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Rodolfo, el microbiólogo que nunca nos falló

 

 

Hoy fue el último día de trabajo de Rodolfo Copado, y le acompañamos en sus último día  laboral con fiesta y globos.

Pero realmente nadie, seguro, pensaba que era un día de fiesta.

Rodolfo ha sido uno de los pilares del hospital. No solo porque formó parte del grupo que instauró la Microbiología en la isla, y porque fue su motor durante más de 30 años, sino porque era/es un microbiólogo con mayúsculas.

Tenaz, meticuloso hasta la extenuación, honesto hasta el paroxismo y trabajador incansable, ha sido, además, una buena persona.

Cuántas  pruebas  ha hecho fuera de su horario, con la coletilla “ que conste que lo hago porque es para ti”. Cuando en realidad lo hacía por el paciente, por su compromiso y responsabilidad inmensas con el paciente.

 Cuántas horas de su vida privada  le entregó al hospital, para que los clínicos tuviéramos a tiempo la serología urgente, el cultivo imprescindible, la PCR necesaria. Rodolfo nunca nos fallaba. Siempre, sin excepción,  podíamos contar con él. Acudía desde su casa sin pereza cuando estaba de guardia y le reclamabas, y repetía mil veces las técnicas siempre que fuera necesario.

Pero fue en la pandemia, donde mostró su máxima dimensión humana y profesional.                                              

Como responsable de la virología en el hospital, se puso al frente de un equipo humano que no paró ni un día de trabajar de forma incansable, sometidos a una presión extrema.

Rodolfo formó parte del grupo gestor que tomó decisiones sobre un virus que desconocíamos, pero además montó las técnicas diagnósticas que no existían en el hospital, y que llevó tiempo y trabajo dominar. Así, pasó tardes y fines de semana trabajando y controlando que todo se hiciera con las máximas garantías. Y no un día ni dos. Siguió así durante toda la pandemia. No nos abandonó a nosotros y sobre todo, no abandonó a los pacientes ni un solo minuto durante toda la pandemia.

 Y ahí vimos al profesional que ya conocíamos, pero además descubrimos al líder que aún no habíamos visto, al jefe que aún no era ( lo fue más tarde ): el que nunca abandona el barco, el primero  que llega y el último que se va en los malos momentos, la persona sólida con la que siempre puedes contar.

Nosotros le estaremos eternamente agradecidos porque, gracias a su ética y profesionalidad, nos ayudó a ser mejores médicos. Pero quizá, aún más se lo debería estar la sociedad lanzaroteña, porque, aunque nunca usó un fonendo ni prescribió un antibiótico, salvó, sin ninguna duda, la vida de muchos conejeros.

 

Covadonga Rodríguez Mangas, jefa de Servicio de Medicina Interna del Hospital Dr. José Molina Orosa

Comentarios  

#1 Adelaida Morales. 29-05-2024 21:47
Un claro ejemplo de médico que trabaja en la sombra para el beneficio de todos los pacientes que aunque no le pongan cara, sin ellos la labor de los clínicos no sería posible. Muchas gracias y hasta siempre.
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