramente su mejor amigo en aquellos momentos de amargura.

Los 26 años que dedicó a la gestión medioambiental en el Gobierno de Canarias y en el Cabildo acabaron de esa manera ingrata. Pero tuvo una salida que le devolvió al Parque Nacional de Timanfaya, donde fue el director de 1982 a 1987, para desarrollar esta misma actividad desde 2013 al 2017, año en el que le diagnosticaron su grave enfermedad que le ha acompañado hasta hace unos días con el final ya conocido. En Timanfaya, entre volcanes y silencios, Luis recuperó la paz que toda persona buena se merece.

Descansa en paz, Luis. Tu recuerdo y tu obra permanecen intactos.

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