Oswaldo versus Yone, no son cuentistas, son “farsantes”
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Dios los cría y ellos se juntan. O se pelean. Da igual dónde, ya sea en el Parlamento, en un medio de comunicación o en un mitin, pero no se preocupe que se enterará. Sacarán nota de prensa, muchas fotos y hasta vídeo. Y se harán siempre las víctimas, al mismo tiempo que se declaran héroes populares, de representación infinita y farsa sin fin. Pero, cuidado, no son cuentistas ni cuentacuentos, que estos se merecen un respeto. Los cuentistas cuentan o escriben cuentos, recrean la ficción y nos traen a colación fábulas con toda la honestidad del mundo. Tratan la ficción pero no nos mienten. Estos sí, nos mienten y, lo que peor, intentan que nos lo creamos, intentan engañarnos como única estrategia para sobrevivir como vividores de lo público.
Han ido trenzando mentiras y ataques a terceros, unos, con toda cobardía, y otros, desde la clara traición para subir peldaños y llegar. Pero se les olvida que la sobreexposición del ascenso les convertirá en el blanco de quienes no toleran la exhibición pernicioso de sus escandalosos fingimientos a cambio de las 14 pagas, privilegios y chocolatina de Binter incluida, que a la hora de facturar no perdonan nada.
La pasada semana se intercambiaron palabros desde la bancada parlamentaria a vueltas con la sanidad de Lanzarote. Digo palabros, porque ni uno ni otro saben de dialéctica, retórica u oratoria. Lo de ellos es el victimismo y la exacerbación, a partes iguales, para fingir ante su parroquia que son invencibles y sensibles, aunque ambos, al igual que los dos, lo único que consiguen es lo que se meten en el bolsillo que, por otra parte, es lo único, junto con su alter ego, que les interesa de verdad. Uno, que parece salido de Nador, aunque es de toda la vida de Playa Blanca, y el otro que se cree que salió de Manhattan, aunque partió de Tahiche Chico, y esos espacios solo los ha visto pintados en brocha gorda. Uno se autoproclama de derechas, aunque se dice nacionalista; el otro, quiere hacer creer que es de izquierdas, revestido de canarista. Pero ambos, y los dos, no son más que ombliguistas (del suyo propio cada uno), solo miran por sus egos, aunque sus discursos estén llenos de soluciones y promesas para todos.
Ellos van a solucionarlo todo. Pero no hacen más que gritar al viento, o a las ondas, suficiente para mantenerse en nómina de la cosa pública, pero estéril para darle a esta isla un cambio en la dirección correcta.
Yone empezó en 2019 llamando corrupto al UPY de Óscar Noda cuando intentó, de forma fallida, ser concejal en Yaiza, para acabar hace unos meses poniéndole de ejemplo como el gran político de Lanzarote, porque era el apoyo imprescindible de Nueva Canarias para llegar a ser él parlamentario en alianza con UPY. Yone no es parlamentario porque haya engañado a nadie con su voz aflautada y haya vituperado a su ex compañero Armando Santana. ¡Qué va! Lo es simplemente porque a Noda le gusta más dormir en San Bartolomé que en cualquier hotel de Tenerife. Si él hubiese querido ser diputado, Yone estaría todavía contando películas de terror hospitalario entre turno y turno. Cómo las que contaba contra el anterior gerente, al que amenazaba en los medios de comunicación con su primo de Zumosol, el hoy venido a menos Román Rodríguez, cuando era vicepresidente del gobierno y pieza fundamental en la supervivencia del pacto de las flores. No escatimó palabros contra el gerente que le tocó lidiar con el periodo más difícil de ese hospital para abrirse ventana mediática en radios. Allí gritaba que cuando él fuera diputado, la sanidad en Lanzarote florecería sin fin, un objetivo más cercano a la “corrivuela” que a la de un fértil vergel. Él sabe perfectamente que un diputado, por sí mismo, no es sino voz. La gestión descansa en el gobierno y las decisiones del Parlamento en la mayoría de sus 70 parlamentarios. Lo único que él tiene garantizado en un grupo en la oposición con cinco diputados es su sueldo, que no es poca cosa. Mucho más de lo que cobraba y sin turnos de 16 horas. Fingir otra cosa, no es honesto. Prometer otra cosa o darla a entender es una penosa farsa. Puede dar solo voz, que no es poca cosa, pero no es gestión. Lo demás, no llegan ni a cuentos.
En cambio, Oswaldo tiene todo el gobierno para él, cargo de presidente del Cabildo y de diputado y se levanta en el Parlamento para decir que Lanzarote no necesita algo. Podría estar en el Parlamento reclamando, pero va a allí a hacer lo mismo que hace aquí: a hacerse fotos, a buscar protagonismo fajándose contra otro lanzaroteño, contra otro hombre de Yaiza, de la cuerda de Óscar, por encargo de Gladys, que le vuelve loco “con el protagonismo que quieren coger los de Nueva Canarias con Óscar como nuevo líder insular/ insularista”. Gladys no solo está consiguiendo meter en el Cabildo a todos sus adláteres de siempre, valgan o no valgan, sino que, además, ha conseguido contagiar a Oswaldo con sus perniciosas obsesiones.
Tanto Yone como Oswaldo deberían saber en qué se parecen los políticos y las perdices. A ambos o a ambas, se les permite volar para dispararles. Ese afán de sobreexponerse, de querer estar en vuelo mediático permanente, es el que les acabará llevando al suelo. Se levantó la veda.
Comentarios