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Cómo soñaba yo que fuera la lucha canaria

Cuándo eres un adolescente, y yo lo fui hace ya casi 50 años, las cosas se ven de distinta manera. Tu experiencia personal está más llena de mentiras piadosas que de verdades absolutas, dónde hay más preguntas que respuestas y te crees que las cosas son como las ves, sin reparar en que detrás de un frontis hay una casa, dentro de un armario, un montón de cosas y en la cabeza, peluda o no de una persona, hay un montón de ideas y sueños por realizar. Por eso, cuando yo iba al terrero, ya fuera a luchar o a disfrutar del espectáculo desde la grada, solamente veía a hombres nobles que medían su fuerza e inteligencia natural haciendo mañas, derribando y levantando a su rival, compartiendo el éxito con sus compañeros o refugiándose en ellos cuando caían. Veía el entusiasmo que despertaba en un público entregado que les aplaudía a rabiar y que les tiraba monedas, casi venerando al vencedor de la agarrada. La parafernalia del árbitro para que pegaran bien, las instrucciones desde la mesa para que se respetara el reglamento y la camaradería entre los luchadores mientras esperaban su turno para ocupar silla y saltar al terrero. Eran mis héroes, soñaba con ellos y sus agarradas, con sus músculos y su nobleza. Y esa era la imagen que guardaba de ellos cuando les veía en la calle cualquier día de la semana, anterior o posterior a las luchadas.

Con el tiempo, la afición se mantiene, el interés no decae pero empiezas a madurar como persona, como deportista, como aficionado, como periodista y te empiezas a hacer nuevas preguntas y abrir la puerta de la casa o del armario  y a ilusionarte en saber cuáles son los sueños y pensamientos de esos grandes luchadores, que representan la esencia de un deporte, la lucha canaria, que ya en su nombre nos dice lo nuestra que es. Pertenece a nuestra familia, a nuestra historia, a nuestras vivencias diarias y a nuestras proyecciones sociales. Lo vivimos ahora como un deporte, pero nadie puede negar que es mucho más. Ya con ser nuestro deporte, sería distinto a los demás, en ese afecto a lo propio. Pero es que es más: es parte de los sueños de nuestro pueblo, donde se recogen formas de superar la adversidad en pueblos remotos alejados de la riqueza y el bienestar.

La lucha canaria era el buchito de nosotros mismos que nos tomábamos para seguir adelante. Donde se nos escapaban las sonrisas y las caras de sorpresa, cuando veíamos la filigrana que eran capaces de hacer los estilistas o el espectáculo de fuerza bien aplicada de aquellos gigantes, que dejaban a un lado los aperos de labranza para medirse a otros hombres. La lucha canaria estaba estrechamente ligada a la realidad y sueños del pueblo. Y era tanto el orgullo familiar de cada casa, que entre ellos no podían enfrentarse ante terceros. Hermanos que militan en distintos equipos, cierran acuerdos para no medirse en el centro del terreno. Su magia es la misma, igual que su sangre. Igual que la lucha canaria. Y con eso no se juega.

 

La agarrada empieza en el entrenamiento, en el club

Entonces, empecé a ver la lucha canaria como un todo y busqué explicaciones a por qué se quedaba atrás en la evolución normal de las islas. La población de Canarias crece y crece mientras los terreros se vacían y se vacían. Cuando la lucha canaria llenaba plazas de toros y miles de personas acudían a su llamada, las islas tenían 4 o 5 veces menos población. Las capitales de las islas, donde se concentraba el mayor número de vecinos, acogían a varios equipos y en ellas se disfrutaban de espectáculos increíbles de lucha canaria. En sus fiestas, uno de los platos importantes eran las agarradas de lucha canaria y, a veces, incluso, se usaban de señuelo para que la gente conociera otros deportes u otras manifestaciones. Eso ya no es así; podemos conformarnos exclamando que “todo cambia” y punto final o analizar su realidad más allá de lo que ocurre en los terreros, (aunque también viendo lo que ocurre en los terrenos) y ver si tenemos derecho a quedarnos para una exigua minoría algo que pertenece a los más de 2 millones de canarios que residen en las islas, la gran mayoría alejados de la lucha canaria, de la que no conocen ni sus técnicas ni su historia.

Una débil estructura organizativa

La debilidad de la estructura organizativa de la lucha canaria no se corresponde con su historia ni con la trascendencia que debería tener en la sociedad canaria. La lucha canaria vive en la marginalidad deportiva y social, en la precariedad, utilizada por los políticos exclusivamente en momentos puntuales para buscar un arraigo con su tierra y su pueblo que ellos no tienen. Sus clubes, sus ratios de incorporación de deportistas, su incorporación de preparadores físicos profesionales y su tecnificación dejan mucho que desear por sí mismos y si los comparamos con otros deportes que se practican en las islas, que han restado protagonismo tanto en la base como en la élite a la lucha canaria, el resultado es mucho peor. La lucha canaria vive en un dilema complicado: es verdad que ha sobrevivido gracias al esfuerzo de un determinado grupo de personas que se mantienen en los clubes y entes federativos contra viento y marea pero, también es verdad, que esas mismas personas son las que se aferran a mantener el control de la misma, incluso, obstaculizando la modernización de esta estructura que dé fiabilidad y confianza ante nuestra gente de ahora, que ya mayoritariamente tiene una mejor calidad de vida y unos niveles de exigencia mayores para la formación y práctica deportiva de sus hijos.

Un gobierno vasco hubiera hecho más por la lucha canaria

Seguro que si, en lugar de depender de un gobierno canario, con todos sus lastres y politiqueo de guayabera y carnaval, la lucha canaria hubiera dependido del gobierno vasco, otro gallo nos cantaría. Los vascos, tan orgullosos de lo suyo como nosotros de lo nuestro, ponen sus instituciones al servicio de la conservación de sus valores, cultura y tradiciones y presumen de ellas todo el año, no únicamente el día de la Ikurriña o el del País Vasco. Aquellos son serios, responsables, y mantienen en el ombligo el recuerdo de sus orígenes que les dejó el corte del cordón umbilical. Los nuestros, nuestros políticos, en cambio, en el ombligo solo se ven a sí mismos. Y, a veces, un lugar para colocar un bolsillo nuevo donde llevarse las comisiones y las mordidas. Es verdad que no todos son iguales, pero ninguno ha liderado un proyecto que ponga a la lucha canaria en el siglo XXI. La diferencia radica en quiénes han puesto limosnas y quiénes no han puesto limosnas para mantener la lucha canaria viva, pero siempre bajo mínimos. Esas limosnas que entran en la lucha canaria, en su gran medida, desaparecen sin dejar huella contable, porque esos mismos políticos no han querido reconocer y normalizar, con dignidad, la realidad en la que se mueven luchadores, directivos, clubes y entes federativos.

El problema es que pasan los años y todo va a peor. Y, mientras, el máximo ente federativo, imitando los peores momentos de la roma imperial, aparece y desaparece, sin continuidad ni capacidad reivindicativa, en enfrentamientos fratricidas más movidos por egos y cainismos que por la voluntad de cambiar algo. Estamos incluso peor que cuando en los años 80 se creó la Federación de Lucha Canaria, dejando  todas las decisiones de nuestro deporte en Canarias, y alejándonos de la Federación Española de Luchas (FEL), que siempre nos vio como una lucha menor, al lado de otras de mayor recorrido competitivo internacional y olímpico.

La “NBA” de la lucha canaria

 En aquellos años, vivíamos con ilusión las oportunidades que se presentaban y el esfuerzo que se hizo para  unificar y proyectar. Hablábamos con verdadera pasión de la “NBA” de la lucha canaria, donde militaran los mejores luchadores de las islas, los más estilistas, los más vistosos, los más fuertes. Pero esa NBA no ha llegado. Tenemos una liga regional de Primera donde se proyecta lo mismo que todos los días en cualquier campo de luchas, o terrero. La “NBA” es una selección de jugadores de baloncesto, no todos los jugadores de baloncesto. Tendría que hacerse una competición con agrupamiento de equipos y solo llevar a la “NBA” de la lucha canaria a verdaderos luchadores, a los mejores. Menos equipos pero más espectáculo. El resto de los luchadores seguirán en el resto de las competiciones y su objetivo tiene que ser aspirar a estar entre los mejores. La “NBA” tiene que ser un aliciente tanto para los luchadores como para el público. Y, por supuesto, estas luchadas serían las que vieran todos los canarios para entender qué se puede hacer aprendiendo lucha canaria. A  la “NBA” se va a luchar, no a dormirse en el hombro del contrario; a la “NBA” se va a demostrar que estamos ante un luchador que conoce las técnicas y las practica, y no ante un hombre fuerte que aspira a ganar las luchas sin caer pero también sin tirar a nadie. Y, por supuesto, los luchadores de la “NBA” tienen que ser un ejemplo en nobleza. Y estar bien pagados, con contratos legales y libres de impuestos (hasta una cantidad considerable), por su contribución al mantenimiento y promoción del patrimonio cultural de estas islas. Serían el reflejo verdadero de la lucha canaria del siglo XXI con los jóvenes del siglo XXI de las ciudades y pueblos canarios de esta centuria. Y, por supuesto, hay que dedicar recursos públicos para mantener este patrimonio cultural y social tan nuestro. Pero no sólo para “fichas fantasmas”, que están pero no se ven, que ocultan los ingresos y acercan a luchadores y directivos a comportamientos casi delictivos simplemente por cobrar o pagar una relación que es socialmente aceptada. Y aplaudida, luchada tras luchada.

Llevamos demasiado tiempo esperando que las cosas cambien. Cuarenta años son una eternidad. Pero no nos podemos conformar con ese buchito de pasiones y alegría que nos dan algunos luchadores cuando saltan al terrero. Necesitamos pelear porque los terreros y los clubes cuenten con todo lo necesario para que nuestros luchadores encuentren en el jable el respeto que ellos se merecen y el que les debemos a nuestra historia y antepasados. La lucha sobrevive, pero no basta. Tenemos que ponerla en el lugar que se merece. Y eso pasa por exigirles a nuestros políticos que se dejen de ver a ellos mismos en sus ombligos y que busquen su vínculo con este pueblo canario, con honestidad y compromiso. Como  hacen los luchadores.

No pierdo las esperanzas, pero tampoco estoy ya para falsas idealizaciones. ¡Viva la lucha canaria! ¡Pero que viva bien de una vez y entre todos!

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