Consejos para políticos novatos (o de aprendizaje retardado)
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
En cada proceso electoral, cientos de personas se involucran en un proyecto político y aparecen en las listas de partidos, agrupaciones de electores o coaliciones. No todos lo hacen con el afán de estar en las administraciones. No todos lo hacen por un interés egoísta. No todos consiguen sus objetivos. Pero también los hay que se ven desbordados en sus expectativas. Personas que se encuentran de un día para otro con unas responsabilidades públicas que ni tan siquiera querían. Por el hecho de que salieran elegidos más concejales o consejeros de los previstos, acabaron con sus huesos en grupos de gobierno municipales o insulares. Y ya que estamos aquí, arre, burro.
Hay otros muchos que sí que quieren estar, que quieren vivir de la cosa pública como principal objetivo. Que tienen la misma o menos preparación para el cargo que el que fue sorprendido en su buena fe de echar una mano electoral sin más. Y no tienen ni esta buena fe, ni reconocen sus limitaciones. Nos encontramos, entonces, con gente que llega a la administración queriendo o sin querer, pero con igual desconocimiento del funcionamiento real de la política municipal o insular. Y toman decisiones, deshacen cosas y arman otras sin saber exactamente lo que quieren hacer. Porque realmente no quieren hacer nada en concreto. O vinieron solo en busca de las prebendas del cargo, sin más, o llegaron de imprevisto, sin desearlo ni esperarlo, nada menos. El consejo en estos casos es muy sencillo: “Vete para tu casa, muchacho/a”. No hay otro.
En cambio hay otros, a los que se unen los anteriores si no aceptan el primer consejo, que se van creciendo. Que creen que si el pueblo los ha elegido será por algo, aunque ellos sepan que el pueblo ni sabía que iban en la lista de fulanito o menganito, que era el que encabezaba la lista. Solo ellos sabían que estaban agazapados en la lista del líder de su partido, cabeza de su candidatura. Pero empiezan a creérselo, ya están viendo las buenas paguitas, la doble recientemente, y ya se creen gallito/a. Hasta el punto que ya empiezan, incluso, a hacer llegar sus mensajes a los medios de comunicación.
Mandan notas, que solo firman pero que llenan de declaraciones que parecen de todo el mundo menos de ellos. Van a las emisoras de radio y a las televisiones, y lo que dicen ya se parece como una piedra a una castaña a lo que venía en la nota de prensa. Ni se acuerdan de las “palabras finas”, de esos vocablos que ellos no mastican a diario, que les metió la asesora o asesor de prensa entre líneas. E, incluso, ya entran en confrontación con sus rivales políticos, cuando no cuestionan directamente al periodista de turno. Son las primeras borracheras de poder. Y ya se sabe que las primeras borracheras son las peores, aunque se consigan bebiendo aguapata (licor de uva que oscila entre el vino y el zumo, con no más de nueve grados). Que es la mejor comparación que se me ocurre entre estos novatos y los políticos maduros de antaño. Y a los que estamos acostumbrados al buen vino, el aguapata nos da el mismo sabor que el aguachirre cuando pedimos un buen expreso italiano.
“No te olvides el casco, muchacho. El casco es fundamental”, les suelo repetir a los que vienen en busca de consejo para el debate político. Se quedan sorprendidos, ellos quieren ser la mejor ametralladora, la que dispara frases elocuentes, descalificaciones imposibles y dardos envenenados contra los rivales políticos. Se cargan hasta la cabeza de municiones y de sofisticados planes de ataque, pero salen a pecho descubierto, como si fueran a sesión de tiro al plato. Les recrimino su ignorancia y les recuerdo que el otro, el rival político, en estos momentos está haciendo lo mismo que él. Está rebuscando en sus cosas, para también hacerle pupita de la buena. Así que será mejor que les pidas a los Reyes un casco de los buenos.
Lo primero que se tiene que saber es que es tan importante saber pegar como saber aguantar. Este juego va de dar y recibir. Y hacer la cuenta de resultados: si te pegan más de lo que pegas estás jodido. Y, recuerda, el primero que dispara, dispara dos veces. Pero solo si no ha malgastado toda la munición en la primera entrega.
Tampoco hay que olvidar otra regla de oro: las guerras las puede iniciar cualquiera pero siempre las acaba el más fuerte. Nadie puede impedir que cualquiera le monte un pollo pero tampoco nadie puede impedir que le destrocen si se mete con la persona inadecuada en el momento inadecuado. El que piensa que en política no habrá reacción ante una acción, es que desconoce el amplio abanico de reacciones que hay. A veces no se contesta porque se entiende que el novato no tiene credibilidad, a veces no se entra en guerra con ese sino contra su jefe, que es el que lo hará caer en defensa propia, a veces al afectado le interesa que eso sea lo peor que se diga de él porque tiene muchas cosas peores en su baúl. Pero, otras, sobre la marcha comienzan a caer balas de todos lados. No solo sale el afectado, sino toda su jauría al mismo tiempo. Y, si no lo tenías previsto, no aguantarás la presión que te harán los propios tuyos, que te amplificarán el riesgo por mil ante la posibilidad de que la balacera también les afecte a ellos.
La política es un trabajo que se hace solo rodeado de miles de personas. Todos están contigo mientras sean ellos los que necesiten de ti. Cuando sea al revés, la estampida política es de órdago. Sin casco, en plan bravucón, y novato, lo más normal es que te recojan en escobilla antes que los restos orgánicos e inorgánicos de las calles de Arrecife en periodo festivo.
La exposición pública, cuando se trata de políticos, es vergonzante. Ningún otro profesional se expone de esa manera, donde hablan sin saber, hacen sin querer y cobran como expertos. Y eso o se gestiona bien o estalla a la primera de cambio. Sobre todo, cuando el pueblo ve cómo empeoran, día tras día, sus condiciones de vida mientras los gobernantes no salen de una fiesta para meterse en otra. Ahora, además, las hacen con presupuestos millonarios. El que recuerde cómo los nacionalistas criticaban a la socialista Dolores Corujo por aquello de “todo a diez mil euros” debe estar ahora escandalizado con el “todo a más de un millón” que le imprime Oswaldo Betancort a sus fiestones. El despilfarro multiplicado por 100 y desde el inicio del mandato. ¡Qué fácil se dispara con la pólvora del Rey! Y sin casco.
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