¿Es tan importante el transporte público?
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
La pregunta de aquella lectora me dejó un sabor agridulce. Por una parte, me gustó que se diera cuenta de que estamos en un momento histórico donde Lanzarote no puede seguir actuando de forma contraria a la que predica. Por otra, me sorprendió que una mujer de mediana edad, con formación y una enorme sensibilidad social no le encontrara una lógica aplastante a la reivindicación.
Le contesté, convencido, que la actuación sobre el transporte público en Lanzarote es una de las más necesarias porque tiene una incidencia transversal positiva en toda la sociedad. Tiene connotaciones de mejora en la calidad de vida de los ciudadanos, en la competitividad económica, en la seguridad viaria, en la descarbonización de la isla y suma y sigue. Se me quedó mirando y asintiendo, pero ya era demasiado tarde para ella. No tendría forma de escabullirse de la explicación larga.
En Lanzarote, la reivindicación de un transporte público colectivo digno tiene que ser constante y de pública confrontación porque sus deficiencias se asientan en los peores males que tiene esta sociedad insular, donde se priman los intereses personales sobre los comunes. Se atiende al amiguismo antes que las demandas públicas. Y ahora tenemos a las puertas la adjudicación, por parte del Cabildo de Lanzarote, de un nuevo pliego para gestionar el servicio interinsular de transporte de pasajeros. En ese pliego debería recogerse un verdadero servicio de transporte público que dé respuesta, de forma digna, a las necesidades de movilidad de una población residente que supera las 160.000 personas y tiene más de 3 millones de turistas anuales.
La cuestión es saber si los políticos van a desaprovechar esta posibilidad de adecuar el transporte a las necesidades para que todo siga como está, en manos de la misma empresa familiar concesionaria desde hace más de 60 años y claramente deficitario o, por el contrario, se estudian los flujos reales para que los ciudadanos puedan aparcar el coche y moverse en guaguas.
Hasta ahora, la excusa para que Lanzarote no apostara por comportamientos más sostenibles, potenciando su transporte público, era que los lanzaroteños preferían el coche para moverse, que su espíritu libertario les alejaba de las guaguas. Al mismo tiempo, se defendía que el turista prefería moverse en coches de alquiler, sin horarios ni controles de ningún tipo. Así el concesionario daba los servicios a su gusto y casas de coches de alquiler hacían su agosto sin límite. Todo un ejemplo de isla sostenible. Así no sorprende que tengamos en la isla 141.515 vehículos circulando, de los que 95.495 son turismos. Pero la película se les ha venido abajo al ponerse el transporte público gratis, en una isla donde la población ha visto como suben los precios de todo mientras los sueldos se mantienen a niveles de años atrás. Los usuarios ya se dan hasta tortas en las colas de la guagua porque saben que los últimos no es extraño que se queden sin transporte.
Los lanzaroteños de toda la vida, los que hemos aguantado los abusos sin rechistar a cambio de saboreas y regalitos envenenados de nuestros queridos vecinos corruptos metidos a políticos, ya somos minoría. Precisamente, ese afán de enriquecerse rápido de nuestros políticos y amigos emprendedores, nos ha hecho crecer poblacionalmente mucho más rápido que el resto del archipiélago. Y, últimamente, entra gente de todos lados, que vienen a trabajar con sueldos bajos y sin servicios ningunos, donde casi el 75% del salario se les va en buscarse un techo para cobijarse, que no siempre encuentran en la misma zona donde trabajan.
No solamente estamos hablando de personas que vienen de lugares donde están acostumbrados a moverse en transporte público, sino que, además, sus bajos ingresos les impiden comprar un coche y acarrear con sus gastos de mantenimiento y uso. Uno de cada tres residentes es de nacionalidad extranjera y otro tanto son de procedencia española de lugares con transporte público. La estructura poblacional de Lanzarote no solo crece sino que se desancha en la parte de los más pobres.
Hay coches circulando que solo se explica su uso desde la imposibilidad de su dueño para comprarse otro. Y el no tener alternativas fiables, dignas y flexibles públicas para moverse. Y hay que ir al trabajo desde donde se reside, en cualquier lugar de la isla, hasta el puesto de trabajo. Y hay que llevar a los hijos menores a los centros educativos, a la práctica deportiva e, incluso, a quedar con sus amigos porque no pueden hacerlo cogiendo una guagua como hacen en otros sitios. Que un padre tenga que estar todo el día de chófer de adolescentes porque no tienen opción de moverse no es precisamente un ejemplo de libertad ni para sus hijos ni para ellos. En Ibiza, en verano, tienen un transporte nocturno, un búho, de las 00.00 horas a las 06:00 horas, que hace la ruta de las discotecas, para que no conduzcan los jóvenes y puedan disfrutar de la noche. ¡Igualito que en Lanzarote!
Pero, paradójicamente, el pliego tenía que sacarse a concurso hace un año y se le ha dado prórroga de dos años a quienes han tenido la concesión desde los años 60 del siglo pasado. Y, más paradójico todavía, ha pasado ya un año y nadie sabe de qué va ese pliego que dicen que se está haciendo pero del que no trasciende nada, mientras el consejero del ramo se dedica a hacerse fotos todo el día con la responsable de la concesionaria, vendiendo parches como si fueran aportaciones vitales. Y más fotos tirando marquesinas para cambiarles el diseño aquí y allí como si la cosa fuera de estética y no de ética. Y tampoco es menos paradójico que los alcaldes de los siete municipios, en lugar de estar proponiendo soluciones, rutas, horarios y demás para incluir en ese pliego, estén calladitos como si estuvieran temerosos de no ser invitados a la próxima fiesta blanca de la patrona.
Un transporte público que resolviera la movilidad en Lanzarote tendría un efecto regenerador en toda la isla. Sería, con diferencia, después del agua y las energías alternativas, la gran decisión a tomar para apostar, esta vez sí, por un desarrollo sostenible en toda su extensión: mejora la calidad de vida de los más débiles, descarboniza, reduce el número de accidentes en nuestras carreteras y evita tener que hacer más carreteras, facilita la conservación de las mismas y permite retirar del parque móvil todos esos coches que solo circulan porque sus usuarios no tienen otra alternativa. Y, encima, ahora es gratis. Y llevan meses mucha gente demostrando que sí quieren ir en guagua, pero que no hay guaguas suficientes, ni están las rutas necesarias. Sorprende que, los mismos políticos que quieren gastarse 5 millones de euros para comprar un helicóptero, para sacarlo de servicio unas veinte veces al año, aduciendo que se puede salvar alguna vida, no se den cuenta que, precisamente, por la falta de un trasporte público digno, están muriendo muchas personas todos los años en esta isla. Pero mientras se anteponga a los amiguetes y el compadreo, no habrá nada qué hacer.
Por eso hay que evidenciar ahora, amiga, todas estas cosas. Y gritarlas y exigir que se ponga ese transporte. Y hay que decirles que usted, yo y unos cuantos más no estamos por la labor de que se gasten el futuro nuestro y de nuestros hijos en saboreas mientras los suyos se enriquecen sin límite. No pasa nada si no se compran un nuevo Porsche, toca comprar guaguas para todos. Y que las gestione el que mejor servicio dé. Da igual quién. Pero que se haga.
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